Han hecho caso omiso a mis recomendaciones. Y estamos
alcanzando un punto de paroxismo absoluto. He ubicado una foto con todos los
miembros de la corporación. Porque ellos son los llamados a que las aguas
vuelvan a su cauce, a que la normalidad se erija en el motor que mueva la
máquina. No pueden seguir tapando un hecho tan incontestable. Hemos depositado
nuestra confianza en ustedes y no deben virar la espalda ante una realidad que
no admite dudas.
Llevo años suplicando para que no se nos pierda nuestro
alcalde. Para que se desprenda de algunos de los cargos, pues corre el evidente
peligro de que en cualquiera de sus actuaciones le dé un síncope de
imprevisibles consecuencias. Que estalle como una carcasa de los Toste. Ha
llegado a un punto de no saber dónde se encuentra. Él, que su mano derecha
funciona muy bien. Ignora en qué posición debe situarse en el terreno de juego.
Y en ese maremágnum (traduzco: cacao mental) actúa como cuando menudo me
mandaban a coger hierba para los animales de la casa y pellizcaba aquí y allá
en los manchones que poblaban las pocetas de la platanera, hasta que llegaba mi
padre o mi abuelo y corregían mi enfermedad de saltimbanqui con un expresivo:
¡Todo ajecho!
Ruego encarecidamente a los realejeros, sin excepción de
ningún tipo, que se sumen a esta campaña. Hagan todo lo posible por la oveja
descarriada. A todos los creyentes practicantes, eleven sus oraciones por el
alma perdida. Repasen, por favor, los artículos publicados en Desde La Corona
(vamos a obviar los de Pepillo y Juanillo para que el sacrificio sea más
llevadero) y que versan sobre dicotomías y desdobles. Pero no dejen pasar más
tiempo. Yo no quiero que en el futuro se me acuse de inacción (ocio, holganza,
pasividad).
Coincido con la extrañeza de todo habitante sensato de este
noble pueblo, que no entendemos hasta qué punto el alcalde, máximo
representante municipal y, por ende, el primero que debe defender los intereses
de quienes aquí residimos, puede dejar al margen su primordial obligación.
Porque, y es uno de los tantos ejemplos de casuística tan dispar, si está en
una sesión plenaria del Cabildo, el cuerpo le pide ejercer de presidente del PP
tinerfeño y se rige por meros intereses partidistas. Y tanto él, como Sebastián
Ledesma, son capaces de votar en contra de que la institución insular nos
inyecte millón y medio de euros para la reforma de la carretera de La Montaña y
la remodelación de la plaza de Viera y Clavijo. Menos mal que la modificación
de créditos salió adelante con el apoyo del grupo de gobierno (CC-PSOE). De lo
contrario, hasta el ilustrado se hubiese bajado del pedestal a meterle dos
buenos cogotazos a alguno que le rinde homenaje por el Día de las Letras
Canarias y aprovecha para la foto de rigor.
¿Qué ocurre? ¿Qué piensan los dos realejeros populares cuando
se sientan en el edificio santacrucero? Pues que llevar a la consideración del
pleno expedientes de modificación de créditos implica una mala confección (un
parto irregular) de los presupuestos. Pero vengámonos para el pueblo:
Se presume en la Avenida de Canarias de ser de los primeros
ayuntamientos que cumplen con el requisito de tener aprobados los presupuestos
dentro de los plazos que la ley determina. En los que, normalmente, no tienen
cabida más visiones que las del grupo gobernante. Porque los consideran
perfectos, inamovibles. A imagen y semejanza de ellos mismos, mismamente.
El señor Domínguez, y su grupo, entiende (en el Cabildo,
claro) que acudir a las modificaciones de crédito significa reconocer que no se
puso todo el celo posible en la confección del presupuesto y por ello hay que
mover cantidades en diferentes partidas porque los cálculos no fueron los
adecuados.
Olvida (allá, en la capital) que este hecho es práctica
corriente en todas las administraciones y que, en consonancia con lo estipulado
en la Ley Reguladora de las Haciendas Locales, las modificaciones de crédito se
podrán realizar en los presupuestos de gastos de una entidad y en cualquiera de
sus organismos autónomos. Y son estos: créditos extraordinarios, suplemento de
créditos, ampliación de créditos, transferencia de créditos, generación de
créditos por ingresos, incorporación de remanentes de crédito y bajas por
anulación.
Toda actividad presupuestaria constituye, per se, un acto de
previsión. Sujeto a mil variables durante el desarrollo del ejercicio
económico. Por lo que, y basta acudir al Boletín Oficial de la Provincia, no
hay ayuntamiento que no eche mano de este procedimiento. Y lo curioso que lo
que se pone en solfa traspasadas las lindes de La Higuerita y/o Barranco Ruiz
es casi tan frecuente en Los Realejos como las delegaciones del cargo de
alcalde. Lo que significa que en estos nueve meses ya se han llevado a cabo un
buen puñado de ellas en la Villa de Viera. Y eso que nuestra carta económica
era modélica. Pues menos mal. Porque en bastantes números del BOP (18, 34, 56,
74, 78, 82, 85, 92, 93, 99, 101, 102, 106 y 107) los respectivos edictos dan fe
de que por estos lares también debemos recurrir a esta figura. Por lo que no
debe ser tan perniciosa como se nos pretende vender en otros foros. Ay, los
desdobles de personalidad. Qué peligro. A la par que infinita preocupación por
una persona tan joven y ya tan ida. Debe ser eso, que se va mucho.
Está de más, pero como uno también fue concejal de hacienda
(con minúscula porque la escasez era la tónica dominante), me apetece recordar
que el expediente deberá especificar la partida presupuestaria concreta a
incrementar y el medio o recurso que ha de financiar dicho aumento. Que podrá
ser con cargo al remanente liquido de tesorería, con nuevos o mayores ingresos
sobre los totales previstos y mediante anulaciones o bajas de crédito de otras
partidas.
Como se jactan de superávits, puede que esa sea la causa del
rechazo al millón y medio que se dejó reseñado con anterioridad. Si nos
bastamos, si somos autosuficientes, qué demonios esperamos para acometer las
obras en El Castillo, en la Avenida de Canarias, en Los Cuartos, en San
Vicente, en buscar salidas al polígono industrial… No, cuando me interesa por
mero rédito político, leña al mono (Carlos Alonso). Por su campaña fotográfica
y tal y cual. Y quita pa´llá que me tiznas.
Grave, grave, grave. Y no se lo tomen a broma. Esta película
no puede tener final feliz. Yo, por lo pronto, ya me escondo cuando lo
vislumbro en Mercadona. No sea que en vez de darme un beso, me muerda una oreja.
Uno no está al cabo de saber si va a reaccionar estilo alcalde, estilo
consejero, estilo cargos orgánicos o vete a imaginar. Me puse hace unas semanas
las gafas de sol y el sombrero y no me cambio el atuendo sino cuando me voy a
la cama. Sí, tú ríete. Cuando sea tarde, no vengas a decirme que tenía razón.
En resumen: salvemos al soldado Manolo. Y a los concejales
de la oposición, presenten, por favor (si debo ponerme de rodillas, no hay
problema), ruegos, preguntas, propuestas, mociones cuyo contenido guarde
relación con la enfermedad del alcalde. No pasemos a la historia cargando la
pesada losa de no haber sido capaces de atajar el achaque, de poner todo de
nuestra parte para que vuelva a imperar la razón. Como les van a responder el
clásico “estamos en ello”, quedará aliviada la conciencia, porque si ocurriera
u ocurriese un fatal desenlace ─aleja
de mí esos malos pensamientos─
tendríamos la excusa de que sus propios compañeros no hicieron cuanto a su
alcance estaba. Y sobre ellos recaerán maldiciones divinas. Amén.
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