lunes, 13 de noviembre de 2017

Chiquito

Falleció Chiquito de la Calzada, genio del humor y renovador del idioma español. Ese fue el titular que utilizó cierto periódico para dar a conocer el óbito de quien marcara una nueva tendencia en los asuntos de hacer reír al personal. Se pudo haber compartido su puesta en escena, sus formas o sus maneras, pero durante años significó un nuevo concepto que la sociedad puso en valor, independientemente de consensos y disensos. Como bien expresó el tocayo Jesús Farráis: “Podría gustar más o menos, pero consiguió definir como nadie un estilo propio, único y diferente”.

Ahora bien, como simple maestro de escuela entiendo que el periodista se pasó, y no un pelín, con lo de haber sido renovador del idioma español. Porque no creo que ninguna de las acepciones del verbo renovar nos valga para la presente ocasión. En todo caso, puede que todo lo contrario. Puesto que las ocurrencias y variantes léxicas introducidas en sus chistes buscaban la complicidad del público a través de la deformación, de la distorsión intencionada del rico y amplio vocabulario de nuestro idioma.

Es otro ejemplo más de querer enganchar desde el encabezado informativo, sin que, como contrapartida, se aporte elemento alguno en el desarrollo que venga a ratificar tal aseveración. Solo faltó al cronista reprochar a la RAE por no haberlo nombrado académico con acomodo en el sillón H (de humor) mayúscula.

Si te contara, no obstante, que no era mi intención comentar línea alguna de tan luctuoso suceso, me reprocharías por haber cometido error semejante al que cuestiono en los párrafos precedentes, máxime cuando ilustro el presente con una foto del tristemente desaparecido. Pero te juro (o puedo prometer y prometo) que la neurona pensaba en chiquito laja que está hecho el Arturo Mas, quien pasara de muy honorable a muy fuerte liviano, sin visos de haber dejado el mangoneo de Convergencia en el entramado del 3%.

Como tiene pendiente depositar otros 2,8 millones de euros por haberse extralimitado en sus funciones presidenciales, no se le ocurre mejor cosa que inventarse su particular crowdfunding para recaudar lo que los tribunales le demandan. Es más, el señor Mas, sin caérsele los morros de vergüenza, hace cuentas previas y calcula que si todos los que secundaron su particular huida hacia adelante se rascan un poco el bolsillo, conseguir tal cantidad no implicaría mayor problema. No entra en su arqueo la posibilidad de que responda al requerimiento con su patrimonio. No, esa contingencia no se pone sobre el tapete. El mesías no está para asuntos tan terrenales. De las menudencias que se encarguen los subordinados. Menuda jeta se gasta el susodicho.

Con ser digna de toda reprobación la actitud del sujeto, mayor culpa tienen aquellos que secundan a estos impresentables que se han mamado (mamar es vocablo rico en significaciones)  el dinero a manos llenas con sus trapicheos, andorranos o no, y siguen el juego de esta extravagante ruleta rusa, con la salvedad de que jamás toca la bala a los responsables del desaguisado.

Y peor aún el conglomerado de ideologías tan dispares que se han subido al mismo carro. Porque el compartir asiento significa evidenciar desmanes y desfalcos. ¿El fin justifica los medios? That´s the question.

Pues nada, me alegro de que la vaya bonito a Mas con su colecta ciudadana. Ya Puigcagón recauda en las comunidades flamenca y valona la parte proporcional por si encontrara (o encontrase) en un futuro problema similar. Pero le salen significados competidores en la peculiar disputa del caganer 2017. Y presiento que no va a ser Forcadell la única. Chiquito circo.

lunes, 6 de noviembre de 2017

Dimita usted, señor Domínguez

¿Soy yo, acaso, el único realejero que se preocupa por la salud mental del alcalde? ¿No hay nadie capaz de pensar que a una persona de cualquier edad cronológica, aunque aparente ser joven aún, hay que procurarle bienestar? ¿Vamos a seguir dejando pasar el tiempo sin que pongamos nuestro granito de arena para intentar acabar con este calvario? ¿Seremos tan malvados como para permitir que el trastorno vaya a más? ¿Ustedes no leen prensa, escuchan radio o ven la tele y captan los mensajes contradictorios de quien ya no sabe dónde le queda la mano derecha? ¿Van a esperar, pacientemente, a que explote… la situación?

Ahí los tienen en la instantánea, contentos y felices. Cuando dejen de lado la falsedad del bien quedar, los despropósitos vuelven a entrar en liza. Aunque debo reconocer que Carlos Alonso va ganando la partida. Se le ve más curtido en este tipo de batallas. Puede que sea, incluso, más inteligente. Cuando le interesa, deja un huequito para la golosina de la foto. Y eso a Domínguez le puede, no resiste la tentación. Todo ello a pesar de las permanentes incoherencias en las que tropieza el pluriempleado –deberá ser por eso– sin que sea consciente –y de ahí la gravedad del problema– de que mete la pata (o las dos) con pasmosa facilidad.

