miércoles, 1 de noviembre de 2017

Alumbrado insuficiente

No acabo de entender –algo bastante normal en este corto de entendederas– cómo inteligentes analistas, de los que han resuelto el denominado problema catalán en tantas ocasiones como los vaivenes de Puigdemont (Puigcagón, para los íntimos) han puesto sobre el tapete, caen con una facilidad digna de análisis psiquiátrico en los planteamientos pueriles que la competición futbolística, española o europea, les excita. Creía que era materialmente imposible. Pero sería cuestión de matricular a tales ejemplares en cualquier escuela superior de prestidigitación. Porque los malabarismos superan con creces los ejercicios de funambulismo que aún pueden contemplarse en los escasos circos que recorren pueblos y ciudades de esta España nuestra. Bueno, por lo menos mía, sí. Nadie soy para atribuirme la representación de todos los que vivimos en El Realejo. Nativos, y a los que hemos dado cobijo. Porque cada  cual es libre de fijar su residencia donde crea oportuno. Incluso en país extranjero.
He podido repasar con suma atención las crónicas que han proliferado en las redes sociales. Y me alegro de seguir sin móvil, por lo que me he ahorrado el trabajo de sumergirme en los guasapeos. De lo contrario, dada mi innata curiosidad, puede que no haya podido sobrevivir ante la avalancha. Cuánta sabiduría se halla desperdiciada entre los teclados de cualquier artilugio. Cómo sabe la gente de lo que le echen. Se lo traga como el célebre burro Sarguito hacía con el millo. Los hay que entran en debate, allá por la línea veinticinco, y se lanzan a la aventura sin haber repasado los pareceres precedentes, con lo que se entra en un bucle la mar de curioso.
Debo reconocer, no obstante, que mis luces (si acaso de cruce) deben ser repuestas de manera inmediata. Tendré que intercambiar opiniones más a menudo con todos aquellos que van conformando la historia a través de mensajes cortos, de frases inconexas, pero de enjundiosos contenidos. Tan profundos en sus diseños políticos, que la historia será estudiada por las generaciones venideras en un compendio de recomendaciones casi telegráficas. Eso sí, de un calado que bien pudiera equiparase al de cualquier portacontenedores. Casi tocan fondo, por lo que hay que dragar diariamente.
A la par, y de ahí mi congoja y mi aflicción, activada la espoleta de un silbato y puestos a correr dos grupos de personas en calzoncillos, mientras otro, dotado del sonoro pito precitado, y que, supuestamente, debe dirimir diferencias entre los contendientes, se obra una transformación cerebral de tal calibre que la fuga de neuronas hacia los bajos fondos de los instintos más primarios, guarda una increíble semejanza con un reguero de hormigas que se guía por los dictados del primero de la fila sin que la opción de la discrepancia esté contemplada. ¿Analfabetismo funcional? Ya lo quisieran.

Se obnubila la razón de tal manera que aquel sujeto que por la mañana fue capaz de establecer causas, razones, motivos, premisas, hipótesis, porqués, pábulos, antecedentes, indicios… con unos fundamentos solo al alcance de mentes privilegiadas, no es capaz después de mediodía de entender que los apasionamientos no son buenos consejeros. Y se transforman, que es un disgusto, a peleles y guiñapos. Veletas que se mueven sin brisas ni alisios.

Con algunos he hablado, pero es batalla perdida. Como le enseñes un balón o le menciones al club de sus amores, salta un resorte y se convierten en autómatas. Y aquel ser, quizás hasta cargo público pasado, presente o futuro, que mostraba una lucidez digna de encomio, se deja arrastrar por la corriente del borreguismo más infame hasta el punto de no ser capaz de hilvanar dos líneas con un mínimo de sentido común. Balbucea, masculla entre dientes y plasma por escrito sandeces como la copa de un pino.

Deja Facebook, me espetó el último. ¿Y no sería más productivo y conveniente que lo hicieras tú? Puede que se despeje el terreno de juego y no existiría tanto offside.

À la prochaine. Fins la proxima. Until next time.

Nota aclaratoria: No te preocupes. Puede que en otra ocasión aproveche idéntico título para comentar las excelencias del alumbrado público realejero. El ahorro ya alcanza cifras de récord. Effico se sale en el capítulo de beneficios. Y Manolo, como siempre, ausente. El bobo, se va a sacar la foto al oscuro.

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