miércoles, 31 de mayo de 2017

Bonificación

Ayer, aprovechando que celebrábamos el Día de Canarias y a todos se nos llenó el espíritu de sentimiento patrio, los medios de comunicación daban a conocer, con todo lujo de detalles, lo que nos costará a partir de ahora un billete para viajar entre las islas. Y nos sorprendían con un sinfín de cálculos tras el correspondiente recorrido por la página web de dos compañías: Binter y Fred Olsen.
Todo ello en base al acuerdo que Nueva Canarias firmó con el Partido Popular para que el voto número 176, el del señor Quevedo, haga posible que los Presupuestos Generales del Estado se aprueben en el Congreso de los Diputados. He escuchado a otros comentaristas que ya esta medida estaba casi consensuada por la otra diputada nacionalista (esta de derechas), que viene a ser la que marca la mitad exacta de la composición del hemiciclo (175). Comprenderán que se tratan de las clásicas disputas entre las denominadas clases influyentes de Las Palmas y Santa Cruz y que se encargan de mantener vivos los rescoldos del pleito insular para general regocijo del cuarto de millón de parados y de quienes hacemos demagogia barata con artículos pueblerinos.
Como uno se halla en estado felizmente jubilado y viaja cuando le apetece –y cuando los cuartos de pensionista se lo permiten– sabe algo de husmear a la búsqueda y captura de billetes baratos. Y en muchas ocasiones lo ha hecho con precios aun inferiores a los que se comentan ahora y una vez se aplique la bonificación de las tres cuartas partes del pasaje.
Lanzamos con alegría las campanas al vuelo y no pensamos que esa subvención a través de los dineros públicos va íntegramente a las arcas de la aerolínea o de la naviera que opera en el archipiélago. Y el mercado interinsular no está sujeto a demasiada competencia. Por lo que, y no sería la primera vez, las empresas, cuando los pagos gubernamentales se demoran, aducen cualquier motivo, casi siempre relacionados con los combustibles, para modificar los precios. Incremento que deberá soportar, única y exclusivamente, el viajero. Quien al final verá cumplido, inexorablemente, aquel dicho de mi gozo en un pozo.
Es lo que se refleja en la información casi al final de toda la perorata: “Todo esto ocurrirá si las compañías no aprovechan el descenso de tarifas, y el previsible aumento de la demanda que eso conlleva, para a su vez incrementar el precio de los billetes”. Con lo que la contundencia del argumento se ve amortiguado con la condicional pertinente. Para lo que ya Fernando Clavijo tiene la receta adecuada. Y es que el Ministerio de Fomento debe “vigilar que las compañías no quieran subir artificialmente el precio de referencia”. Dado que los cargos públicos de allá (Madrid) y de aquí no están sujetos a los vaivenes del mercado porque les sonríe la fortuna en modo de viajes gratis, sin esperas ni overbooking, estos buenos deseos quedan en meros propósitos, en otro capítulo a añadir al índice de las intenciones del bien quedar.
Había que aprovechar la minoría de Rajoy. Y sacamos pecho por ello. Como canario, al menos tanto como el que más, no me siento satisfecho con estas operaciones de mercadeo. Y no deberíamos olvidar, no obstante, que se ha firmado un acuerdo con el mayor incumplidor que ha existido desde que Franco pasó a vivir bajo una losa. No es conveniente olvidar que se está negociando con una Obligación de Servicio Público (OSP) y si no se fija un tope al precio máximo de los pasajes, ya se pueden imaginar quiénes serán los únicos beneficiarios de esta nueva medida.
El disputado voto, con cuya compra el PP se asegura una legislatura algo más cómoda, se cuantificó en bastantes más millones que los que al final se plasmaron en el documento. Y si ya antes de coger el bolígrafo se había cedido en apreciable cantidad, la coletilla de si la economía lo permite penderá cual espada de Damocles. De tener que compensarse el conflicto catalán echando mano a la caja del turrón, entiendo que no va a ser el Barça quien corra con los imprevistos.
No vayan a pensar que puedo estar triste por la noticia. Qué va. Me contrarían las formas, las maneras, el proceder mercantilista. Si Canarias debe ser compensada por su lejanía, esta no es la forma adecuada. Porque hemos quedado una vez más como el mendigo que acude a que papá estado lo compense con los mendrugos de rigor. Y ante los ojos del resto de españoles como aves de rapiña. Porque lo que nos conceden va en detrimento de otros. Y así no se gobierna, así no se administra una comunidad.
Yo, canario, señores nacionalistas de un lado y otro, no saco pecho. Y menos utilizo el Día que nos representa para esperpentos de tal calibre. La dignidad no se vende por un plato de ropa vieja. El respeto se gana en noble lid y no rapiñando. Así no me siento orgulloso de ser autóctono.
Fue ayer un día agridulce. Espero, por último, que lo ajustado del panorama político no sea excusa para justificar ausencias de duelos o para hacer valer sacrificios y abnegaciones. Y, por supuesto, viajar a la Península, y no de vacaciones, nos seguirá costando un ojo de la cara, y parte del otro. Por no ser chabacano y utilizar de ejemplo una glándula ovalada.

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