Viene a cuento la ilustración gráfica (Diario de Avisos), con la que complemento este artículo, porque se ha descolgado el presidente insular tinerfeño del PP (y a ratitos escasos, alcalde de Los Realejos, y a otros más raquíticos, consejero del Cabildo) y vocal de la Comisión Ejecutiva Nacional, con unas declaraciones en las que solicita dimisiones a troche y moche porque las carreteras están de pena. Y no hay derecho a soportar colas interminables. En resumen, que lo está haciendo rematadamente mal ese presidente (no olvidemos que se pasó del PP a CC) que, como contrapartida, está salvando los muebles a muchos ayuntamientos del Norte, aunque sigamos embarcados en la dinámica de que estamos abandonados. Si no fuera por el Cabildo, y puede ser uno de los tantos ejemplos, Puerto de la Cruz se moriría de asco. Puesto que si esperamos a que se le encienda la bombilla a Lope (y compañía), aviados vamos.

Nos indica la reseña informativa que, con cargo al Programa Insular de Mejora y Acondicionamiento de Instalaciones Deportivas, se va a invertir más de un millón de euros en Los Realejos. El montante más importante de la cuantía económica de los proyectos en el Pabellón Basilio Labrador y en el estadio Iván Ramallo corre a cargo de la institución que preside Carlos Alonso.

Parece olvidar el señor Domínguez cuando arremete (ahora y para subirse a la ola de las protestas que han hecho acto de presencia, fundamentalmente, en las redes sociales) contra colapsos y retenciones –la coyuntura de que el Partido Popular no forma parte en la actualidad de los gobiernos de Canarias y de Tenerife viene como anillo al dedo– que la historia de esta Comunidad es muy corta. Y con estas estocadas también embiste contra cargos de su formación que en un pasado reciente tuvieron tanta responsabilidad en sus cometidos como estos otros para los que demanda un cese fulminante.

Aunque a los realejeros nos duele, molesta y cabrea la dificultad para trasladarnos a la zona capitalina, también nos enerva que la Avenida de Canarias lleve cerrada ni se sabe. O que la carretera de El Castillo, de competencia municipal, se parezca a cualquier cosa menos a una vía que debe soportar un tráfico notable. Y de los asuntos más caseros, don Manuel Domínguez, no sabe o no contesta. Los obvia, pues es consciente (¿o ya no?) de que él está cometiendo idéntico pecado al que denuncia.

Transcribo literalmente dos pasajes de sus declaraciones: “Al menos en los dos últimos años, aunque este es un debate que dura ya tres décadas, lo único que ha hecho el Cabildo de Tenerife ha sido echar balones fuera, porque sus dirigentes solo asumen responsabilidades cuando le interesan, es decir, cuando tiene rédito electoral”. Y esta otra perla: “Se ha utilizado para montar el numerito de subirse a una guagua, dar rueda de prensa y hacerse fotos, pero cero soluciones hasta el momento”.

Sr. Antona, en el supuesto caso de sentirse capacitado (tengo mis dudas), haga algo, mueva ficha. Don Manuel no se encuentra bien. Le pueden los celos que siente cuando sale de su territorio. Es como el gallo expulsado de su corral que se ve como uno más ante la competencia que se le echa encima. El rey de las fotos, de montar numeritos, de buscar réditos electorales, hasta cuando la mujer lo manda a comprar a Mercadona de La Gañanía, se descuelga con afirmaciones que deberán aplaudir sus numerosos asesores del amplísimo espectro de mercadotecnia de que se rodea, pero que al más común de los mortales que se halle en su sano juicio le provoca vergüenza ajena. Ya me pregunto cómo demonios pudo licenciarse en Wyoming.

Por los mismos hechos que pone en solfa, señor Domínguez, usted se ha erigido en tan acreedor en Los Realejos, como Alonso en Tenerife, para que presente la dimisión ipso facto. No tiene legitimidad alguna para exigir a nadie lo que usted incumple en el pueblo que le paga tan generosamente. Siempre que la cabeza le esté funcionando adecuadamente. Asunto que dudo cada vez más, pues los desdobles de personalidad le juegan malas pasadas con intervalos cada vez más cortos. Y el particular no se arregla con eliminarme de Facebook. Como algún catalán. No esconda la testa como el avestruz. Esto es como el amor, ciego para el afectado, pero los demás lo notamos muchísimo. Cada vez que le hagan una entrevista o usted realice cualquier declaración, yo estaré al acecho. Y como diga o critique algo que usted contraviene en el pueblo, ahí me tendrá para echárselo en cara. Y hay muchos que me siguen directamente en el blog sin pasar filtro alguno. Como usted, o alguno de sus asistentes.

