¿Soy
yo, acaso, el único realejero que se preocupa por la salud mental del alcalde?
¿No hay nadie capaz de pensar que a una persona de cualquier edad cronológica,
aunque aparente ser joven aún, hay que procurarle bienestar? ¿Vamos a seguir
dejando pasar el tiempo sin que pongamos nuestro granito de arena para intentar
acabar con este calvario? ¿Seremos tan malvados como para permitir que el
trastorno vaya a más? ¿Ustedes no leen prensa, escuchan radio o ven la tele y
captan los mensajes contradictorios de quien ya no sabe dónde le queda la mano
derecha? ¿Van a esperar, pacientemente, a que explote… la situación?
Ahí los
tienen en la instantánea, contentos y felices. Cuando dejen de lado la falsedad
del bien quedar, los despropósitos vuelven a entrar en liza. Aunque debo
reconocer que Carlos Alonso va ganando la partida. Se le ve más curtido en este
tipo de batallas. Puede que sea, incluso, más inteligente. Cuando le interesa,
deja un huequito para la golosina de la foto. Y eso a Domínguez le puede, no
resiste la tentación. Todo ello a pesar de las permanentes incoherencias en las
que tropieza el pluriempleado –deberá ser por eso– sin que sea consciente –y de
ahí la gravedad del problema– de que mete la pata (o las dos) con pasmosa
facilidad.
Viene a
cuento la ilustración gráfica (Diario de Avisos), con la que complemento este
artículo, porque se ha descolgado el presidente insular tinerfeño del PP (y a
ratitos escasos, alcalde de Los Realejos, y a otros más raquíticos, consejero del
Cabildo) y vocal de la Comisión Ejecutiva Nacional, con unas declaraciones en
las que solicita dimisiones a troche y moche porque las carreteras están de pena.
Y no hay derecho a soportar colas interminables. En resumen, que lo está haciendo
rematadamente mal ese presidente (no olvidemos que se pasó del PP a CC) que, como
contrapartida, está salvando los muebles a muchos ayuntamientos del Norte,
aunque sigamos embarcados en la dinámica de que estamos abandonados. Si no
fuera por el Cabildo, y puede ser uno de los tantos ejemplos, Puerto de la Cruz
se moriría de asco. Puesto que si esperamos a que se le encienda la bombilla a
Lope (y compañía), aviados vamos.
Nos
indica la reseña informativa que, con cargo al Programa Insular de Mejora y
Acondicionamiento de Instalaciones Deportivas, se va a invertir más de un millón
de euros en Los Realejos. El montante más importante de la cuantía económica de
los proyectos en el Pabellón Basilio Labrador y en el estadio Iván Ramallo
corre a cargo de la institución que preside Carlos Alonso.
Parece
olvidar el señor Domínguez cuando arremete (ahora y para subirse a la ola de
las protestas que han hecho acto de presencia, fundamentalmente, en las redes
sociales) contra colapsos y retenciones –la coyuntura de que el Partido Popular
no forma parte en la actualidad de los gobiernos de Canarias y de Tenerife
viene como anillo al dedo– que la historia de esta Comunidad es muy corta. Y
con estas estocadas también embiste contra cargos de su formación que en un
pasado reciente tuvieron tanta responsabilidad en sus cometidos como estos
otros para los que demanda un cese fulminante.
Aunque
a los realejeros nos duele, molesta y cabrea la dificultad para trasladarnos a
la zona capitalina, también nos enerva que la Avenida de Canarias lleve cerrada
ni se sabe. O que la carretera de El Castillo, de competencia municipal, se
parezca a cualquier cosa menos a una vía que debe soportar un tráfico notable.
Y de los asuntos más caseros, don Manuel Domínguez, no sabe o no contesta. Los
obvia, pues es consciente (¿o ya no?) de que él está cometiendo idéntico pecado
al que denuncia.
Transcribo
literalmente dos pasajes de sus declaraciones: “Al menos en los dos últimos
años, aunque este es un debate que dura ya tres décadas, lo único que ha hecho
el Cabildo de Tenerife ha sido echar balones fuera, porque sus dirigentes solo
asumen responsabilidades cuando le interesan, es decir, cuando tiene rédito
electoral”. Y esta otra perla: “Se ha utilizado para montar el numerito de
subirse a una guagua, dar rueda de prensa y hacerse fotos, pero cero soluciones
hasta el momento”.
Sr.
Antona, en el supuesto caso de sentirse capacitado (tengo mis dudas), haga
algo, mueva ficha. Don Manuel no se encuentra bien. Le pueden los celos que
siente cuando sale de su territorio. Es como el gallo expulsado de su corral
que se ve como uno más ante la competencia que se le echa encima. El rey de las
fotos, de montar numeritos, de buscar réditos electorales, hasta cuando la
mujer lo manda a comprar a Mercadona de La Gañanía, se descuelga con afirmaciones
que deberán aplaudir sus numerosos asesores del amplísimo espectro de
mercadotecnia de que se rodea, pero que al más común de los mortales que se halle
en su sano juicio le provoca vergüenza ajena. Ya me pregunto cómo demonios pudo
licenciarse en Wyoming.
Por los
mismos hechos que pone en solfa, señor Domínguez, usted se ha erigido en tan
acreedor en Los Realejos, como Alonso en Tenerife, para que presente la
dimisión ipso facto. No tiene legitimidad alguna para exigir a nadie lo que
usted incumple en el pueblo que le paga tan generosamente. Siempre que la
cabeza le esté funcionando adecuadamente. Asunto que dudo cada vez más, pues
los desdobles de personalidad le juegan malas pasadas con intervalos cada vez más
cortos. Y el particular no se arregla con eliminarme de Facebook. Como algún
catalán. No esconda la testa como el avestruz. Esto es como el amor, ciego para
el afectado, pero los demás lo notamos muchísimo. Cada vez que le hagan una
entrevista o usted realice cualquier declaración, yo estaré al acecho. Y como
diga o critique algo que usted contraviene en el pueblo, ahí me tendrá para
echárselo en cara. Y hay muchos que me siguen directamente en el blog sin pasar
filtro alguno. Como usted, o alguno de sus asistentes.
Pida la
dimisión de Carlos Alonso, de Fernando Clavijo (al que va a apoyarle en los
presupuestos) y de quien le venga en gana. Pero sea consecuente y dimita usted
también por delitos similares. ¿Le sonaría la frase de ‘váyase, señor Domínguez’?
No hay comentarios:
Publicar un comentario