Lo prometido es deuda. Y en el comentario
anterior lo dejé bosquejado. Solo he incrementado el calificativo de
insuficiente a deficiente. Porque si el primero significa no apto o idóneo (a
saber, la capacidad de un servidor para captar los mensajes de las
personalidades bipolares), el segundo sube un grado de categoría y pasa a ser
falto o incompleto. O mejor aún: Que tiene un defecto o que no alcanza el nivel
considerado normal.
Algo parecido ocurría en el sistema de
calificaciones de años atrás, de cuando uno transitaba todavía por las aulas.
Ya el muy deficiente era el último escalón, al que, normalmente, nadie
descendía. Aunque si se rescatase el procedimiento, me temo muy mucho que el
ayuntamiento realejero sería digno acreedor de una calabaza de tales
dimensiones. Algo así como la suma de todas las que he podido vislumbrar en los
días postreros del finiquitado octubre.
Como el PP sigue a pie juntillas que lo privado
funciona mejor que lo público (salvo en el apartado de liberarse todos para
cobrar de manera harto generosa de la ubre con más tetas de los contornos),
tuvo a bien encargar a la empresa de Luis Soria (el hermano del panameño José
Manuel) la gestión del alumbrado público realejero.
Como la concejala de Participación Ciudadana
nos recomienda que nos hagamos amigos del alcalde en Facebook (para que pueda
presumir de amplia nómina) y que a través de su muro le hagamos llegar
propuestas y sugerencias, cuestión sería que la susodicha acudiese a cualquier
gabinete psicológico para hacérselo mirar urgentemente. Porque si ella (y
Manolo) no han visto la cantidad de quejas que, desde todos los rincones del
pueblo, han elevado los abnegados sufridores de la noche por los reiterados
cortes (algo que con la plantilla municipal, desde los tiempos de Jaime, jamás
ocurrió), nos tememos que vamos a sufrir idéntica consideración con la que
tratan a los concejales de la oposición en las sesiones plenarias, es decir, ni
puñetero caso.
Sospecho que acabaremos pagando de nuestros
impuestos la reposición de tendidos y farolas. Aunque después quieran vender, como
en los paradigmáticos casos de los edificios de aparcamientos, que al
consistorio no le cuesta un euro. Seguro que la empresa alegará cualquier
excusa para justificar su postura ante las deficiencias en la red. Ya encontrará
un resquicio en las cláusulas del contrato para seguir engordando la cuenta de
resultados. Y es que con tanta oscuridad, los beneficios van a salir por la
puerta del banco donde tengan domiciliados los ingresos. Oh, fíjate tú que no
puedo indicarte el lugar de la foto porque no vi nada.
Triste, penoso el espectáculo que cada noche
podemos (no) contemplar por la amplia geografía municipal. Señala la Wikipedia que
negro es la percepción visual de máxima oscuridad, debido a la inexistencia de
fotorrecepción, por falta total de luz. Se asemeja a la coloración del carbón.
Y cantidades industriales de este mineral van a descargar los reyes magos cuando
el cinco de enero bajen de La Cruz Santa, uno de los tantos núcleos víctimas de
la privatización.
Pero la permanente campaña de mercadotecnia
suple carencias tan graves como la que dejamos reseñada. A pesar de que traigan
al señor Antona a contar mentiras (como la canción infantil de las excursiones)
cuando el alcalde eclipsó la reelección presidencial
de Adolfo con el anuncio de que volvía a presentarse, porque usted lo había
decidido al más puro estilo de la formación política “digital” por excelencia.
Yo voy el primero y que la del Realejo Alto y el de San Agustín se disputen el
secundar mi innegable prestancia.
Cuidado, no obstante, con los empalagos. Y el
hastío se va palpando. Porque para mantener servicios y esquemas que ya
signaron corporaciones anteriores, no es necesario tanto dispendio. El
organigrama político en la Avenida de Canarias acabará siendo más numeroso que
el funcionarial. Y más costoso. Para unos resultados demasiado negros. Tanto o
más que los sobacos de un grillo. Con parches y lunares esparcidos por los 57
kilómetros cuadrados del territorio.
Y si la concejala aludida añade el programa
electoral popular como el segundo vehículo de intervención en los destinos municipales,
ya me veo en el flamante hipódromo, reconvertido en auditorio al aire libre,
proclamando, cual avezado jinete, que mi pueblo dispone de unos accesos
increíbles, de un escape de la zona industrial, de un teatro, de unas casonas
que dan fe de una etapa histórica interesante… ¿Sigo?
Más sombras que luces. Muchas más. Pesan excesivos
marrones. Y uno se congratula de que la alternancia esté en un horizonte
próximo. Las tortillas de besos han empachado a más de uno. Y a más de una. Las
demasías son así.
En fin, no nos pongamos “sementales”, que
diría un amigo, y roguemos para que llueva. Pero que no se repita lo de
noviembre de 1826. Entonces sí que la oscuridad sería absoluta.
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