Pida la dimisión de Carlos Alonso, de Fernando Clavijo (al que va a apoyarle en los presupuestos) y de quien le venga en gana. Pero sea consecuente y dimita usted también por delitos similares. ¿Le sonaría la frase de ‘váyase, señor Domínguez’?

viernes, 3 de noviembre de 2017

Alumbrado deficiente

Lo prometido es deuda. Y en el comentario anterior lo dejé bosquejado. Solo he incrementado el calificativo de insuficiente a deficiente. Porque si el primero significa no apto o idóneo (a saber, la capacidad de un servidor para captar los mensajes de las personalidades bipolares), el segundo sube un grado de categoría y pasa a ser falto o incompleto. O mejor aún: Que tiene un defecto o que no alcanza el nivel considerado normal.
Algo parecido ocurría en el sistema de calificaciones de años atrás, de cuando uno transitaba todavía por las aulas. Ya el muy deficiente era el último escalón, al que, normalmente, nadie descendía. Aunque si se rescatase el procedimiento, me temo muy mucho que el ayuntamiento realejero sería digno acreedor de una calabaza de tales dimensiones. Algo así como la suma de todas las que he podido vislumbrar en los días postreros del finiquitado octubre.
Como el PP sigue a pie juntillas que lo privado funciona mejor que lo público (salvo en el apartado de liberarse todos para cobrar de manera harto generosa de la ubre con más tetas de los contornos), tuvo a bien encargar a la empresa de Luis Soria (el hermano del panameño José Manuel) la gestión del alumbrado público realejero.
Como la concejala de Participación Ciudadana nos recomienda que nos hagamos amigos del alcalde en Facebook (para que pueda presumir de amplia nómina) y que a través de su muro le hagamos llegar propuestas y sugerencias, cuestión sería que la susodicha acudiese a cualquier gabinete psicológico para hacérselo mirar urgentemente. Porque si ella (y Manolo) no han visto la cantidad de quejas que, desde todos los rincones del pueblo, han elevado los abnegados sufridores de la noche por los reiterados cortes (algo que con la plantilla municipal, desde los tiempos de Jaime, jamás ocurrió), nos tememos que vamos a sufrir idéntica consideración con la que tratan a los concejales de la oposición en las sesiones plenarias, es decir, ni puñetero caso.
Sospecho que acabaremos pagando de nuestros impuestos la reposición de tendidos y farolas. Aunque después quieran vender, como en los paradigmáticos casos de los edificios de aparcamientos, que al consistorio no le cuesta un euro. Seguro que la empresa alegará cualquier excusa para justificar su postura ante las deficiencias en la red. Ya encontrará un resquicio en las cláusulas del contrato para seguir engordando la cuenta de resultados. Y es que con tanta oscuridad, los beneficios van a salir por la puerta del banco donde tengan domiciliados los ingresos. Oh, fíjate tú que no puedo indicarte el lugar de la foto porque no vi nada.
Triste, penoso el espectáculo que cada noche podemos (no) contemplar por la amplia geografía municipal. Señala la Wikipedia que negro es la percepción visual de máxima oscuridad, debido a la inexistencia de fotorrecepción, por falta total de luz. Se asemeja a la coloración del carbón. Y cantidades industriales de este mineral van a descargar los reyes magos cuando el cinco de enero bajen de La Cruz Santa, uno de los tantos núcleos víctimas de la privatización.
Pero la permanente campaña de mercadotecnia suple carencias tan graves como la que dejamos reseñada. A pesar de que traigan al señor Antona a contar mentiras (como la canción infantil de las excursiones) cuando  el alcalde eclipsó la reelección presidencial de Adolfo con el anuncio de que volvía a presentarse, porque usted lo había decidido al más puro estilo de la formación política “digital” por excelencia. Yo voy el primero y que la del Realejo Alto y el de San Agustín se disputen el secundar mi innegable prestancia.
Cuidado, no obstante, con los empalagos. Y el hastío se va palpando. Porque para mantener servicios y esquemas que ya signaron corporaciones anteriores, no es necesario tanto dispendio. El organigrama político en la Avenida de Canarias acabará siendo más numeroso que el funcionarial. Y más costoso. Para unos resultados demasiado negros. Tanto o más que los sobacos de un grillo. Con parches y lunares esparcidos por los 57 kilómetros cuadrados del territorio.
Y si la concejala aludida añade el programa electoral popular como el segundo vehículo de intervención en los destinos municipales, ya me veo en el flamante hipódromo, reconvertido en auditorio al aire libre, proclamando, cual avezado jinete, que mi pueblo dispone de unos accesos increíbles, de un escape de la zona industrial, de un teatro, de unas casonas que dan fe de una etapa histórica interesante… ¿Sigo?
Más sombras que luces. Muchas más. Pesan excesivos marrones. Y uno se congratula de que la alternancia esté en un horizonte próximo. Las tortillas de besos han empachado a más de uno. Y a más de una. Las demasías son así.
En fin, no nos pongamos “sementales”, que diría un amigo, y roguemos para que llueva. Pero que no se repita lo de noviembre de 1826. Entonces sí que la oscuridad sería absoluta.

