martes, 15 de octubre de 2019

El algodón no engaña

Bien de intrusos en esto del periodismo. Yo mismo, si ir más lejos. Cuyo dominio se adquiere en cualquier sesión de breves minutos incursionando en las redes sociales. Lo hemos sostenido hasta la saciedad. Y ayer, una vez más, la sentencia del Tribunal Supremo –una nimiedad apenas de 493 páginas– podría haber sido la guinda del pastel. Pero como dentro de unos días aparecerá un asunto de mayor calado informativo, vamos a dejar esta nueva aparición de sesudos analistas, cuando no consumados juristas, en otro botón de esa ya larga cadena de los despropósitos.

Me asombra la capacidad de mucho enterado que es capaz de merendarse un tocho de casi medio millar de páginas en un pispás. Y no solo eso, emitiendo juicios de opinión que ya bien quisieran fundamentar con tanta enjundia eminentes catedráticos de cualquier disciplina del Derecho. Este rebenque de la platanera queda a la altura del betún ante lumbreras tales.

Redacto estas líneas cuando la tarde declina. No porque no haya dispuesto de tiempo libre con anterioridad, sino que me costó quitar el freno de mano para iniciar la marcha. No es para menos. Estoy asustado. Mis capacidades se hallan bajo mínimos. Los dos meses que estuve desconectado para análisis y propósito de enmienda de bien poco me han servido. A punto estuve, a eso de las diecinueve horas, de solicitar prórroga. Porque me pueden estos… atrevidos y osados que se lanzan al vacío sin red ni colchoneta. Bocazas y lenguaraces que escupen a mansalva.

Insulto a la democracia, muerte al estado fascista, fallo injusto y antidemocrático… Y quemas de banderas, que viste mucho y bien. Vamos a responder con más fuerza que nunca o toca responder como nunca. Proclama desde bien lejos del mundanal ruido, por si acaso me salpica.

Diálogo, sí. Respeto, siempre. Pero en los dos sentidos. Lo otro será trampa. Y me da que no se está por la labor. Y llevar la contraria o discrepar es –debe ser– muy sano. Romper la baraja sin más, dice más bien poco del espíritu invocado. Si no nos gusta el traje (marco legal) –a todos– hagamos otro. No caigamos en las contradicciones que ponemos en solfa. ¿Despropósito? ¿Y aún lo dudas?

Los medios de comunicación (¿?) se suman a la fiesta: “¿Qué opina de las condenas del Supremo a los líderes del ‘procés’?”.  Si tú que elaboras la información no has tenido tiempo material de estudiar en profundidad una sentencia de tal calado, ¿cómo osas lanzar tal interrogante a unos lectores de titulares que soltarán los exabruptos de la mala bilis desde uno al otro confín del espectro?

Urge reflexionar. Mucho y bien. ¿Estamos dispuestos o primero me das lo que yo pido y luego ya veremos? Y a partir de ahora menos me gustará el fútbol, porque solo me falta que el defraudador Messi se suba al tiovivo de Piqué al ritmo del Waka Waka. Me da que el algodón no engaña.

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Y un añadido: Si en unos días hemos recuperado el 91% de las plazas perdidas para la temporada de invierno por la crisis de Thomas Cook, ¿a qué tanto jaleo y dramatismo?

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