domingo, 27 de septiembre de 2020

Bien nos encanta un cuento (y 6)

Cuántos cuentos hay en los libros. Todos ellos mucho más bonitos que éste que te acabo de contar. Porque los cuentos se cuentan y nos cuentan. Y los hay de todos los gustos y colores. Como los yogures, por ejemplo.

En el semanario independiente El Regional (La Orotava, 25 de febrero de 1905, año I, número 9, páginas 1 y 2) encontramos un interesante artículo, “El amor á los libros”, que nos relata la importancia fundamental de estos “pequeños paralelepípedos, aprisionados entre ocho aristas”, donde se recogen los frutos más admirables del ingenio humano.

En referencia a la biblioteca que los contiene, compara sus armarios con un pequeño estado que es menester gobernar, con todos los placeres, desalientos y glorificaciones que sentiría el pequeño monarca que, no pudiendo ensanchar sus confines de estado cuanto quisiera, se consuela y divierte recorriendo continuamente lo poco que posee.

Respecto a la influencia que ese conjunto de libros puede ejercer en los niños:

Bueno es inspirar á la infancia el culto de los libros antes de que tengan amor á la lectura. Una habitación silenciosa donde de vez en cuando una persona inmóvil y seria, consagrada al pensamiento, deja en su imaginación huellas que trascenderán á su vida ulterior.

Yo también digo: bueno, nobles gentes de la Punta Brava, de la otrora María Jiménez, fíjense si soy viejo, si no les convencí, disimulen un fisquito. Y si logré atraer la atención y distraerles unos minutos, mejor que mejor. Sigan con las nobles causas. Y la lectura bien merece nuestros esfuerzos. En los libros se encierra todo lo maravilloso que podemos conocer desde los confines del universo. Y ahora, para concluir, para que el artista se sienta complacido, halagado y recompensado, después de que aplaudan mi osadía, les dedicaré unas coplillas alusivas a la festividad. Pero, venga, o aplauden o me guardo el papel en el bolsillo.

Gracias miles, noble gente, / por tamaña complacencia, / concédanme su indulgencia / si lo estiman conveniente.

A veces, se atreve uno, / y en buen lío se mete, / contra todos arremete, / ¡qué tío más oportuno!

A pesar de los pesares, / el libro no morirá, / adelante él saldrá, / por encima de avatares.

Si me permites, quisiera, / sugerirte la lectura / no me llames caradura, / mi intención ésa no era. 

El libro será tu amigo / y tu hogar la biblioteca, / allí hallarás a Babieca, / al Cid y también Luis Figo.

De todo tenemos “Día” / y es que todo celebramos, / pero a veces no pensamos: / eres libro luz y guía.

Es difícil dar consejos / en los tiempos actuales, / perdonen cuestiones tales / a un mago de Los Realejos.

Si quieres dar en el clavo, / te recomiendo que leas; / no digo: tele no veas, / pero no seas su esclavo.

Siempre busca la ocasión, / debes leer un ratito, / si quieres te lo repito: / “come libros con fruición”.

Se agotó la redondilla, / que es un cuarteto menor, / ya se marcha el orador, / se acabó la pesadilla.

sábado, 26 de septiembre de 2020

Bien nos encanta un cuento (5)

El padre pensaba que aquel terreno no era peligroso, ni había animales dañinos en las cercanías, pero empezó a preocuparse. Y se le olvidaron las lecciones que él recomendaba, por lo que, al no mirar bien por donde pisaba, se pegó un tropezón que casi se va de narices. Ya Mamadou iba a echarse una risotada, pero descubrió que el papá había tropezado con la tortuga de Mariama. Y como las tortugas son muy lentas, la niña no podía estar lejos.

Y la encontraron profundamente dormida al pie del árbol en el que se había puesto a descansar. Al levantarla, Mansour se percató de la hinchazón en la zona de la picadura. Rápidamente la trasladaron al poblado y le hicieron beber una pócima que conocían de sus antepasados, para que se le quitara el efecto del veneno que el animal había introducido en el cuerpo de la niña.

Pasaron muchas horas y Mariama no mejoraba. Ni despertaba. Lo hizo a los dos días, pero seguía mal. Y todos se dieron cuenta de que había transcurrido mucho tiempo desde que el escorpión la había picado. La mamá Ndiaye recordó lo que le había contado su abuela, cuando una persona logró salvarse merced a una extraña cura que le habían hecho en el gran poblado; allá muy lejos, donde el riachuelo se juntaba con el río grande, allá a donde se había marchado el misionero.

Y papá Mansour no se lo pensó dos veces. Preparó rápidamente la canoa, porque sabía que llegaría antes que caminando. Si remaba con todas sus fuerzas y aprovechaba la corriente que se producía por efecto de las últimas lluvias, pensaba que podría llegar en dos días y una noche. Además, por la selva tendría que cargar a la niña. Cogió una buena cantidad de pócima para mantener a Mariama despierta. Y se preguntaba: ¿llegaré a tiempo?, ¿no se dormirá para siempre por el camino?

Con las primeras luces del alba inició el trayecto. Mamá vigilaba a la niña y él remaba con todas sus fuerzas. Mamadou quedó en el poblado a cargo de unos amigos.

Transcurrieron los días. Parecían más largos que los otros. Mamadou no quería jugar. Estaba triste y se pasaba todo el día sentado a la orilla del riachuelo. No se bañaba, apenas comía y no podía dormir. Tanto pensaba que ni se había percatado de que había vuelto a llover y su cabaña ya no se mojaba por dentro.

Los amigos de papá Mansour, viendo la preocupación del niño, le pusieron un día, a la hora de la cena, unas gotas de un líquido que daba una planta muy rara y que servía para dormir a las gentes cuando les iban a curar alguna herida dolorosa para que no sintieran nada.

Esa noche el niño durmió profundamente. Y en sueños jugó con Mariama y la tortuga. Y en sueños salió con su padre a cazar grandes animales de los que aprovecharon sus pieles y su sabrosa carne. Y en sueños vio que llegaba al poblado una linda mujer de raza blanca que decía ser una maestra. Y que traía algo que ella llamaba libros, con dibujitos de colores. Y que aprendía a descifrar lo que ponía en ellos. Y en sueños se vio cruzando el riachuelo y llegaba al gran río y al gran poblado donde vivía mucha gente. Y lo hacía en una canoa que él mismo había construido…

Abrió los ojos y el sol ya estaba en lo más alto del cielo. Estiró fuertemente sus brazos, se frotó los ojos y bostezaba continuamente. Le parecía escuchar su nombre allá a los lejos:

─Mamadou, Mamadou, Mamadou.

─Cuántas cosas he soñado, se repetía. Hasta se me antojaba escuchar la voz de Mariama.

Volvió a tenderse en el mismo sitio desde donde veía las estrellas cuando estaba el agujerito en el techo, cerró los ojos y...

─Mamadou, Mamadou, Mamadou...

Sacudió la cabeza, pero ahora no soñaba. Aquella vocecita parecía real. Se levantó medio desconfiado y salió fuera.

─Mamadou, ya estoy aquí.

Por una esquina del poblado venía corriendo Mariama. Su corazón le dio un vuelco y se despertó del todo. Una inmensa lágrima rodó mejilla abajo y echó a correr todo lo que sus piernas daban. En medio del poblado se fundió en un larguísimo abrazo con la pequeña que sólo reía mostrando sus blanquísimos y bien alineados dientecitos. Papa Mansour y mamá Ndiaye también se miraron y sonrieron...

viernes, 25 de septiembre de 2020

Bien nos encanta un cuento (4)

Muchacho, te he contado tantas cosas de Mamadou, que se me había olvidado decirte que su hermanita tenía cinco años y se llamaba Mariama. Siempre se estaba riendo. Que yo recuerde, nunca la había visto llorar. Y cuando uno se ríe, enseña los dientes. Ella hacía lo mismo. Pero qué dientes más blancos. Más blancos que la ropa lavada con Ariel o Colón. Y perfectamente alineados. Sin aparatos ni boberías como los chicos de aquí.

Cerca del poblado había un riachuelo en el que se producía el baño diario. ¿Qué te pensabas, que los negros no se ensucian? Todo los días, baño, salvo cuando llovía, porque entonces había ducha. A veces removían mucho el agua y salían todos canelos, como envueltos en cola cao.

