Falleció
Chiquito de la Calzada, genio del humor y renovador del idioma español. Ese fue
el titular que utilizó cierto periódico para dar a conocer el óbito de quien
marcara una nueva tendencia en los asuntos de hacer reír al personal. Se pudo
haber compartido su puesta en escena, sus formas o sus maneras, pero durante
años significó un nuevo concepto que la sociedad puso en valor,
independientemente de consensos y disensos. Como bien expresó el tocayo Jesús
Farráis: “Podría gustar más o menos, pero consiguió definir como nadie un
estilo propio, único y diferente”.
Ahora
bien, como simple maestro de escuela entiendo que el periodista se pasó, y no
un pelín, con lo de haber sido renovador del idioma español. Porque no creo que
ninguna de las acepciones del verbo renovar nos valga para la presente ocasión.
En todo caso, puede que todo lo contrario. Puesto que las ocurrencias y
variantes léxicas introducidas en sus chistes buscaban la complicidad del
público a través de la deformación, de la distorsión intencionada del rico y
amplio vocabulario de nuestro idioma.
Es otro
ejemplo más de querer enganchar desde el encabezado informativo, sin que, como
contrapartida, se aporte elemento alguno en el desarrollo que venga a ratificar
tal aseveración. Solo faltó al cronista reprochar a la RAE por no haberlo
nombrado académico con acomodo en el sillón H (de humor) mayúscula.
Si te
contara, no obstante, que no era mi intención comentar línea alguna de tan
luctuoso suceso, me reprocharías por haber cometido error semejante al que
cuestiono en los párrafos precedentes, máxime cuando ilustro el presente con
una foto del tristemente desaparecido. Pero te juro (o puedo prometer y
prometo) que la neurona pensaba en chiquito laja que está hecho el Arturo Mas,
quien pasara de muy honorable a muy fuerte liviano, sin visos de haber dejado
el mangoneo de Convergencia en el entramado del 3%.
Como
tiene pendiente depositar otros 2,8 millones de euros por haberse extralimitado
en sus funciones presidenciales, no se le ocurre mejor cosa que inventarse su
particular crowdfunding para recaudar
lo que los tribunales le demandan. Es más, el señor Mas, sin caérsele los
morros de vergüenza, hace cuentas previas y calcula que si todos los que
secundaron su particular huida hacia adelante se rascan un poco el bolsillo, conseguir
tal cantidad no implicaría mayor problema. No entra en su arqueo la posibilidad
de que responda al requerimiento con su patrimonio. No, esa contingencia no se pone
sobre el tapete. El mesías no está para asuntos tan terrenales. De las
menudencias que se encarguen los subordinados. Menuda jeta se gasta el
susodicho.
Con ser
digna de toda reprobación la actitud del sujeto, mayor culpa tienen aquellos
que secundan a estos impresentables que se han mamado (mamar es vocablo rico en
significaciones) el dinero a manos
llenas con sus trapicheos, andorranos o no, y siguen el juego de esta
extravagante ruleta rusa, con la salvedad de que jamás toca la bala a los
responsables del desaguisado.
Y peor
aún el conglomerado de ideologías tan dispares que se han subido al mismo carro.
Porque el compartir asiento significa evidenciar desmanes y desfalcos. ¿El fin
justifica los medios? That´s the question.
Pues
nada, me alegro de que la vaya bonito a Mas con su colecta ciudadana. Ya Puigcagón recauda en las comunidades flamenca
y valona la parte proporcional por si encontrara (o encontrase) en un futuro problema
similar. Pero le salen significados competidores en la peculiar disputa del caganer 2017. Y presiento que no va a
ser Forcadell la única. Chiquito circo.