miércoles, 1 de noviembre de 2017

Alumbrado insuficiente

No acabo de entender –algo bastante normal en este corto de entendederas– cómo inteligentes analistas, de los que han resuelto el denominado problema catalán en tantas ocasiones como los vaivenes de Puigdemont (Puigcagón, para los íntimos) han puesto sobre el tapete, caen con una facilidad digna de análisis psiquiátrico en los planteamientos pueriles que la competición futbolística, española o europea, les excita. Creía que era materialmente imposible. Pero sería cuestión de matricular a tales ejemplares en cualquier escuela superior de prestidigitación. Porque los malabarismos superan con creces los ejercicios de funambulismo que aún pueden contemplarse en los escasos circos que recorren pueblos y ciudades de esta España nuestra. Bueno, por lo menos mía, sí. Nadie soy para atribuirme la representación de todos los que vivimos en El Realejo. Nativos, y a los que hemos dado cobijo. Porque cada  cual es libre de fijar su residencia donde crea oportuno. Incluso en país extranjero.
He podido repasar con suma atención las crónicas que han proliferado en las redes sociales. Y me alegro de seguir sin móvil, por lo que me he ahorrado el trabajo de sumergirme en los guasapeos. De lo contrario, dada mi innata curiosidad, puede que no haya podido sobrevivir ante la avalancha. Cuánta sabiduría se halla desperdiciada entre los teclados de cualquier artilugio. Cómo sabe la gente de lo que le echen. Se lo traga como el célebre burro Sarguito hacía con el millo. Los hay que entran en debate, allá por la línea veinticinco, y se lanzan a la aventura sin haber repasado los pareceres precedentes, con lo que se entra en un bucle la mar de curioso.
Debo reconocer, no obstante, que mis luces (si acaso de cruce) deben ser repuestas de manera inmediata. Tendré que intercambiar opiniones más a menudo con todos aquellos que van conformando la historia a través de mensajes cortos, de frases inconexas, pero de enjundiosos contenidos. Tan profundos en sus diseños políticos, que la historia será estudiada por las generaciones venideras en un compendio de recomendaciones casi telegráficas. Eso sí, de un calado que bien pudiera equiparase al de cualquier portacontenedores. Casi tocan fondo, por lo que hay que dragar diariamente.
A la par, y de ahí mi congoja y mi aflicción, activada la espoleta de un silbato y puestos a correr dos grupos de personas en calzoncillos, mientras otro, dotado del sonoro pito precitado, y que, supuestamente, debe dirimir diferencias entre los contendientes, se obra una transformación cerebral de tal calibre que la fuga de neuronas hacia los bajos fondos de los instintos más primarios, guarda una increíble semejanza con un reguero de hormigas que se guía por los dictados del primero de la fila sin que la opción de la discrepancia esté contemplada. ¿Analfabetismo funcional? Ya lo quisieran.

Se obnubila la razón de tal manera que aquel sujeto que por la mañana fue capaz de establecer causas, razones, motivos, premisas, hipótesis, porqués, pábulos, antecedentes, indicios… con unos fundamentos solo al alcance de mentes privilegiadas, no es capaz después de mediodía de entender que los apasionamientos no son buenos consejeros. Y se transforman, que es un disgusto, a peleles y guiñapos. Veletas que se mueven sin brisas ni alisios.

Con algunos he hablado, pero es batalla perdida. Como le enseñes un balón o le menciones al club de sus amores, salta un resorte y se convierten en autómatas. Y aquel ser, quizás hasta cargo público pasado, presente o futuro, que mostraba una lucidez digna de encomio, se deja arrastrar por la corriente del borreguismo más infame hasta el punto de no ser capaz de hilvanar dos líneas con un mínimo de sentido común. Balbucea, masculla entre dientes y plasma por escrito sandeces como la copa de un pino.

Deja Facebook, me espetó el último. ¿Y no sería más productivo y conveniente que lo hicieras tú? Puede que se despeje el terreno de juego y no existiría tanto offside.

À la prochaine. Fins la proxima. Until next time.

Nota aclaratoria: No te preocupes. Puede que en otra ocasión aproveche idéntico título para comentar las excelencias del alumbrado público realejero. El ahorro ya alcanza cifras de récord. Effico se sale en el capítulo de beneficios. Y Manolo, como siempre, ausente. El bobo, se va a sacar la foto al oscuro.