Cuando Fernández de Lugo puso el pie en Añaza, no pasaba por
su cabeza que la última incursión por territorio archipielágico fuera a causarle
tanto quebradero de la ídem. Después de sus periplos por La Palma, amén de los
compases canariones con Juan Rejón, creía que lo de Tenerife sería una simple
excursión contemplando la majestuosidad del Teide y los encantos del Valle de
la Orotava. Desde La Corona, por supuesto. Pero al subir a La Laguna –esto no
lo cuentan los cronistas oficiales ni los memorialistas–, y a la altura de la
curva de Gracia, se tropezó con un nativo que bajaba a toda velocidad rumbo a
la que con el paso del tiempo vendría a ser capital de la isla, de la provincia
y compartir la de la Comunidad con Las Palmas de Gran Canaria. Que el día de
marras, por cierto, se veía con claridad meridiana.
–¿A dónde vais con tanta presteza? –preguntole Alonso,
mientras situaba su cabalgadura delante de las narices del corredor, porque, de
no haberlo hecho así, no lo trincaba ni pasado Vistabella.
Y conveniente sería aclarar que el peninsular conquistador
(con el paso del tiempo, godo) ya traía aprendida la lección de nuestro secular
aplatanamiento. Por lo que extrañole sobremanera las prisas del incipiente
calvo que tenía ante sí.
–Ligerito marcho, estimado visitante, para embarcarme. Allá
por mi Maxorata querida, territorio insular periférico de señorío, que no de
realengo, tengo una importante cita asamblearia
en la que se va a tratar el trascendental asunto de la agenda canaria.
Muy extrañado quedó el Adelantado de la soltura con que
dominaba el castellano aquel aún imberbe individuo. Vamos, que ni Gonzalo de
Berceo, por no mentar a Cervantes, ni en proyecto aún.
–¿Cómo os llamáis y cuál es la razón de esa pericia
manifiesta en el idioma de mi añorada Castilla?
–Soy políglota convicto y confeso, porque en estas peñas
atlánticas ultraperiféricas o dominas los idiomas o te mueres de asco. Viajo
mucho y hasta estoy pensando inventar un artilugio que vuele…
–“Está como una cabra (majorera, faltaría más)” –pensaba el
jinete, mientras el aborigen seguía con su perorata.
–…inter-islas
(coño, si volar se escribiera con b alta, ya hubiese fundado Binter)… ¿Qué me
preguntó exactamente, monsieur?
–Que cómo te llamas, carajo y qué coño es eso de la agenda
canaria.
–Tranqui, titi, tranqui, que un respetito es muy bonito.
Acabas de llegar y ya te pusiste en plan faltón. Farruquitos a mí, va a ser que
no. El día que este nacionalismo periférico tenga poder decisorio, te vas a
enterar con la que tengo pensado enviar de mensajera. Solo le falta silbar,
aunque ya está apuntada en un cursillo intensivo.
–“Si Fred Olsen ya estuviera operando, ahora mismo me
largaría para Agaete y dejaba a Bencomo tranquilo”. Chacho, ¿cómo te llamas?
–“Esto es pan comido. Ya me lo llevé al huerto. A este le
saco yo las perras para la circunvalación de Las Palmas y el muelle de Gran
Tarajal. El cierre del anillo insular va a depender de lo que ocurra en
Acentejo”. Antes de contestar a vuestra pregunta, ¿podríais ser vos tan amable
de indicarme el suyo para saber a quién dirigirme de ahora en adelante y darle
el tratamiento pertinente?
–Soy Alonso Fernández de Lugo, sanluqueño, por más señas, y
traigo la encomienda de los Reyes Católicos para pacificar estos predios…
–Vale, vale, no te enrolles, que tengo que echarme el leche
y leche en Ballester.
–¿Leche y leche?
–Oye, que acabas de llegar. Ya te irás enterando de nuestra
idiosincrasia. Y como me vas a ver de aquí en adelante hasta en la sopa, solo
te adelanto que me llamo Barragán, José Miguel Barragán.
Bueno, se lo dijo en inglés, pero yo me he permitido la
licencia de traducirlo. Y te aclaro, además, que Fernández de Lugo tuvo tiempo
de casarse tres veces (una de ellas con otra inquilina canaria de lujo, Beatriz
de Bobadilla), derrotar y ser derrotado en diferentes refriegas, viajar por las
islas, trasladarse a la Península, repartir tierras… Pero no sobrevivió a la
agenda canaria. Como otros muchos. A nuestro protagonista, que más tarde sería
concejal de Tuineje y dirigente de Asamblea Majorera (una de las tantas
semillas de Coalición Canaria), amén de una ristra de cargos wikipédicos, se le
ha seguido cayendo el pelo. Aunque sigue tan campante. ¿Isabel II de Inglaterra?
Ni comparancia.
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