viernes, 4 de agosto de 2017

Lo cotidiano

He manifestado hasta la saciedad que no comparto la política de los organismos públicos de liberar a cuanta más gente mejor. Según la teoría de los partidos, ello contribuye a una gestión eficacísima al poder destinar mucho tiempo a los cometidos que el cargo implica. Y todos conocemos el estribillo de que se dedican en cuerpo y alma las veinticuatro horas del día, que se hallan a disposición del ciudadano otras tantas (o más). Vamos, que si duermen es un milagro. Acaso una cabezadita y va que chuta.
Sin embargo, cuando te los tropiezas de frente por la calle, jamás observarás en su rostro un ápice de cansancio o unas tremendas ojeras. Algo que sería lógico en consonancia con el exceso de trabajo que tanto proclaman. Es más, con esa losa encima durante cuatro años, el cuerpo debería acabar hecho un asquito. Porque no hay organismo que resista los embates de tanto enfrentamiento diario con infraestructuras, presupuestos, personal, servicios, fiestas y circunstancias meteorológicas adversas.
Se obra, no obstante, raro sortilegio y la mayoría repite. Por lo que echar mandatos a sus espaldas no les supone carga añadida. Qué va. Y se cambian obligaciones y cometidos, con lo que todo el mundo es válido para cualquier menester. Puede ser concejal delegado de la basura en la actualidad y en la próxima lo vislumbramos regentando urbanismo, cuando no ostentando la responsabilidad de la hacienda municipal. Son multiusos, multifuncionales, multidisciplinares, multigrados, en suma, multicopistas.
Pero la triste realidad es tozuda. El espejo de lo cotidiano en nada hace coincidir esos planteamientos teóricos con los tropiezos del día a día. Las declaraciones grandilocuentes de nuestros mandatarios chocan, irremisiblemente, con suciedades, invasión y ocupación de aceras, cortes de alumbrado, instalaciones con notables deterioros… La casuística es amplia. Porque quienes perciben generoso sueldo de las arcas públicas se han acomodado. Viven en sus despachos pendientes del móvil. Y no para atender las demandas que les llegan a través de las redes sociales, sino para regocijarse ante los “me gusta” de familiares y amiguetes (o de algún profesional de la comunicación) por la foto de las fiestas del barrio o de la entrega de la papaya al ajillo.
Como se pierden y gastan preciosas energías, además, en discusiones bizantinas acerca de grandes proyectos que no veremos en décadas, a los munícipes se les ha olvidado lo cotidiano, el mantenimiento de aquellos servicios con los que los contribuyentes tropezamos en paseos e idas al trabajo.
Que hay rabo de gato o cualquier otro mato que no te deja pasar, haz un esfuerzo y cruza de lado, pero no te quejes al concejal del barrio, al que conoces de toda la vida, porque en un lenguaje desconocido y con unas formas más propias de boda de alto rango que de servidor público, te espeta que el asunto compete a la empresa pública y ellos guardan un orden y una planificación que… Claro, tú te enfadas porque llevas chiratos hasta en el cuello de la camisa y le largas aquello tan canario de vétete por hay (con o sin hache, según culturas y saberes). Como si en el pliego de condiciones no estuviesen estipuladas las encomiendas.
De los municipios del Valle quizás sea Puerto de la Cruz el que más abandonado tiene este capítulo. No se destaca por el adecuado mantenimiento de lo diario. Pero es que si al frente del organigrama se halla un edil que argumenta que la ciudad está sucia porque se caen las hojas de los árboles, estarán conmigo en que o le echamos de comer aparte o ratifican mi tesis de que no por mucho liberar cargos vamos a obtener mejores beneficios. En mi pueblo, tiempo atrás, alguien se dirigió al concejal de su zona para señalarle una incidencia relacionada con la delegación que ostentaba y este le señaló el camino de las oficinas de las empresas para que hablara directamente con el gerente. Es de locos.
Con lo fácil que sería un bloc en el bolsillo y anotar una farola fundida, una loseta levantada, una pared que se quiere venir abajo, una papelera hasta los topes, un bache en la calzada, un coche abandonado… Sí, a la antigua usanza, porque no veo yo que con tanto adelanto tecnológico la situación de limpieza, decoro, buen gusto y demás haya corrido paralela a los avances. Es más, vamos de culo. Y como lo hemos diversificado todo para mantener parcelitas de poder, cada cual mira para otro lado. Falla, pues, estrepitosamente, el día a día. A los oftalmólogos les espera un gran trabajo porque los concejales solo ven el sueldo a fin de mes. Aunque son capaces de reconocer que se han visto mermados los servicios porque había que devolver la salud financiera al municipio. Como siempre a costa de los hombros más débiles. Ellos quedaron a buen recaudo de los recortes. Tanto que los enchufados no dejaron de crecer. A nosotros nos asfixiaron por el cogote mientras ellos lo hacían por el tobillo.
Hasta mañana. Para llevar la contraria a estos privilegiados, y tras un mes en la estacada, estaré con ustedes, asimismo, mañana sábado.

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