Casi todo el día estaban por fuera. La cabaña era sólo para dormir. No, no estés pensando mal. No hacían pis en el río cuando se bañaban. Eran más limpios que los de aquí, que van a la playa y... ¡chorrito va! Luego te metes tú en el agua y pasas por sitios en que está calentita. ¿De qué será? Como ellos vivían en la selva, se podían arrimar detrás de cualquier árbol y... ¿tú no has oído hablar de los abonos?

Un día, cuando Mariama tenía tres años y se encontraba jugando con una tortuga que el papá le había traído del río grande, aquél al que llevaba su agua el riachuelo que antes te conté, le entraron enormes ganas de hacer pis. Y se alejó en busca de un escondite. Pero iba distraída, sin seguir los consejos de papá, que le había dicho que se fijara siempre bien por donde pasaba. Cuando creyó estar en el lugar conveniente, empezó a vaciar los depósitos. Con tan mala fortuna que lo hizo encima de un escorpión grande y gordo que soñaba tranquilamente. Los escorpiones son animales tranquilos, aunque no lo parezca. Pero cuando sintió aquella inoportuna ducha caliente con que Mariama lo estaba regando, pensó que era un ataque del enemigo. Y se defendió como sabía. Sacó su poderoso aguijón y se lo clavó a la niña en el mismo sitio en que su hermano se había hecho daño cuando se le enganchó el taparrabos; es decir, en el culito.

A Mariama le dolió mucho la picada, pero no le dio importancia e inició el regreso a casa. Caminaba y caminaba, pero estaba desorientada. Todos los árboles se le antojaban iguales. Comenzó a sentirse mareada. Ella creía que era de tanto caminar, pero era el efecto del poderoso veneno del escorpión. Las ramas de los árboles parecían los brazos de enormes gigantes que querían atraparla. Todo comenzó a darle vueltas. Y se asustó mucho. Pero como pretendía ser como su hermano, se hizo la valiente. Pera ya las piernas no le respondían y se sentó al pie de uno de los pocos árboles pequeños que encontró y se quedó profundamente dormida.

En el poblado la mamá estaba empezando a preocuparse. Le dijo a Mamadou que diera una vuelta a ver dónde se había metido la hermana. Pero como no la encontró, se organizó la búsqueda. Papá Mansour pidió tranquilidad, la misma que él utilizaba cuando iba a cazar. Sabía que si se ponían nerviosos, sería mucho peor. Una vez calmados los ánimos, se distribuyeron los hombres. Las mujeres se quedarían en el poblado por si Mariama regresaba cuando ellos estuviesen fuera.

–¿Puedo ir contigo? –preguntó Mamadou.

El padre pensó que más tarde o más temprano tendría que aprender su oficio y como ésta era una buena ocasión para practicar, le respondió:

–De acuerdo, pero siempre a mi lado.

Al rato de haber salido, el pequeño ya creía saberlo todo. No dejaba de hablar, mientras papá, en absoluto silencio, observaba con suma atención, como las leonas cuando acechan a su presa. Tan entretenido iba Mamadou con sus alegatos que no se dio cuenta de una trampa de las que tenían papá Mansour y sus amigos en todo el bosque. Y se cayó dentro. Su padre se acercó al borde y le dijo:

–La primera lección ha sido un fracaso. Si hablaras menos y te fijaras más no pensarías que ya lo sabes todo. En la vida se aprende siempre, aunque tengas un montón de años. Se aprende de las plantas, de los animales. Y se aprende observando y no hablando tanto. Aprenderías si marcharas a mi lado en silencio; ni delante ni detrás, sino a mi lado. Y si quieres seguir conmigo, sal de ahí, porque no pienso echarte una mano.

Y con la misma siguió su camino. Sabía que el muchacho era un gran trepador y podría salir solo. En efecto, al instante, Mamadou estaba a su lado. Eso sí, caminando en el más absoluto de los silencios. El padre dijo para sí: “Esto marcha”.

jueves, 24 de septiembre de 2020

Bien nos encanta un cuento (3)

Pues la mamá cogió un buen puñado de barro, lo amasó bien en un charquito que había quedado de las últimas lluvias, lo puso en una hoja enorme de una planta parecida a la ñamera de la Plaza del Charco y...

─Toma, agárralo fuerte y ten cuidado, no te vayas a caer.

Pero no calculó bien el lanzamiento. El paquete remitido por correo aéreo fue directamente a la cabeza del chico. Como no pudo protegerse a tiempo, perdió el equilibrio y....

─¡Ay, ay, ay, aaayyyyy!

Voló sin parapente ni ala delta y aterrizó en el charco. Se pegó un partigazo de mucho cuidado. Se quedó estirado en medio de aquella agua canela y le entró barro hasta por el ombligo. Cuando pudo levantarse parecía un polo de chocolate, un mulato. Sólo se destacaban sus grandes ojos que brillaban como los faros de un coche en una noche muy oscura. Mamá Ndiaye, cuando vio que caía, intentó agarrarlo, pero a pesar de sus enormes esfuerzos no pudo evitarlo.

Pero no te vayas a creer que Mamadou soltó una lágrima después de haber inventado el puenting sin cuerda. Qué va, ni una. Era fuerte como una mula. Y estando su madre y su hermana delante, y el padre de caza, ¿te acuerdas?, él era el hombre.

Una vez fuera de la piscina, se mordió sus gruesos labios, se limpió los faros –perdón, los ojos─ y díjose para sus interiores íntimos de adentro:

─Tengo que intentarlo de nuevo

Y emprendió la segunda aventura, pero ahora lo haría a su manera. No estaba dispuesto a que otro envío postal lo alcanzase. Así que se amarró el paquetito a la cintura y otra vez camino a las alturas. Pero con una lección tenía bastante, porque en la segunda ocasión no hubo incidente alguno.

Se sentía feliz y dejó volar su imaginación. Ya se veía felicitado por papá cuando regresara de cazar. Creía flotar sobre una nube, sin darse cuenta de que todavía estaba sobre el tejado. Menos mal que se despertó, que si no se mete el segundo partigazo del día. Pero lo que son las cosas, hoy parecía que era ese día tonto que todos tenemos y que es mejor quedarse en casa acostado. Cuando bajaba, se le trabó el taparrabos y en la lucha por desengancharse se raspó todo el culito, que le quedó blanco como la nieve.

Él no sabía lo que era la nieve, pero sí sabía que cuando los negros se hacen un raspón se les quedaba de aquel color. No te extrañes, cuando nosotros los blancos nos damos un golpe se nos hace un morado, que con el tiempo se va poniendo negro. Pero como Mamadou era un niño negro, cuando se golpeaba le salía un blanco, para que se le notara. Porque, si no, cómo iba a presumir. Compruebo que ya has entendido mi título de “Los negros se hacen blancos”.

¿El taparrabos? No, no me he olvidado. Noto que son todos ustedes muy inteligentes y no piensan dejar escaparme una. Hubo un tiempo en que ellos no sabían lo que era verano ni invierno. Mucho menos el otoño y la primavera. Sólo sabían que por la mañana salía el sol y por la tardecita se ocultaba tras aquellas lejanas montañas a las que nunca habían llegado. Sabían que unas veces llovía, pero jamás sintieron frío. Ni sabían lo que era. Por lo tanto no tenían pantalones, ni calcetines, ni zapatos, ni tenis, ni camisas, ni siquiera calzoncillos. Ni falta que les hacía.

Solamente con un pedacito de piel de alguno de los animales que cazaban se tapaban aquello que diferencia a los niños de las niñas. ¡No te rías! Y lo hacían porque les daba un poquito de vergüenza. Que no la habían sentido desde siempre, sino desde cuando llegó el misionero. ¿Te acuerdas? Antes de eso no llevaban nada y se sentían libres y felices, naturales como la vida misma. Pero el misionero cuando vio a todo el mundo con aquello al aire se puso colorado como los pimientos de las ensaladillas y decidió convencer a las gentes del poblado para que usaran taparrabos. Y así fue. En vez de desnudarse uno, se vistieron muchos. Y lo que son las cosas, cuando se marchó, como antes te dije, siguieron con aquello tapado porque ya les daba cierta cosita volver a quitárselo.

Menos mal que Mamadou no llegó a conocerlo –se había marchado antes de él nacer─ porque con el enfado que tenía le hubiese colocado el taparrabos de sombrero. Claro, si no hubiese llevado taparrabos, no se hubiera enganchado; y si no se hubiera enganchado, no se hubiese raspado su culito; y si no se hubiese raspado el culito, ahora no tendría un ‘blanco’ que le estaba doliendo un montón; y si no le estuviese doliendo un montón, ahora estaría corriendo  detrás de las mariposas con toda tranquilidad.

miércoles, 23 de septiembre de 2020

Bien nos encanta un cuento (2)

En un lugar apartado de uno de esos países africanos que solemos llamar subdesarrollados –otros lo llaman el Tercer Mundo, y lo escriben con mayúscula para que destaque bien– y a los que en nada ayudamos, vivía una familia compuesta por los papás y dos preciosas criaturas. Claro, eran negros, casi tanto como su oscuro porvenir. Bueno, para que te hagas una idea, tan de negros como los sobacos de un grillo; más o menos.

Sé que es difícil para ti. Tendrías que dejar volar tu imaginación muy lejos. Y mientras vuelas olvida los yogures, natillas y flanes, la tele, el vídeo, el teléfono, internet, la nevera, la cocina, el cuarto de baño, los champús, las colonias, la cama, los coches, el cine, la disco, el colegio –¡¡qué bueeenooo! –, los libros –¡¡chachiii!! –... Olvídalo todo. Si no, difícilmente, entenderás este cuento.

El papá, Mansour, era cazador. De escopeta y rifle nada de nada, monada. Una lanza chiquita, que se te ponían los pelos de punta cuando se enfrentaba a un cuadrúpedo mucho más alto y gordo que él. Oye, te aclaro, para que no te pase como a un alumno de mi clase, que cuadrúpedo no significa eso que estás pensando. Porque tengo un amigo al que se le escaparon cuatro de esos gases y sigue siendo bípedo. No, señor, ni media palabra más; cuando yo me marche, agarras el diccionario y las buscas. ¡Ajá, faltaría más!

¿Por dónde iba? ¡Ah, sí! Muchacho, contemplar aquellas escenas de caza daba tremendos escalofríos. En cierta ocasión divisé una y estuve malo con fiebre treinta días con sus treinta noches. Menos mal que se juntaban unos cuantos y cada uno pinchaba por donde podía. Por supuesto que los animales se defendían. No es como el hombre blanco que tiene un armamento de campeonato. No, Mansour y sus amigos sólo mataban para comer. Y eso no puede ser pecado, porque los leones también matan cuando la tripa les hace cosquillas. ¿Que si se hacían fotografías, pensaste? Sí, hombre, y luego las mandaban para que salieran publicadas en Diario de Avisos... Lo más parecido a una cámara fotográfica era una cacharra para recoger agua en los escasos días de lluvia que la mamá había encontrado meses atrás. Con un agujero, claro. Otro día te voy a traer a un amigo para que te explique lo de la cámara oscura.

La mamá, como muchas de las mamás, se ocupaba de las cosas de la casa. ¡Qué risa, tía Luisa! ¿Qué cosas? ¿Qué casa? Una mísera choza, una cabaña pequeña y pobre, casi tanto como ellos, con un roto en el techo. Menos mal, ¿te acuerdas?, que apenas llovía.

Cuando el padre se iba de caza, es decir, cuando se vaciaba la nevera y ya no quedaba carne, el pequeño Mamadou, con sólo ocho añitos, se convertía en el hombre de la casa, perdón de la choza. Creo que me trincaste: claro tronco, titi, no había nevera, ni sabían lo que era la luz eléctrica. La única corriente que conocían era la del río.

Los alrededores del poblado –porque vivían junto a otras gentes y otras cabañas– era un terreno arcilloso. Cierto, con mucha arcilla, ese barro con el que hacemos figuritas. Algo así como la plastilina. Y a Mamadou se le ocurrió un mal día subir a taponar el agujero del techo. ¿Cómo? Ni ascensor, ni escalera mecánica, ni grúa, ni camión de los bomberos... ¡ni una burra! ¿No sabes lo que es una burra? Pues, no, amigo mío, no es la novia del burro. Es una especie de escalera pequeña... Oye, ¿y por qué no le preguntas al abuelo que cómo le quitaba el longo a las piñas en la platanera? ¿Tampoco sabes lo que es el longo? Pues, dos preguntas. Te las recuerdo: Abuelo, ¿qué son el longo y una burra? No te olvides. Ya me enrollé otra vez...

Subió Mamadou, arrastrándose como pudo, por aquella rugosa pared, y desde arriba gritó, orgulloso de su hazaña:

–Mamá, tírame un poco de barro.

Lo dijo en su idioma, pero es tan complicado que me he permitido hacer la traducción. Es tan rara su lengua que ni siquiera tienen diccionario. ¡Ah!, un buen día pasó por la tribu un misionero y se empeñó en civilizar a aquellas buenas gentes. Incluso intentó enseñarles la lengua... ¡No seas bruto, ésa no! Su idioma, su modo de hablar, para así poder entenderse mejor. Pero no hubo manera. Cuando lo trasladaron a una población mayor algunos años después, seguía entendiéndose por señas, porque él tampoco fue capaz de memorizar aquellas frases complicadísimas. Hecha, pues, la traducción, continúo. Por cierto, me había olvidado de decirte que la mamá se llamaba Ndiaye.

martes, 22 de septiembre de 2020

Bien nos encanta un cuento (1)

Fue por un Día del Libro. Corría el año 2001. Y al Colegio Público de Punta Brava me fui de la mano de un buen amigo, que hoy ocupa un puesto de relevancia en el organigrama de Diario de Avisos. Y allí, en la biblioteca, en medio de una nutrida concurrencia, acerté a decir:

Primero me llamó Agustín. Porque Agustín es un amigo. Que sólo nos vemos de vez en cuando, muy de vez en cuando. Por eso, quizás, somos amigos. Y me embarcó en una aventura tan bonita y sugerente como lo puede ser la lectura. Luego me llamó Juani. Y sentí algo de vergüenza. Estuve unos días dándole vueltas al coco. ¿De qué podría hablar, qué podría decir, qué podría contar?

Pensé si era oportuno contarles las carencias de cuando uno era joven, cuando no teníamos bibliotecas. ¿Cómo íbamos a tenerlas si no había un duro? Sólo un libro, gordo, pero no como el de Petete. En él, todas las materias: mates, natus, lengua... Pero no tenía ni un dibujo que animara su lectura. Me sacudí la cabeza y me dije: ¡No, no hablaré de ese pasado, es muy triste!

Apagué la tele porque no me dejaba pensar. A mis manos, sin saber cómo, llegó un libro titulado “Jugando a ser maestro”. Le eché una visual y me era familiar. Y se me encendió la bombilla: les hablaré de mis libros, de mis escritos, de mis artículos, de mis poemas, de mis historias... De pronto, se fue la luz. Y se apagó la bombilla, claro. Déjate de boberías, no seas presumido y cuenta algo de fundamento, algo que pueda interesar a grandes y chicos. ¡Claro!, ¿cómo no me había dado cuenta antes? Si todos somos chicos; a todos, por muchos años que hayamos cumplido, nos encanta el juego, el cuento. Y nosotros, los que nos llamamos adultos, para quedar bien, lo pasamos chachi piruli viviendo del cuento.

Hay un cuento hecho historia que me encanta. Narra las aventuras de dos hermanos de hace un montón de años llamados Pepillo y Juanillo. Ya lo sé. Son nombres raros. Ahora es lo más normal que se llamen Alazdair y Amsatu. Pero como eran pobres, así se quedaron. Pero como son muchas aventuras, he decidido que no hablaré de ellos.

Ya sé, haré un poema en redondillas, cuartetas o quintillas. ¡Jo!, ¿y si sale chungo? ¡Qué va! Porque si me queda mal y la gente se ríe, se me pondrá la cara más roja que un tomate y pueden pensar que me eché unos litros de vino tinto de La Perdoma.

Vamos a ver: serénate, tranquilízate, cuenta hasta dos millones cuatrocientas cincuenta y nueve mil quinientas veintiocho, sube al Teide caminando, en marcha atrás, y desahoga tus inquietudes en la Punta del Veril.  ¿No se celebran estos actos para dar realce y esplendor a las bibliotecas, a los libros? ¿No conmemoramos el Día del Libro un 23 de abril para recordar a ese hombre llamado Miguel de Cervantes del que heredamos ese Ingenioso Hidalgo D. Quijote de la Mancha y su célebre escudero, medio barrigón, llamado Sancho Panza? Pero a lo mejor te sorprendo si te digo que allá por 1920 el Día del Libro se hacía el 7 de octubre, porque fue un 7 de octubre cuando nació ese autor. Ahora nos ha entrado la manía de celebrar las cosas en los ocasos, en las postrimerías. No conozco a ningún muerto que se haya alegrado porque lo hayan condecorado.

Te cuento un secreto: cuando les encargo a los alumnos en clase que escriban algo, en muchas ocasiones me animo y empiezo yo también. Una vez, mientras ellos redactaban un cuento navideño, me entró sana envidia en contemplarlos tan entusiasmados y me contagié. El resultado fue la participación en un concurso convocado por el ayuntamiento de mi pueblo. Y te puedo asegurar que hubo un éxito rotundo. Este maestro que juega a un montón de cosas, menos a fútbol, porque ya está viejo, no se ha vuelto a presentar. Pero sus alumnos sí. Y los éxitos han seguido. Y como sé que al amigo Agustín le ha ocurrido tres cuartos de lo mismo, desde aquí aprovecho para que en otra ocasión les lea uno de los suyos. Yo he leído al menos uno. Y flipas con su lectura, tío. Es un cuento de La Orotava, de La Villa. Y creo que también tiene alguno del Puerto.

Por cierto, ahora que me acuerdo, hace de esto unos mil quinientos años, cuando yo era mucho más joven y daba clases en un lugar llamado La Puntilla, que está muy cerquita de la actual bolera del Hotel Panorámica ─¿te sitúas?─ escribí un cuento que luego leí a los chicos al final de curso. Me dio un tembleque que parecía un polo derritiéndose al solajero en Playa Jardín. Lo titulé “Los negros se hacen blancos”. ¡Ajá, ya está, bombilla encendida! Han pasado unos diecisiete años, pero como me encuentro bien aquí entre ustedes, lo voy a recontar. Será, entonces, un recuento. Y espero no hacer un refrito repentino, porque responsablemente me reprobarían y recriminarían mi falta de responsabilidad. Repito, reitero: reclamo rápidamente respuesta urgente. ¿Sí?; vale, otro. ¿No hay más? Vamos allá.

No, no es tan rápido. Al contrario, es un cuento parsimonioso, tranquilo, de los tiempos en que se vivía más lento, con más sosiego. Y no hay reyes, ni princesas, ni hadas, ni duendes, ni castillos. Los personajes no son de ojos azules y cabellos rubios. Y los animales son de lo más normal. Ni dragones de siete cabezas que echan fuego como los volcanes, ni vacas locas, ni elefantes voladores, ni focas malabaristas, ni pingüinos de elegante frac... ¿Cómo? ¡Ah!, que comience ya. Vale.

lunes, 21 de septiembre de 2020

Afrodita A

Como llevo unos días importantes de curro doméstico –pinturas o adecentamiento en general, y la pensión no me da para contratar a profesionales (¿no querías una casa grande?, fastídiate)– este domingo (ayer) me acordé de la susodicha cuando al inicio de cierto informativo de televisión observo que los presentadores –me imagino que a la señal del regidor (personificación del realizador en el plató)– se quitan las mascarillas. Y como no acabo de entender la boutade, lo primero que se me ocurrió decir: “mascarillas fuera”.

Claro, y el recuerdo acudió nítido. Afrodita A era la compañera de Mazinger Z, operada (o dirigida, conducida, manejada, como prefieran) por Sayaka Yumi, ayudante, pues fue construida inicialmente como robot de carga, de Koji Kabuto, quien, a su vez, era el protagonista de la serie japonesa y conductor del primer robot gigante tripulado, precursores que fueron del denominado género mecha.

Con apariencia de una joven de 18 años y llamativo color fucsia, con cara, tórax y extremidades anaranjados, cabeza roja y ojos amarillos, destacaba, no obstante, por sus dos poderosas armas (misiles) en cierta parte de su anatomía, de manera que cuando entraba en combate con otras bestias mecánicas recurría al “pechos fuera”.

Ante las reiteradas quejas de Koji (Mazinger Z) por su lentitud y bajo nivel de potencia, tras las múltiples reparaciones (siempre quedaba como pura chatarra en cada combate; luego llegaba el fulano y arreglaba el entuerto), el doctor Hell la destruye en el episodio 74 y es reemplazada por Diana A. La pobre no fue capaz de sobrevivir ni contando con esas dos vigorosas razones. Pero nos tuvo entretenidos durante una época.

Los tiempos han cambiado y ahora disponemos de una oferta mucho más amplia. Cuando mis nietos se ponen a ver sus pasatiempos preferidos en las tabletas, te juro que no me entero de nada. La sofisticación ha alcanzado cotas inimaginables y como uno quedó anclado en un pasado no muy lejano cronológicamente, pero sí en el mundo de la digitalización, a duras penas renquea ante el ordenador cada día.

Por ello agradezco el gesto de las mascarillas. A pesar de reconocerlo como una solemne estupidez, al menos tiene la virtud de que me hagan rememorar pasajes de años idos. Y en la actualidad me conformo con ver las etapas del Tour de Francia. Con imágenes aéreas que te ponen los dientes largos ante la inmensidad de paisajes y lugares de Los Alpes, verbigracia. O de la odisea de Tadej Pogacar el pasado sábado en una subida prodigiosa a la Planche des Belles Filles y erigiéndose, a sus 21 años, en todo un referente en el mundo del ciclismo.

Y ya que he hecho mención a los telediarios –aunque deban perdonarme el maremágnum– los brotes de positivos por Covid19 en Canarias siguen siendo altamente preocupantes. Pues la irresponsabilidad genera un caos de consecuencias imprevisibles. Diera la impresión de que cada uno de nosotros necesita un policía a su lado a modo de ángel custodio. Algo completamente inviable. Por lo que o tomamos conciencia de que nos jugamos mucho en este envite del bicho, o los lamentos no serán suficientes para levantarnos de la tremenda crisis. Como los ayuntamientos, además, se encuentran con plantillas muy reducidas y los agentes no pueden abarcar todos los ángulos de la complicadísima problemática, se debe acudir permanentemente al voluntariado para que supla incluso funciones para las que no están habilitados, con el consiguiente peligro de que una desgracia sobrevenida acarree otros peligros no previstos.

Para todos esos niñatos que se creen muy machotes a los que nunca les va a pasar nada, ni siquiera contagios, me gustaría contar con la presencia de Afrodita A para que les lanzara un pecho a modo de aviso, guardando el otro por si se ponen farrucos. Lo malo es que, y vuelvo a la tele, lo mismo son asiduos a programas en los que los intervinientes (tertulianos) constituyen un ejemplo a imitar sentándose cuatro en un espacio de dos metros longitudinales. No sé si valdrá el recurso de animar las farolas que MD puso en la entrada al pueblo por Los Barros. Indagaré.

viernes, 18 de septiembre de 2020

Delito de odio

El fiscal contra los delitos de odio y discriminación, Alfonso Aya, ha solicitado al Tribunal Supremo que abra diligencias penales contra Francisco Javier Ortega Smith-Molina por sus declaraciones (octubre de 2019, precampaña electoral) sobre las Trece Rosas, las jóvenes fusiladas en agosto de 1939 como responsables de un delito de adhesión a la rebelión. Del Consejo Permanente de Guerra, del inspector Conesa y de otros tristes y lamentables hecho al respecto, puede servirte de guía la Wikipedia, por ejemplo.

El diputado de Vox no se limitó a señalar que lo que hacían realmente era torturar, violar y asesinar vilmente, sino que luego se ratificó en su cuenta de Twitter: “Si tanto quieren memoria histórica, que no se pongan tan nerviosos cuando les recordamos que no eran 13 rosas, eran 13 asesinas”.

Sostiene el fiscal que el discurso realizado “conlleva un evidente alcance, independientemente de su intencionalidad, y que el autor debe suponer, razonablemente, sus efectos discriminatorios e, incluso, incitadores al odio y a la hostilidad”. Por consiguiente, se entiende que estas palabras “no solo suponen un ataque a la dignidad de las personas, sino también un  peligro potencial, pero asimismo real, para las mismas, al incitar a terceras personas al odio sobre un colectivo basado en su ideología, creando, o incrementado, un peligro para tal grupo o sus componentes”.

Tómate los tres párrafos anteriores como preámbulo del meollo. Que no es otro, ahora que el turismo se encuentra bajo mínimos, que el encarecido ruego a la consejera Castilla para que curse invitación al señor fiscal que se deja mencionado, a unas vacaciones, tipo todo incluido, en (el) Puerto de la Cruz. Con una condición: que la tele de la habitación del hotel esté sintonizada en un antro audiovisual, perteneciente al Grupo Cadena Media (la cadena nacional de televisiones más veterana y AHORA única en España, formada por las emisoras locales, provinciales y autonómicas más importantes).

Como contraprestación al gesto, don Alfonso Aya, deberá elaborar, y elevar al órgano competente, un dosier (conveniente sería adjuntar vídeo) con los contenidos de al menos dos programas de su parrilla (o rejilla: esquema o cuadro de programación). Y en el supuesto de que no sea capaz de aguantar semejante sacrificio ante la caja tonta, verá reducida su estancia en tantos días como… blasfemias, injurias e improperios, perdón, en qué estaría pensando yo… ausencias no justifique ese par de horas (aproximadamente) durante los días de la semana que estime conveniente dedicar al ejercicio de marras. Tal libertad para el acomodo ante el aparato se debe a las repeticiones. ¿O arcadas? Vamos, más que las provocadas por un bocadillo de sardinas.

Estoy plenamente convencido de que va a encontrar muchos más elementos de juicio (con dobles esta vez) que en lo manifestado por Ortega Smith, aunque no dejo de reconocer la gravedad de las mismas. Fíjense ustedes que con tales antecedentes, si serán cancaburradas las que se escuchan en ambientes más reducidos. Y menos mal. A no ser que los fiscales de estos contornos consideren que existe un derecho al insulto, que se traduce en poner a caer de un burro a todo aquel que por la más nimia razón se intuya no voxiano. Y con unas formas y maneras, amén de un exquisito léxico, que si se tratase de una película (inviable en los tiempos que ellos añoran), sería calificada, como mínimo con dos equis. Pues si con una se engloban no solo las de contenido pornográfico, sino aquellas que manifiesten de forma clara una apología de la violencia, con descripciones detalladas de daño físico grave, crueldad y actitudes degradantes o inhumanas, estarás conmigo que con relación a esto último (porque, para más inri, son católicos, apostólicos y romanos, que ponen a Dios por testigo en sus cruzadas escatológicas), algunos superan con creces tales límites.

Hazme el favor de no reírte que no está el horno para bollos. Pero estoy completamente seguro de que has puesto el retrato (o varios) a lo especificado al final del párrafo anterior. Y lo mismo nos quedamos cortos. Y agárrate que vienen curvas cuando comience la tramitación de la Ley de Memoria Democrática. En fin. Menos mal que esta idea turística nos puede ayudar a poner las cosas en su sitio. Y de camino se podrían sacar de la gaveta no sé cuántos expedientes. Cuyas propuestas de resolución duermen el sueño de los (in)justos.

Disfruten del fin de semana.

jueves, 17 de septiembre de 2020

Protocolo COVID

Pienso –espero no ser el único– que las autoridades están actuando de la mejor manera posible en el tratamiento (o ataque) de esta pandemia que nos asola (y azota). Porque no creo que se esté haciendo peor en España que en otros países del mundo. Es verdad que el bicho nos ha trincado a todos en flagrante fuera de juego, con el paso cambiado. Y se ha tenido que adoptar medidas sobre la marcha (improvisar) sin el necesario periodo de reflexión. Pero aun así, el balance es satisfactorio. Lo manifiesto en el convencimiento de que algunas naciones que presumen de potencias mundiales no salen mejor paradas. Pero la crítica es libre (y sana) y en el contraste de pareceres cada cual arrima el ascua a la sardina que mejor le convenga. Y no me refiero, únicamente, al juego político del y tú más o si yo hubiese estado en tu lugar.

El problema radica, a mi modesto entender, en cómo los medios de comunicación nos están vendiendo la (des)información al respecto. Porque en unos tiempos en que todos las pasan canutas –incluso los vendidos al mejor postor– no se han enfundado el mono de trabajo y se han puesto a la labor de mostrar a su público, a sus lectores, a sus consumidores, en suma, noticias debidamente contrastadas. Se han prestado al juego de la improvisación de manera temeraria en asunto tan controvertido.

Hace dos días se inició el curso escolar. De una forma atípica, con temores y sobresaltos. Porque el riesgo cero no existe y la chispa puede saltar en cualquier momento. Las declaraciones se suceden y pudimos comprobar (malditas imágenes y condenados móviles) a los mismos padres (madres) que protestan ante el peligro a que íbamos a someter a los alumnos, que se arremolinan en el exterior del centro, tanto a la entrada como a la salida, pasándose sus propias quejas por cierto lugar de su anatomía.

Me centraré ahora en unas pinceladas que guardan relación con los centros que no pudieron tener un arranque normal. Y que vienen a demostrar la escasa seriedad en el tratamiento de las noticias por parte de quienes se califican como periodistas. La Televisión Canaria –una de mis debilidades, lo reconozco y lo siento– se ha hinchado de repetir que en estos supuestos se han hecho pruebas PCR (Polymerase Chain Reaction: reacción en cadena de la polimerasa) a todo el personal dependiente de la Consejería de Educación. Mentira cochina. Rotunda falsedad. No es verdad. No sé si fallo de la Administración a la hora de activar el protocolo, reticencias por atender otras prioridades u otras inconfesables razones, pero lo cierto es que en alguno de los colegios implicados ese requisito no se ha cumplido.

Diario de Avisos publicaba el 13 de este mes lo siguiente: “Según fuentes consultadas se trata de un docente que ha dado positivo por covid19. Quedará aislado, mientras que el resto del personal del centro (hace alusión al CEIP Ángel Guimerá –en la foto– de San Juan de la Rambla) deberán* someterse a pruebas por lo que, por una cuestión de tiempo, no llegarán en fecha al inicio del curso”. Viene el asterisco a cuento de la concordancia entre sujeto y verbo de la oración. Corrección gratis, periodista. Es algo tan elemental que se estudia en primaria. Si el coronavirus no se atraviesa.

¿A qué fuentes habrá ido el autor del párrafo precedente a consultar? A la Fuente del Bardo seguro que no. Y con respecto a que Educación ha activado el protocolo con respecto al profesorado, solo sugerirle que lo concrete. Porque hay mucha laguna en el asunto y que cada cual se busque la vida como mejor pueda, no creo sea el camino correcto a establecer. Y, además, ¿sigue convencido de que se trata de un profesor?

Última perla. También en Diario de Avisos, pero del 15 de septiembre (anteayer): “El CEIP Ángel Guimerá y el IES Barranco Las Lajas no comienzan hoy ante el positivo de un docente”. ¿Comparte centro ese docente? Porque si es profesor del IES no lo será del colegio. Y a la viceversa. Y si es solo uno, ¿por qué cerrar los dos centros? O se trata de uno y uno. Y de ser en el de San Juan de la Rambla, ¿le siguen informando sus fuentes, dos días después de la perla anterior, de que es un maestro el afectado?

Me da que en esta hoguera hay más de un pirómano echando leña. Y que el artículo 20 de la Constitución (ese de la información veraz) debe ser suprimido. O, en su defecto, coger a todos los medios de comunicación y ponerlos en cuarentena. A ver si mejoran. Menos mal que los alumnos nos están dando cachetadas con su exquisito y ejemplar comportamiento. Lo mismo va a resultar que sean los blogueros quienes pongan cordura y fundamento en el mundo periodístico. Una indudable ventaja tenemos: no estamos sujetos a dictados ni cortapisas. Hasta mañana.

miércoles, 16 de septiembre de 2020

Obras RAM

Si yo estuviese seguro de que hoy es la última vez que escribo de este particular, ahora mismo iniciaría un baile sobre una pata sola que duraría hasta que el cuerpo me diga basta. Porque cuando Sandra Pérez era la concejala de educación del ayuntamiento realejero, en más de una ocasión comenté anomalías en su gestión. Y entre ellas estas obras de Reparación, Adecuación y Mejora, que se acometen –se debe, por razones más que obvias– durante el verano. Recuerdo unas en el colegio que fue mi lugar de trabajo durante más de dos décadas, Toscal-Longuera, que casi se empatan con las del curso siguiente.

Creía uno que con esta mayoría aplastante del Partido Popular –máxime cuando todos están liberados y cobrando (bastante bien) de la teta pública– este mandato iba a transcurrir no solo de una manera placentera sino que la efectividad se iba a demostrar con creces. Nuestro gozo en un pozo. Porque la actual concejala del ramo no muestra mejores hechuras. Es más, quizás añoramos a la predecesora. Y como debe esperar –los otros también– a que el jefe regrese del Parlamento (o de Madrid, cuando se tercia) para que dicte las órdenes convenientes, así nos va a los realejeros, que debemos sufrir las ausencias del licenciado en Wyoming. Cuando él enseñe el título, hago yo lo propio con mis cursos (por correspondencia) AFHA de electrónica, radio y televisión.

Le ha tocado el turno ahora al CEIP Pérez Zamora. Que ha debido solicitar la pertinente autorización a la Dirección Territorial de Educación para posponer el inicio del curso. Manuel Domínguez (debo personalizar en su cargo toda la responsabilidad), tan dado a las desapariciones (¿por qué no me haces el favor de repasar las publicaciones del Boletín Oficial de la Provincia y sumas los decretos de un año, por ejemplo, y cuentas las veces en que delega la alcaldía en Adolfo y/o Noelia?), y a pesar de que los alumnos no pisan el centro desde el mes de marzo próximo pasado, no tuvo tiempo de ordenar la redacción de los proyectos. ¿O será culpa del maldito Cabildo, como lo del muro de La Montaña? Por cierto, tengo que llamar a Tomás Félix García Pérez, director insular, y no he podido porque estoy de un curro subido en mi casa con las pinturas veraniegas. En estos instantes estoy tecleando estos párrafos y pensando en dar la segunda mano a unos hierros de la entrada.

Que sí, te concedo el beneficio de la duda y le añado el cincuenta por ciento de margen de error. Claro que el mejor escribano comente un fallo. Si yo te contara. Y que errar es de humanos. Y que todos podemos meter la pata. Pero no es la primera, mi hermano. Ni la segunda. Es tan recurrente el asunto en el arranque de cada curso, que ya cansa. Me queda el consuelo de que en los momentos actuales de pandemia, a Manolo no le vale el recurso del besito. Y lo mismo se despierta más gente de ese amplio colectivo de obnubilados.

Quod natura non dat, Helmantica non praestat. Lo que la naturaleza no da, Salamanca no lo otorga. O en román paladino: no le pidas peras al olmo. En épocas de bonanzas, de vacas gordas, gobernar es muy fácil. Pero cuando los obstáculos aparecen y es necesario echar mano del ingenio y de la preparación para acometer una gestión que palíe la zozobra ciudadana, ahí te quiero ver. Y nos percatamos de carencias notorias, de vacíos sangrantes. Que no se suplen con diplomas académicos (o de academia consorciada con universidades americanas, que expiden titulaciones que jamás podrán ser convalidadas) o con decir arre burro en momentos en los que el animal se niega a dar un paso.

No pinta nada bien la deriva de un grupo de gobierno que solo se mantiene agarrado a prebendas dinerarias. Pero que adolece (no significa carece, sino todo lo contrario) de insuficiencias tan flagrantes, que no se suplen ni con los espejuelos de leer. ¿Duro? Me temo que no. Realista, mejor. Porque la incompetencia no puede ser justificada ni edulcorada. Y si creen los quince que nos contentamos cuando de vez en cuando (mentiroso, cada dos por tres) nos sorprendan con una foto y un cartel (chiquito dineral en autobombo), arreglados van.

Comunidad educativa del CEIP Pérez Zamora: Ánimo, y a seguir formando ciudadanos para que en el futuro este aprendiz de casi todo (bloguero también) no disponga de ocasión semejante a esta de hoy. Sería buena señal de que los cargos públicos progresan adecuadamente y que hayan quedado atrás los tiempos de MD (¿muy deficiente?) ¿Vas a empezar otra vez?

...

Una vez redactada, y programada, debemos añadir otros centros al CEIP Pérez Zamora. La incompetencia, puesta de manifiesto en estos retrasos, es, pues, aún mayor. Y ni uno de los bien pagados, siquiera por dignidad personal, es capaz de alzar la voz para indicarle a Manolo que ya está bien de paseos. La ética, una vez más, sucumbe ante don dinero.

martes, 15 de septiembre de 2020

Autobombo

Me imagino que habrá sido, a través de la Historia, una constante en ese afán, no siempre lícito, que tenemos los humanos para creernos los mejores en cualquier faceta, aunque dejemos mucho que desear cuando en la práctica cotidiana se traduce ese quehacer. Pero es en la sociedad actual cuando el autobombo (elogio desmesurado y público que hace alguien de sí mismo) está alcanzado elevadas cotas de imbecilidad. Porque piensa el estirado (engreído en su trato con los demás) que los demás somos, como mínimo, tan idiotas como él.
Viene lo anterior a cuento de un desvergonzado despliegue propagandístico de la televisión canaria, que pretende vendernos tantas bondades que ya uno duda de sus buenas intenciones. Me da que mucho ruido y pocas nueces. O dime de lo que alardeas y te diré de lo que careces.
Hemos de reconocer, no obstante, que el despliegue de la brutal campaña de promoción ha generado expectativas y ha significado un toque de atención importante en la audiencia. Pero como no es la primera ocasión que se pone de manifiesto la cruzada, un servidor sigue observando carencias de sustancia, de calidad. Apariencias, fuegos artificiales.
Reconozco no ser un adicto televisivo. Tampoco, para mi suerte, en otros aspectos. Pero los que tenemos la manía de expresar opiniones por escrito, debemos estar informados. Y una de las fuentes a las que acudimos son los telediarios. Como ya de los mismos he plasmado algo en otras ocasiones en este blog, solo resaltar su carácter repetitivo y machacón, amén de ir a lo fácil, a lo superfluo, a los aconteceres que impactan (la imagen juega un papel fundamental), pero que nada aportan.
Y en el resto de la programación, da la impresión de que nos hemos propuesto recalcar aquellas facetas que redundan en nuestro aplatanamiento, apatía y desinterés. Se explota el morbo a base de potenciar desconocimientos y falta de preparación. Nos mostramos al mundo como una comunidad de no solo una hora menos, sino necesitada de varios chubascos. Ahí sigue ese portento de En otra clave (versión mil quinientas de otras claves), alocado espectáculo –eso dicen– en el que se parodia y ridiculiza al idiota, al gangoso, al poco agraciado (física e intelectualmente) y, en suma, a todo aquel al que le falta un agua (o unos chubascos, como acabamos de sostener).
Cuando ya el cerebro del ideólogo no da para más, nos entretenemos en cantar las excelencias de la propia plantilla. De los cabezas visibles, al menos. Para que toda Canarias compruebe que cumplimos con los preceptos establecidos en la pandemia, verbigracia, el uso obligatorio de la mascarilla. Porque somos la cadena pública más vista en Canarias. No, vamos a serlo en La Patagonia.
Me encantan los rótulos con que se complementan las imágenes en los reportajes. Desde el de la cabra desriscada en el barranquillo del tío Sinforiano, hasta el asalto a la sucursal bancaria del Polígono del Sebadal (cerca de la rotonda de Belén María). Puede que el que los redacte tenga siempre prisa y se haya peleado con el diccionario de la lengua cuando cursaba el primer año de educación infantil. Y hago la salvedad de que todo el que tiene boca, se equivoca. Y trastocar las teclas es más habitual de lo que parece. Pero cuando el error ya no constituye la excepción, sino que se convierte en algo habitual, en un hecho cotidiano, me da que se requiere menos autocomplacencia y más curas de humildad. Como se trata de imágenes grabadas, tiempo suficiente se deberá tener para cumplir el cometido con mayor diligencia.
Bueno, te dejo porque me voy a ver el de mediodía. Y luego me lo tragaré otra vez por la noche, porque me encanta observar a Ángel Víctor cómo entra por una puerta unas trescientas veces sin despeinarse. Por cierto, ¿quién es el responsable político del ente? Parece que Román. Este hombre sabe de todo. Menos ejercer la medicina, un portento para lo que le echen. ¡Ah!, y en la mañana del día siguiente, un amplio resumen. Cuando sea mayor, lo mismo me hago periodista.

lunes, 14 de septiembre de 2020

Los Realejos con el deporte

No acabo de entender la nota de prensa del PSOE realejero, publicada en algún medio de comunicación, quejándose de la inactividad deportiva debida a notables deficiencias en diversas instalaciones en la Villa de Viera. Si están flemantes, que decía la abuela. Deben ser las estrategias de los grupos de la oposición en cualquier institución.

Tampoco el escrito del club de atletismo, lamentándose por no poder utilizar el estadio olímpico, que, como es público y notorio, se halla en periodo de reposición del tartán. Material este –el homologado, claro– que debe solicitarse, por si no lo sabían, con tres años de antelación. Y como hubo un retraso con los trámites de adjudicación de la obra (algo normal en cualquier administración pública que se precie), la empresa suministradora (única en el mundo) de esa mezcla de goma y asfalto ha paralizado el pedido al enterarse de que el alcalde tenía un plan B (que no caja, ¿o sí?) e ignora si lo va a activar o sigue a verlas venir con esta carrera de obstáculos (o de vallas, como prefieran).
Por supuesto que no comparto, asimismo, la queja de los usuarios de la piscina (fundamentalmente los de la sección de waterpolo), quienes piensan que volver a llenar el vaso es cosa de abrir un grifo y ya está. Había que avisar primero a la compañía de seguros para el peritaje de los desperfectos de la ventolera de febrero próximo pasado y ustedes ignoran lo demorado que van los partes de incidencias, según me confirman fuentes bien cercanas y dignas de todo crédito. Solo han transcurrido siete meses y diera la impresión, a tenor de los lamentos, que llevamos décadas sin mojarnos el culo. Que no es para tanto, quejicas. Yo soy uno de los perjudicados y aquí estoy practicando en la bañera de casa con un churro que me prestó Orlando.
Manifestaba Manuel Domínguez en 2014: "Aspiramos a convertir a Los Realejos en capital insular del deporte porque por cantidad y calidad de deportistas, instalaciones y entorno para albergar diversidad de prácticas y eventos tenemos ingredientes suficientes para apostar por ello". Y confiaba en vincular esta potencialidad del municipio como atractivo turístico. Menos mal que nos llegó el coronavirus, que si no tuviéramos el pueblo petado de guiris.
Abundaba el concejal de deportes, Benito Dévora: "Colocar a Los Realejos en un lugar destacado en el mapa deportivo de la isla ha sido gracias a la tarea de los técnicos del área y los diferentes entrenadores y monitores de clubes y escuelas, ya que son los primeros que han confiado en las posibilidades de nuestro municipio para acoger este tipo de pruebas y así se lo han hecho saber a los diferentes representantes federativos de cada modalidad para convencerse de que éste es el lugar idóneo para albergar cada uno de los campeonatos que estamos programando". Se creía, al parecer que las infraestructuras eran eternas. Y seguíamos poniendo cada vez el pedestal más alto, pero si acondicionar los cimientos.
No obstante, estoy con ambos. La energía y la decisión que no falten. Bueno es (¿o era?) que los diferentes colectivos nos presenten proyectos viables, con su ficha económica bien cubierta, que nosotros (ayuntamiento) cederemos las instalaciones que nos legaron corporaciones anteriores y salimos en la foto (es que nos encanta, carajo). Lo más, una metopa y lugar preferente en el cartel.
Ímprobo trabajo el de estos dos baluartes. Que siguen sumando. Cuyo haber ya no cabe en libreta contable y se ha tenido que implementar (verbo que vale para todo) con unas dieciocho adendas (para que digan que el apéndice no sirve para nada). Y el podio, socavándose. Pero son movimientos apenas perceptibles.
Y si no les he convencido con este panegírico, vayan a los programas electorales del Partido Popular y sumen hipódromos, piscinas, parques para running, jogging, trotting, walking… Y no piensen que solo se trata de writing and speaking. No, son hechos, contantes y sonantes. Se alardea, pero con números. Y no creas que solo en la faceta deportiva. Te podría enumerar hasta… Vamos, que te vires para donde te vires en este pueblo, todo es obra del PP. Y con apenas un rato que le dedica Manolo. ¿Para qué más si le sobra el dinero? Si no fuera por la maldita Ley de Estabilidad Presupuestaria. ¿Cómo? Perdón, no me di cuenta; es de Montoro, entonces. Vale, ya terminé.
Apostilla final: Ironía es la expresión que da a entender algo contrario o diferente de lo que se dice, generalmente como burla disimulada. Lo siento Santiago, José Vicente y Oswaldo. Como vulgarmente se menta: ceros a la izquierda. ¿Y el otro? ¿Qué otro?

viernes, 11 de septiembre de 2020

Decisión errónea

No hay derecho. Qué se van a creer estos negros de mierda. Cuando la situación que les corresponde, y como mucho, es la que muestra la foto hacinados, sin intimidad alguna, que enseñen sus vergüenzas en público porque, aun así, estarán mucho mejor que en el lugar de procedencia─ viene este gobierno indecente (tanto el regional como el nacional) y les brinda la posibilidad de alojarse en un hotel. Y una blanca para que los abanique. A qué niveles descendemos con estas bajadas de pantalones. Así no podemos seguir ni un minuto más. Nos invaden y arriba nos ponemos a su disposición para lo que les haga falta. A ver si hacen lo mismo con nosotros si vamos a sus respectivos países. Nos cuelgan de nuestras partes y nos turran al sol espichados en un palo. Bárbaros, que son unos salvajes.

No, no me he vuelto loco. Solo reproduzco una parte insignificante de los múltiples y sustanciosos contenidos que no solo ya proliferan en las redes sociales, sino que se extienden, peligrosamente, por los medios de comunicación convencionales. Tan indecentes los unos como los otros, pero los poderes públicos están entretenidos en cuestiones de mayor enjundia.

Menos mal que la Historia es cíclica. Y esta ‘moda’ pasará para entretenernos con otra cosa. No obstante, la situación preocupa. Porque estos sesgos son altamente peligrosos. Y ya se levantan voces –muchas en Fuerteventura, isla en la que algún amigo docente me llegó a comentar que en su clase no había ni un alumno majorero de nacimiento─ en contra de la decisión –errónea a todas luces, según los discordantes─ de alojar negros en los hoteles. Porque los llegados en pateras y cayucos no son blancos. Ni amarillos. Y ese tinte oscuro de la piel supone “una auténtica aberración y un durísimo golpe a la imagen de destino seguro y de calidad que queremos ofrecer”. Literal. Tal Cual. De ahí el entrecomillado. Sin anestesia ni protector de estómago. Algo distinto sería –esto lo añado yo─ que el jodido negro trajera muchos euros. Que los hay.

El presidente del Cabildo de Maxorata, el ¿socialista? Blas Acosta, también se subió al carro. Se sumó a la fiesta de los despropósitos. Qué ejemplo de socialismo. Y Onalia Bueno, alcaldesa de Mogán, perteneciente a una formación política que se denomina Ciudadanos para el ¿cambio? (CIUCA), ¿haciendo honor a su apellido? convoca rueda de prensa y pone el grito en el cielo (con minúscula) ante semejante barbaridad. Otra ¿socialista?, Conchi Narváez, alcaldesa de San Bartolomé de Tirajana (Tunte) sigue prendiendo la mecha para ¿más barricadas?

A perdonar la clave interrogatoria del párrafo anterior, pero estoy que echo chispas. ¿A dónde vamos a parar con este elenco de cargos públicos cuya condición humana (añadan cristiana, si les apetece) queda en entredicho con esta verborrea barata? ¿No tenemos ya bastante con telecincos y ahoras como para seguir echando leña al fuego?

Los que tuvimos que estudiar la asignatura de Religión en aquellos largos años de Bachillerato, algo hemos leído de migraciones forzosas. Desde que el creador del mundo (versión clásica) expulsara del paraíso a los que osaron incumplir sus directrices (maldita manzana), pasando por un tal Moisés y finalizando el recorrido en las múltiples muestras actuales, la historia está plagada de una casuística tan dispar como ejemplarizante. Si recurro a los planteamientos simplistas de quienes abogan por cortar por lo sano, colijo que ha sido ese ser todopoderoso, al que acuden solícitos cada domingo a exigir la parte alícuota del alimento divino, el culpable de esta maldita cadena.

Termino con una dedicatoria que viene a ser una metáfora, porque, quizás, alguien puede sentirse aludido y me denuncia por cruel y malvado:

¿Qué intentas justificar / con lo de “no soy racista”? / No solo corto de vista / sino, además, un lunar, / que deberías cuidar, / so pena de que se extienda / y te arme la tremenda / con carcinoma incluido, / porque estando así jodido / quizás se caiga la venda.

Tengan un feliz fin de semana.

jueves, 10 de septiembre de 2020

¿Sigo eliminando?

A este paso me voy a quedar más solo que la una. Pero como el refrán sostiene que más vale así que mal acompañado, lo mismo me lío la manta a la cabeza un día de estos y al igual que me di de baja en Twitter, terminaré también por arrancar la caña de Facebook. Porque la paciencia tiene un límite y comprobar cómo exalumnos cuestionan la llegada de pateras cargadas de negros que huyen de mil penurias y están dispuestos a dejar la vida en mitad del océano, te deja muy en fuera de juego. Te sientes hasta culpable, o, como mínimo, responsable, de que sean capaces de lucir palmito en eventos religiosos y a renglón seguido te espeten aquello de yo no soy racista pero… Maldito pero con el que se pretende justificar lo que es xenofobia pura y dura.

Cuando uno vislumbra estas derivas –es tema de conversación en esas reuniones (la del vaso de vino) de jubilados que hacemos repaso del tránsito por aulas y pasillos– reflexiona muy profundamente acerca de qué hicimos mal en la larga etapa docente. Porque, a buen seguro, esas no fueron conductas que fomentamos. Ni creo firmemente que se reproduzcan en la actualidad durante el transcurso de clase alguna. Pues si de algo presumimos los maestros es el de ser consejeros, ayudantes, cuidadores, fisioterapeutas, sanitarios... ¿Lo han mamado en casa? Me cuesta creerlo.

Pero es que, además, la ligereza con que plasmamos pareceres en las redes sociales ya alcanza el paroxismo más exacerbado. Con lo fácil que es contar hasta diez, al menos. Y después, si te apetece, lánzate a la piscina, pero comprueba primero si tiene altura suficiente de agua. Cabe preguntarse, por enésima, si hay que cargar tintas en bodrios televisivos que nadan en la inmundicia y se sienten a sus anchas.

Meses atrás mi cuenta de Facebook contaba con unos miles de ‘amigos’. Y un buen día medité con la almohada y me dije que muchos no eran tales. Ni siquiera podían englobarse en el capítulo de los conocidos. Y comenzó la selección. Debieron ser muchas las ocasiones en que la acción de eliminar se hizo presente –labor que fue cortada de raíz por los mandamases de la compañía de origen estadounidense, tan puritanos para nimiedades y tan cortos de vista para otros menesteres mucho más peligrosos que este de intentar quedarte con los de verdad– y me bloquearon. Como no hubo manera de que se produjera la restitución, cuenta nueva. En la que el cedazo o filtro trabaja a destajo. Ahora voy por trescientos. Y comienzo, otra vez, a arrepentirme.

¿A ti no te molesta enormemente el que a tu comentario de que viste un conejo blanco, verbigracia, el tercero que se alonga a plasmar su opinión ya haya vislumbrado una vaca de color negro a punto de ser violada por un cangrejo del río Amazonas? Puede que sean los años y uno se vuelva antipático. Mas no aguanto tanta imbecilidad. Porque no puedo calificar estas actitudes de otra manera.

Pero volvamos a las pateras y cayucos. Que vienen de ese continente esquilmado por Europa (¿fue ajena España?) desde siempre. Buscan trabajo en la tierra de promisión. Como hicimos los canarios en los años difíciles de la posguerra en América. Y como siguen haciéndolo los jóvenes suficientemente preparados en otros países, fundamentalmente en la Unión Europea. Por eso siento rabia contenida ante tanta insensatez cuando recalan esos “negros de mierda” que vienen a quitarnos el trabajo y los alojan en hoteles de cinco estrellas. Así no vendrán jamás turistas a esos recintos a bañarse en la piscina donde los africanos dejaron sus murras (manchas de suciedad en la piel). Que la Guardia Civil los devuelva a la mar océana, como hacen con el marisco incautado. Vayamos por todos los centros de acogida y arrojemos un buen puñado de piedras a esos impresentables…

No, no es broma. Se escucha y se lee en más de un foro. Alguno de los comentaristas cumple con el precepto dominical de la santa misa apostólica y romana. Y se da unos golpes en el pecho que no  veas. E invoca cada tres por dos a ese ser todopoderoso que todo lo ve y juzga (menos la miseria y la explotación), omnipresente (aunque con unas ausencias demasiado notorias y palpables)…

No, no quiero seguir. Falsos, fariseos e hipócritas. ¿Sigo eliminando?

miércoles, 9 de septiembre de 2020

Godo 'jediondo'

Rubén Darío Vega (que nada tiene que ver, ni comparancia, con el de Margarita, está linda la mar) es diputado de Vox por la provincia de Santa Cruz de Tenerife. Su última hazaña política ha consistido en haber calificado a Pablo Iglesias, uno de los vicepresidentes del Gobierno de España, de la manera que yo titulo el presente comentario. Bueno, el ha dicho hediondo, porque a pesar de llevar casi cuarenta años viviendo en estos peñascos (nuestro hombre es asturiano), aún no se le ha pegado la aspiración de la hache, aspecto con el que los canarios ponemos más énfasis en determinadas palabras. Vamos, que hacemos hablar a la muda sin mayores complicaciones.

He tenido la fortuna de compartir trabajo con varios asturianos. Algunos echaron raíces a la sombra del Teide y por aquí continúan. Como presumo de conocer su bonhomía, seguro que se han avergonzado de la actitud del cargo público de marras. Porque, a lo peor, podríamos darle la vuelta a la tortilla y aplicarle la medicina recetada. Ya puestos.

En algún medio de comunicación leo que sus manifestaciones no han gustado a más de un militante de la formación de ultraderecha. Pero estoy convencido de que habrá otros –uno bien cercano– que habrán agarrado el teléfono para transmitirle la más cordial felicitación por el exabrupto e indicarle que se quedó corto con el comunista. ¿O es que, acaso, en (in)cierto bodrio audiovisual no se han escuchado barbaridades mayores? Peccata minuta podría considerarse el desliz del don Pelayo de turno ante los embates marineros (ranilleros) que la cohorte de tertulianos… Ya está.

Estos individuos, que aluden siempre en sus intervenciones a la moral, el honor, y rectitud (honradez, integridad), sublimes principios por la que debería guiarse la sociedad española (ay, si gobernaran, todo tiesitos como una vela) son, en el fondo, el espíritu de la contradicción. Como Abascal cuando se le llena la boca hablando del trabajo y no ha dado en su vida (ni en bajada) un palo al agua, sino siempre ordeñando la teta pública.

El tal Rubén Darío, allá por 2012 fue sancionado por la Consejería de Educación (siendo profesor del Instituto de Formación Profesional Marítimo Pesquero) a la suspensión de empleo y sueldo durante tres años. Y es que nuestro ejemplar ciudadano compaginó dicho quehacer docente con el ejercicio de actividad privada en una empresa (era socio, apoderado y administrador) dedicada a la acuicultura y, qué casualidad, había firmado un convenio de colaboración para que sus propios alumnos se formaran en ella. Todo ello sin haber solicitado la compatibilidad pertinente, hecho que la sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Canarias, con la que concluye el largo proceso judicial entablado, consideraba no factible, por lo que la sanción no solo estaba ajustada a derecho, sino que la veía benévola dado el tiempo que concilió ambas actividades.

Estos son los mimbres de sujetos tales. Un día mueren envenenados al morderse la lengua. Pero debemos reconocer que su discurso –a pesar de que su integridad no corre paralela con la prédica desplegada– sigue calando en un sector de la población que vive de nostalgias y se deja embaucar con cantos de sirena. Que manifiestan un odio visceral a todo cuanto suponga merma en la hegemonía del macho ibérico y que sajarían por lo sano con tanta mojigatería en esta sociedad necesitada de hombres de pelo en pecho y no esta farsa de…

No creen en esta democracia, pero bien que se aprovechan de ella. Aunque sería muy preocupante el incremento electoral, espero y confío que sigan siendo la excepción. Quien lleva unos años más de andadura en el sistema actual, echa la vista atrás y… se sacude la cabeza y se le pasa enseguida.

Me quedo, en suma, con el Darío que cantara a Campoamor con aquello de: Este del cabello cano, como la piel del armiño…

Lo dicho, sean felices y a disfrutar. Y cuídense de sujetos de dudosa calaña.