viernes, 20 de enero de 2017

Lo fácil

Lo fácil hubiese sido recurrir a cualquiera de las múltiples fotografías que han circulado por redes y medios de comunicación impresos en las que hemos podido contemplar cómo se daban codazos los políticos para conseguir un lugar de preferencia. ¿Dónde? En Fitur (Feria Internacional de Turismo), por supuesto. Poco importó el frío para lanzarse otro año a la aventura del Ifema (Institución Ferial de Madrid). Que solo tiene dos accesos. Y como son más los que muestran que aquellos que preguntan, demandan y se interesan, los atascos son peores que las colas mañaneras de la TF-5. Nosotros, los realejeros, estuvimos bien representados. Ahí tienen la instantánea que se remitió desde el Consistorio. El reparto de un millar de folletos bien valían la pena y el esfuerzo. Aunque habría resultado más productivo contratar a tres parados para ejercer tan abnegado sacrificio. Lo que sí tuvo gran éxito fue el puesto de castañas que puso Haroldo en una de las entradas, apoyado en todo momento por un concejal portuense, quien añadía al cucurucho preparado por aquel una sardina salada de esas que aún pueden verse por los mercados en recipientes circulares de madera en perfecta formación. A falta de pejines de La Graciosa.
Lo fácil hubiese sido recurrir a la ola de frío que visita territorios peninsulares dibujando bellas estampas. Para los que vemos las imágenes por televisión. Aunque preguntado el viejito de turno acerca del particular, le espetó a la intrépida reportera que si esperaba que nevara en verano. Yo no sé si coincidirán ustedes conmigo, pero cada vez se hacen más tonterías con un micrófono en la mano. Nos ponemos al lado de un charco para que un camión nos enchumbe (ensope o empape). Abrimos el paraguas para que el viento se lo lleve. Nos acercamos al mar que bate con fuerza para que la ola atrevida ponga el adecuado contrapunto. Los tiempos vuelven, decían siempre los abuelos cuando la naturaleza se desataba. Y aquí en Canarias solemos ser también olvidadizos. Como si huracanes, temporales de lluvia y plagas de langosta no hayan sido moneda corriente en décadas no tan lejanas.
Lo fácil hubiese sido sentarme ante la tele y almorzar con el debate de ayer en Teobaldo Power. En el que Fernando Clavijo medía sus fuerzas. Y me silban desde lo alto de Garajonay que el filósofo Casimiro, quien ya era político profesional desde antes de acabar la carrera en la universidad lagunera (avanza por la cuarta década de sus andanzas por lomadas y barrancos), calificó ciertas posturas de otros grupos como “cosas de la juventud”. Y se atrevió a hablar de personalismos. Situó a La Gomera, a mi querida Gomera, como centro del mundo mundial, como ejemplo y paradigma del bien hacer… Me traen a la memoria estos mensajes que me trasladan al ínclito Domingo González Arroyo, El Marqués, ahora venido a menos porque todo lo que sube acaba por darse el talegazo. Pon espejos en el salón, Carolina. Muchos. Para que también se mire un fisco Román, que va de sobrado con su móvil incluso cuando le replican. Vaya nivel.
Lo fácil hubiese sido escribir unas líneas de las reiteradas peticiones de indulto. Esa medida especial de gracia por la que la autoridad (in)competente se ‘pasa por el forro’ una sentencia firme de cualquier tribunal de justicia y perdona toda o parte de la pena a que había sido condenada la persona que lo solicita. Moda a la que se han sumado areneros, cargos públicos y ladrones de mayor o menor porte. Y como los asuntos del Consejo de Ministros, órgano encargado de repartir las prebendas, nos quedan muy lejos, andan por ahí pululando delincuentes convictos y confesos sin haber puesto un pie en el recinto al que fueron remitidos tras el fallo pertinente a la espera del maná que los exonere. Manda trillos.
Lo fácil hubiese sido lanzarme a la aventura de comentar los pasos atrás que se intuyen en el Reglamento de Participación Ciudadana del ayuntamiento de Los Realejos, ahora en la fase de información pública, pero me tomaré este fin de semana para estudiar el tocho. Porque Manolo, Sandra y resto del personal se creen que las asociaciones están para acudir solo a sus convocatorias de actos del bien quedar, en los que priman fotos y rentabilidades políticas. Pero que no alcen la voz ni molesten mucho, no sea que se constipen. Una fiestita, una merienda, un desfile y un par de bailes, sí. Una intervención en una sesión plenaria, una demanda vecinal, una reclamación, una denuncia, no. Como en el cotejo con el anterior se comprueben retrocesos y pérdidas de derechos, sepa el señor alcalde que muchos locales y centros esparcidos por la geografía municipal no se hicieron con el ánimo de convertirse en tascas de vino, moscas y chochos y mucho menos como templos de alabanza de los dirigentes de turno. Y de esfuerzos y realizaciones para la mejora de los diferentes núcleos de población no nos da lecciones nadie. Mucho menos los que se han convertido en figurines y patrones de una descomunal mercadotecnia. Lo estudiaremos.
Eso hubiese sido lo fácil. Pero como estábamos en las puertas de un fin de semana, que yo presuponía de descanso hasta que me llegó la tarea antes comentada, decidí no escribir de lo anteriormente expuesto, apagué el ordenador y me tumbé a la Bartola. Y puedes pensar lo que creas conveniente porque ni siquiera la conozco (a la tal Bartola).
El próximo lunes hará 32 años (tenía yo 36) que en el edificio consistorial de la Plaza de la Unión, hoy biblioteca (porque la UNED se fue para Garachico ya que Domínguez no gasta perras en boberías), me ascendieron de categoría. Ahora, en otro edificio, cuya construcción se inició en aquella década de los ochenta, otros cargos pretenden echar tierra a muchos logros. Es, debe ser, la nueva progresía. Me pongo a estudiar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario