viernes, 29 de septiembre de 2017

Nerviosismo popular

Lo ocurrido en la última sesión plenaria del ayuntamiento realejero viene a demostrar que este PP local, por mucho que lo intenten vender con besos, fotos, visitas, metopas, ramos de flores y todo un amplísimo elenco de halagos y baboserías, no es diferente del nacional de los recortes, faltas de diálogo y mando en plaza. En los escalones intermedios, tres cuartos de lo mismo. Hasta más gordo veo al Antona.
He sostenido hasta la saciedad que no es oro todo lo que reluce, que tras las fachadas solo existen mediocridades, que se escudan en caretas de cordero lechal (lo de la teta es algo innato) cuando por la retaguardia se presentan como lobos hechos y derechos. Te juro que pensé en otro animal contrahecho, carroñero y de risa histérica y alocada (The sounds of hyenas).
Demuestran permanentemente su incapacidad e ineptitud con salidas de tono, con una total falta de respeto hacia quienes son igualmente representantes del pueblo. Se creen impregnados de un barniz que los habilita para desempeñar cargos que cada vez les vienen más anchos. Cuando en realidad esta pátina los sigue aislando de la realidad circundante. La bola de cristal, esa burbuja aislante en la que se sienten dioses.
Lo de Manuel Domínguez no fue una simple salida de tono. La expresión de marras (“gane usted las elecciones y puede venir aquí a hacer lo que le dé la gana”), mientras presidía la reunión del máximo órgano de gobierno municipal, es la constatación, el ensayo palpable de una impericia sin límites. Del niño bien al que deberíamos reír gracias y ocurrencias.
Han subido un peldaño en la escalera de los despropósitos. Ya no les basta con el “estamos en ello” y era preciso hacer una demostración de fuerza. Ustedes no tienen que estar representados en nada. Nos bastamos, somos autosuficientes.
No, Manolo, están errados (ya lo escribiré con hache de seguir con semejantes actitudes) por completo. Lo de los populares realejeros, ejemplo típico del conjunto vacío en aquellos diagramas de Venn que marcaron una época matemática, es una prueba más del alcance de una torpeza que tiende al infinito. Porque si tuvieran un mínimo de inteligencia, no se adueñarían (un atraco a mano armada) de las propuestas que elevan los concejales de la oposición. Si ya trabajan en ellas, como de manera sistemática utilizan a modo de recurso, disculpa o justificación, las aceptarían y saldrían adelante con el voto unánime de la corporación. Luego, a la hora del rédito, ya se encargará el gabinete de prensa de remitir a los medios de comunicación las instantáneas gráficas que yo denomino del bien quedar. Junto, por supuesto, a los párrafos laudatorios de rigor.
La tozudez, tan característica del político sin mayores recursos, es nefasta consejera. Y va generando un sentimiento de rechazo en los cada vez más desengañados electores. Muchos de los cuales, ante la debacle de CC por sus no disimuladas peleas internas, o externas, mejor, depositaron la confianza en un grupo que con el devenir de su gestión han ido confirmando la escasa capacidad de valerse per se. Y a su evidente falta de recursos para llevar adelante las riendas, con una pléyade de liberados que raya el escándalo, que se jactan de ahorros mientras se hallan muchos servicios básicos desatendidos, se une la inmensa caradura de valerse del trabajo de la oposición.
Iba a escribir que te pasaste unos cuantos pueblos, pero me di cuenta de que eso lo haces todos los días. Y en los delirios de grandeza vas a tropezar con tu perdición. O en lenguaje más de andar por casa: te vas a est(r)allar como una pita.
A estas alturas de la película ya nada me extraña. Mientras unos deben asegurar sus garbanzos en sus curros respectivos y dedicar luego mucho de su tiempo libre al noble ejercicio de servir a los demás con generosidad exquisita, los otros, bien acomodados en sus despachos o luciendo palmito en sus paseos, viven al acecho. ¿Hasta cuándo? ¿Piensan, acaso, que el conjunto de la población está hipnotizado por miradas cautivadoras?
Me acerco a los setenta y no estoy sentado en un banco de la plaza contando batallitas. Me ejercito diariamente e intento dominar este maravilloso mundo que me brindan las nuevas tecnologías. Y cada vez somos más los que nos subimos a ese carro. En suma, grupo de gobierno popular, nos somos tan idiotas como para no darnos cuenta de que nos vendieron humo. Y no persistan con la jugada porque ya hemos calado las señas. Se les ve el plumero. Una caña, vale, pero ahora estamos en condiciones de pegar el envido nosotros. Un respetito es muy bonito. Pégale siete, compañero.
No, lo de Manolo no fue una mera salida de tono, sino el fruto de una erupción freatomagmática del subconsciente profundo. Dicho en tono más coloquial, le salió la vena. ¡Ah!, ese adjetivo tan raro no me lo sopló Javier Dóniz, sino que la wikipedia me dice que se trata de una erupción juvenil. Y a este equipo de gobierno, aparte de un buen chorro de agua le falta cierto grado de madurez. Algo que no se relaciona siempre con la edad. Es más bien asunto de la sustancia gris. Que tampoco guarda relación con formaciones universitarias. Sí, hay que explicarlo bien o te buscan las cosquillas.
¿Van entendiendo ahora el porqué de un comentario unos días atrás en el que ponía de relieve que ya no permitía que el alcalde me diera el beso en Mercadona pues lo mismo me mordía la oreja? Ya uno viene de vuelta. Y a los pimpollos los caza al vuelo. Disfraces, fachadas.
¿Van entendiendo el llamamiento a la colaboración ciudadana para que la enfermedad bipolar del alcalde (seguro que cuando le salió a Jonás por peteneras con la frase de marras estaba pensando en sus otras cosas) no fuera a más? ¿Eufemismos? Ojalá.
Uno que vivió en la finca de La Gorvorana, recuerda que en el esplendor de El Bosque (lo de Bosquito será ahora con la masacre), entre una diversidad vegetal importante, también existió algún tronco hueco en el que cabía uno de menudo en el juego de la escondidilla (escondite vino más tarde con las modernidades). Ahora pretenden otros (¿troncos?, ¿huecos?) disimular ciertos complejos echándose aquello mayor que lo otro. De no estar atados por el estipendio, la desbandada sería de órdago. Lo que ya suena en privado (esto no puede seguir así), no tardará mucho para convertirse en objeto pirotécnico. Háganme caso. Mi periodismo (ventajas de haber estudiado tarde) no es de garrafón. Y otro consejo, Manolo, que me encuentro generoso a las puertas de un nuevo fin de semana: Estás meando fuera del tiesto, estás chingando (en peninsular, salpicando) todo, y las gotas socavan esos cimientos que crees tan fuertes; ten cuidado: más alto subió la palma…
Y una décima en tu honor: Una palmera orgullosa / miraba desde bien alto / cómo barría el asfalto / una escobita hacendosa. / Vino una brisa ventosa / que al suelo la fue arrojando, / y al irse desgajando / se dijo en su fuero interno: / Ya me voy para el infierno / por estármelas echando.
Seguiremos en ello (el próximo lunes).

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