lunes, 8 de enero de 2018

Otro mejunje

Lo más interesante es que ha llovido. Unas aguas de las que denominamos ‘serenitas’ y que calan en el terreno de manera pausada. Toda una bendición. Aunque, y va la primera de este revoltillo de hoy, pude leer en cierto periódico que “el mal tiempo chafa los Reyes”. Hacía referencia a la nieve acumulada y el agua caída. Al periodista que redactó la información habría que castigarlo de cara a la pared por perverso y malvado. En un país (y las islas no son ajenas a la casuística) donde la sequía causa estragos, el mejor regalo que han podido traer los magos de Oriente no puede ser jamás causa de lamentos y desasosiegos. Ojalá este ‘mal tiempo’ haga acto de presencia en muchas ocasiones durante estos próximos meses.
Puede que el intrépido reportero haya visto las imágenes de los coches atrapados en la nieve (AP-6, trayecto Madrid-Segovia) y no tuvo la perspicacia de echar la vista atrás para recordar aquellas palabras del ministro de Fomento, Íñigo de la Serna, cuando calificó el temporal de enero de 2017 como ‘un cúmulo de hechos extraordinarios’. Aquel suceso en la A-3 (Madrid-Valencia) parece que de nada ha servido, pues la promesa de poner los medios necesarios para que no se repitiese el hecho, no solo ha caído en saco roto sino que un año después acontece tres cuartos de lo mismo. Así que caiga nieve, que llueva un mes seguido, que se empape la tierra y que los campos recobren su esplendor. No creo que los Reyes se enfaden. Es más, sigan trayendo regalos así. Presiento que somos muchos los que nos subimos al carro de estos deseos.
Como cada comienzo de año nos proponemos bajar de peso. Yo, sin ir más lejos, llevo unas décadas en ello. Pero me ha resultado más difícil que dejar de fumar. Quien no parece haberlo tenido tan complicado es el ínclito Paquirrín, que luce un nuevo aspecto con 20 kilos menos. Se ignora si hubo, asimismo, un descenso proporcional en la masa neuronal. No tanto por el problema psíquico que pudiera originarse, cuanto por la disputa entre algunos programas televisivos para hacerse con sus servicios. Aunque, pensándolo mejor, este sujeto encajaría de maravillas en medios, o cuartos, de comunicación bien cercanos. Y dado que Terelu Campos desea someterse a una liposucción, lo mismo se podrían matar (metafóricamente escribiendo) unos cuantos pájaros con la misma guindadera. Qué ganado.
El Papa ha animado a las madres para que den el pecho en público. A sus niños, claro. Y aunque ello signifique una muestra de amor, el que ocupa el vértice superior en la jerarquía eclesiástica (católica) se sigue jugando el puesto cada vez que realiza unas declaraciones. Los sectores más conservadores del Vaticano están que se tiran de los pelos. Francisco los trae por el camino de la amargura. Como hasta ahora todo se queda en capítulos de buenas intenciones y del decir al hacer siempre existe un largo recorrido, seguiré escéptico una temporada más.
Cuando atisbé la última de Casimiro Curbelo (“La ilusión no deja de crecer”), pensé que también había leído que “el número primo (no divisible más que por uno y por sí mismo) más largo del mundo tiene 23 millones de dígitos”. Como ignoro si tal descubrimiento resuelve alguno de los enigmas que la humanidad tiene planteados (distribución de la riqueza, hambre, penurias, catástrofes, guerras, conflictos…), deberé creer que la imaginación no tiene límites. Me gustaría ser optimista, pero muchas veces me apesadumbro. Sobre todo cuando veo cargos públicos que, tras toda una vida en coche oficial, persisten en los discursos del recién llegado. Si tal cuestión no denota agostamiento, que jubilen al Cristo de El Machal de manera definitiva, a ver si por contagio…
Solo los mayores nos acordamos de ella. Porque fue en 1965 cuando la cantante francesa France Gall ganó el festival de Eurovisión, representando a Luxemburgo, con la canción Poupée de cire, poupée de son. Y ahora, a la edad de 70 años, acaba de fallecer. En su ausencia toman carta de naturaleza algunos de los versos del tema galardonado: Mes disques ont un miroir dans lequel chacun peut me voir. Y a buen seguro seguirá, allá donde esté, tarareando: Mais un jour je vivrai mes chansons sans craindre la chaleur des garçons. Máxime cuando ese certamen musical ya no es lo que era. Ni comparancia, que decía un amigo. ¿La traducción? C´est très facile. ¿O no, Álvaro Hernández Díaz?

No hay comentarios:

Publicar un comentario