viernes, 29 de noviembre de 2019

Que cunda el ejemplo

Diversos anunciantes han vetado a Telecinco. Algunos de los que promocionaban sus empresas en ‘Gran Hermano’ –esa bazofia (cosa soez, sucia y despreciable) con la que Mediaset entretiene en una amplísima franja horaria– se han mandado a mudar después de que el grupo de comunicación encubriera un caso de abusos a una de las concursantes del didáctico –por lo que enseña– programa.

Esa es la medida que más duele. Cuando la mente se obnubila hasta el punto de creer correcto este proceder abyecto, nada mejor que tocar el bolsillo. Está por ver el alcance de este paso y la capacidad de copia y pega que pudiese derivarse. El contagio, a veces, suele causar graves desperfectos. Ojalá sea el primer paso para poner coto ante tanto desmán.

No es la primera vez que propongo algo semejante para otro antro (local de mala reputación) más cercano. Pero como las empresas anunciantes no van a mover un dedo porque, por lo visto, están muy encantadas de nadar en la porquería con facilidad pasmosa, se podría dar la vuelta a la tortilla y ser nosotros –los que repudiamos programaciones despreciables que conculcan toda clase de principios– aquellos que dejásemos de adquirir los productos ofertados. Y ya saben que muerto el perro…

Otros sostienen que a cada cerdo le llega su sanmartín. Y que solo es cuestión de esperar pacientemente. No lo entiendo así cuando la solución está en nuestras manos. Máxime cuando la violación de derechos fundamentales (constitucionalmente consagrados) es tan flagrante, que se requiere una acción inmediata. Porque las agresiones verbales son de órdago. Ya tenemos bastante con la paciencia de órganos e instituciones con poder decisorio (aunque, y a la exasperada lentitud me remito), que parecen correr tupido velo ante decisiones ya adoptadas, pero no ejecutadas.

Soy consciente –debemos serlo– de que hay una ingente masa de personal amorfo que no está por la labor. Porque los lavados cerebrales no es algo exclusivo de periodos bélicos. Existen otras batallas, en épocas más placenteras, que se ganan con algo tan simple como la manipulación. Y nos tropezamos, desgraciadamente, con verdaderos artistas en el arte de embaucar. Cuando uno creía en una sociedad más culta, mejor preparada, se encuentra con verdaderas sorpresas.

Un servidor ya empezó la cruzada. Dejé de acudir a una tienda de electrónica, sita en las lindes orientales del municipio realejero; no he pisado jamás un local donde se venden coches de segunda mano en cierto polígono industrial, cuyo nombre me recuerda las vacas de La Gorvorana; bebo agua del chorro, en vez de adquirirla en una gran superficie comercial; huyo de los chanchullos, y mucho más de los chanchulleros; y, por ahora, mis sentadas ante la caja tonta son cada vez más esporádicas.

Pero la tarea es ardua. Cuando ves a concejales que viven pendientes del móvil para pinchar en me gusta con alegría incontenida e ignorancia supina (dejen trabajar a los profesionales), cuando proliferan fotos del bien quedar –diplomas en ristre– sin saber de qué va la película comentada (lo del Portal de Transparencia raya el esperpento), cuando escupen los teléfonos estupideces elevadas al cubo desde los claros de la mañana y se elevan a los altares los bodrios más insospechados, cuando pican sobremanera idénticos escozores a los repartidos a mansalva y varios etcéteras más, te dan ganas de… seguir escribiendo porque la esperanza no debe perderse. Y el lícito afán de despertar alguna conciencia y soñar en un mundo mejor debe seguir siendo leitmotiv. Aunque no estaría de más el que justicia y gobierno, o gobierno y justicia, se pusieran las pilas.

¿Concienciación? ¿Cultura? ¿Educación? ¿Manejos? ¿Falta de un aguacero, más que de un agüita? Nada debería extrañarte, con estos mimbres, la espectacular subida de Vox. Incluso entre el sector de los jóvenes sobradamente… incompetentes. Que habrán empezado su andadura en el PP y que ya van de la mano, sin recato alguno, en la Comunidad de Madrid.

Que lo de Telecinco sea el inicio. Que cunda el ejemplo. Y un consejo (gratuito, por supuesto) a ciertas autoridades locales que prestan inestimable apoyo a telemaratones solidarios cuando los organizadores se hallan inmersos en conflictos judiciales por deudas a la Seguridad Social. Será que la Navidad corre tupido velo.

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