lunes, 9 de octubre de 2017

Miedos

Si este comentario se publica de manera automática en el primer minuto del día 9 de octubre (lunes), obvio es deducir que fue redactado con anterioridad. En el caso que nos concita, Miedos, en la sobremesa del domingo. Que coincide con los instantes en que mi nieto duerme un par de horas y me concede unos momentos para otros asuntos que no sean estarlo vigilando para que no baje la escalera sin acompañamiento o sentarme con él a ver Pocoyó. No entro en más detalles porque no vienen al caso.
Hemos vivido un fin de semana que me atrevo a calificar como impregnado de grandes dosis de angustias, recelos, aprensiones. Relacionado, en primer lugar, con las cuatro perras que solemos tener depositadas en una entidad bancaria. Las que tradicionalmente se conocen por las de “por si”:  por si nos pasa algo, por si una enfermedad repentina nos sorprende, por si fuera necesario echar un cable a un familiar cercano o por si cualquier imprevisto requiere un gasto extra.
Desde que empecé a trabajar tuve domiciliada mi nómina en CajaCanarias. Y ahí ha seguido hasta que las fusiones hicieron acto de presencia y pasé a militar en La Caixa. De los avatares catalanes y los cambios de domicilio social en determinadas empresas saben ustedes tanto como yo, pues los asedios (des)informativos nos han creado un estado de confusiones de tal calibre que acabaremos con guardar el puñado de euros al más puro estilo tradicional: debajo del colchón.
Como estas modernidades de Internet te permiten pedir cita con el asesor, o asesora, que tienes asignada en tu oficina, hoy lunes, a las 11 de la mañana, iré a hablar un rato sobre el tema. Amén de otros pormenores relacionados con el cambio de moneda. Debido, sobre todo (que no sobretodo), a que no tengo claro cuál va a ser la cotización exacta del ‘pujol’, por si debo realizar algún viaje, aunque sea con el Imserso, al noreste peninsular. No sé si alguien ha propuesto que los céntimos sean ‘puigdemones’. Me imagino que sí.
Atisbo, asimismo, otros miedos. Quizás más políticos. Y es que 2017 va enfilando su recta final, el 2018 se nos irá en un pispás y… nuevas elecciones. Que en el ámbito regional se antojan confusas. Pues el minoritario gobierno de CC, ahí está, con los tres estacones gomeros y punto pelota. Con un Clavijo al frente, currito como nadie, y echando pulsos continuamente porque sabe que el resto jamás se pondrá de acuerdo, más pendientes las formaciones políticas de arreglar sus desconchados que de mandar a los seudonacionalistas una buena temporada al banquillo de los suplentes. Fíjate tú que Fernando se olvida de que fue alcalde lagunero y lanza sonoro envido a los ayuntamientos, para pasar página al afer de las microalgas, espetándoles que gastan el dinero en fiestas y farolas y ni un euro en saneamiento. Puso un negro telón ante sus ojos y soslayó, entre otras menudencias, los mismísimos fuegos del Cristo. Yo creo que pensaba en mi alcalde.
Puede que lo de San Juan de la Rambla merezca capítulo aparte. Pero da la impresión de que mucho nervio aflora. Unos se valen de cierta emisora de radio amiga para persistir en la campaña de acoso y derribo a la alcaldesa. Otros recurren al presidente de un club de fútbol que se cree dueño y señor de unas instalaciones municipales y que ha venido haciendo a su antojo cuanto le ha venido en gana al considerar que el terreno de juego era como el patio de su casa. Hasta cobraba una renta a los aficionados a dar patadas a una pelota, como el que alquila una plaza de garaje. Los hay que olvidan pasados recientes y declaran tal sarta de memeces que insultan hasta el más corto (con perdón) del pueblo. Por último, a los que les sigue gustando la mención de los chicos, un consejo gratuito: hagan honor a la preparación que dicen tener. Si el temor viene por la posibilidad de que una buena gestión de la cosa pública puede producir un incremento de unos cientos de votos, lo que podría traducirse en una mayoría más holgada del actual grupo de gobierno, cambien de táctica o me da que más de uno va a desaparecer del Consistorio de San José.
Y es a mí al que le produce inquietud el comprobar los pactos, cada vez más frecuentes, con la Fiscalía de aquellos que, con medios suficientes para la negociación, evitan penas de cárcel quedando reducidas sus condenas a la mínima expresión. Tanto que la mayoría de la población entiende que todo el proceso judicial ha quedado en nada. O lo que puede ser peor, que han sido absueltos. Al no tan lejano caso de Casimiro Curbelo cuando se fue de juerga en la capital de España con su hijo para introducirlo en locales de dudosa reputación (ya lleva dos condenas a sus espaldas y sigue más campante que el Roque de Agando), se une el reciente del exceso de los límites fijados por la ley electoral (más de seis millones de euros) en los gastos de la campaña del CCN, el partido del recauchutado Nacho González. Qué suerte tan tremenda para una petición inicial de cuatro años de cárcel.
Dejaré pasar un tiempo para ver por dónde van los tiros en el PSOE canario. Desde “guerra abierta” hasta “aquí no ha pasado nada”. Las consecuencias de los cambios habidos en el grupo parlamentario, adoptados en la última reunión de su Comisión Ejecutiva, significan desde un duro revés para la isla de Tenerife hasta una lógica designación de afines al nuevo secretario general. Las elucubraciones de los diferentes medios de comunicación dan titulares del minuto de gloria. Mientras no se complete el panorama insular, queda mucha tela por cortar. Aunque no debemos olvidar que los socialistas son auténticos expertos en ponerse zancadillas. Y si vislumbran una piedra, hasta que no se den dieciocho mil estampidos, en ella seguirán tropezando. Es un partido al que no le hacen falta los enemigos. En casa se crían como hongos. ¿Miedo? Puede que lástima.
Estoy tras la pista de ciertas complicidades y estrechas relaciones empresariales con políticos de este Norte bien cercano y de cómo utilizan testaferros para ciertas acciones incompatibles con los cargos ostentados. La ley puede que permita resquicios, pero la ética, de la que se jactan hasta en la iglesia, entiendo que no. Me invade la sospecha.

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