El 11 de los corrientes (lunes), en reunión mañanera (el
alcalde tenía que irse luego a cumplir con sus otras obligaciones), se celebró
sesión plenaria extraordinaria en el ayuntamiento de la Villa de Viera para
modificar, al alza, algunas ordenanzas fiscales. La culpa, como siempre, de los
otros. En este caso, del Gobierno de Canarias. Y cuando no, de cualquier
institución que no esté regida por el Partido Popular. Sigue imponiéndose la
vieja cantinela del “y tú más”· Uno, después de treinta y dos años largos de
haber abandonado la cosa pública, echa en falta políticos que sean capaces de
comportarse algo mejor que los chicos de la escuela en el patio de recreo. Lo
comentaba, casualidades de la vida, con otros compañeros de promoción, que
también participaron en aquella época en la que la ilusión era faro y guía de
la actuación política, en una comida de confraternidad –la segunda del año– esta
pasado sábado en La Victoria.
El grupo de Manuel Domínguez persiste en echar balones
fuera. A pesar de su abultada mayoría continúa improvisando y no han sido capaces
en estos años de mandato de establecer prioridades y pergeñar una planificación
a varios años vista. Se limitan a parchear, mientras el pueblo sigue colapsado.
En todos los sentidos. Y ojalá llueva con ganas en este próximo mes en el que
nos volvemos locos comprando sin ton ni son.
De cara al ejercicio económico de 2020 nos subirá el recibo
del Impuesto de Bienes Inmuebles (la Contribución de toda la vida) y el
Impuesto sobre los Vehículos de Tracción Mecánica. Y esta medida, que nos
afectará a todos, será “disimulada” con unas bonificaciones que, a mi manera de
ver el asunto, solo beneficiarán a los más pudientes. Intento explicarme:
Las denominadas bonificaciones verdes –50% en el IBI y 95%
en el ICIO (Impuesto sobre construcciones, instalaciones y obras)– para los que
instalen placas fotovoltaicas, no está al alcance de todos los que, de una u
otra manera, hemos accedido a una vivienda a través de la autoconstrucción. Y
si por un causal la adquieres a cualquier promotor de un edificio que cuenta
con ellas, no te preocupes porque el empresario, que se beneficiará de los
descuentos pertinentes en las licencias, te repercutirá en el precio de
adquisición lo que estime conveniente. Como ocurre con las plazas de garaje,
verbigracia.
Otro tanto acontece con la prevista (75%) en el impuesto de
rodaje para los vehículos eléctricos o híbridos. Cuyo precio, prohibitivo por
ahora para la inmensa mayoría de economías domésticas, hace que solo familias
pudientes puedan adquirir este tipo de fotingos. Yo, mero ejemplo, sigo con el
de gasoil porque la Primitiva se resiste.
Me da, por consiguiente, que la etiqueta de popular no le va
al equipo que gobierna en mi pueblo. Da la impresión de que las improvisadas
medidas que se adoptan en el día a día solo van encaminadas a favorecer a los
que manejan mayores capitales. Y cuando protestamos los que soportamos el mayor
porcentaje de contribución a las arcas públicas, se recurre a la vana excusa de
la penalización por parte de otros organismos.
Cuando hemos comprobado, además, cómo las obras que se
realizan en el pueblo siempre se adjudican a la misma empresa, cómo se adquiere
una nave industrial para salvar los muebles a un deudor, y se presume alegremente
de tener cada año superávits (como si de obtener beneficios se tratase), no
entendemos las promesas electorales de una formación política que basa sus
argumentos en bajadas generalizadas de impuestos. Para después llegar, como
siempre, a lo que venimos comentando.
Y aprovecho para elevar otra enérgica protesta por la medida,
casi generalizada, de celebrar las sesiones plenarias en horario bien temprano.
Lo que demuestra la profesionalización política, el aumento del desapego de la
ciudadanía hacia lo que debería ser un noble quehacer y la tentación, estilo
Domínguez, de los pluriempleos.
Mejor sería, y concluyo, que el PP realejero calificara como
azules a las supuestas bonificaciones en vez de verdes. Le pega más. Y a un destacado
y acérrimo seguidor –lo de que raya el esperpento te lo escuché a ti– de la
causa de los charranes (o gaviotas, si prefieres), siempre he sentido el deseo
de preguntarle si piensa vivir del cuento toda la vida.
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