Este pasado sábado (10 de junio), y en un lugar a caballo
entre el muelle de Los Cristianos y la playa de Las Vistas, una buena hornada de
maestros de escuela se dio cita para la obligada comida anual, para el
encuentro de la remembranza y de las conversas luengas y distendidas. Porque a
estas alturas de la vida, cuando canas y ausencias capilares constituyen apostilla
destacada, ya nadie nos pide prisa. Y como acudimos con la tarea hecha, con los
deberes cumplidos, le pegamos a la hebra en el convencimiento de que todo lo
que platiquemos irá en beneficio del pertinente aseo neuronal que la edad nos
exige.
Los escasísimos ejemplares de esta fauna que aún permanecen
en activo –y vaya como fehaciente muestra estas fotografías del victoriero
Carricondo– de tal manera se confunden en la cosecha que diera fruto en los albores
de los setenta del pasado siglo, que se antoja embarazosa tentativa el
descubrir quiénes están en ambas lindes de la barrera que marca el estado
jubiloso. Bueno, gozosos y placenteros se nos ve a todos. ¿Barriguita llena, corazón
contento? ¡Ah!
Hubo el alto ineludible para levantar nuestra copa y brindar
por el amigo recientemente fallecido. A José Luis Díaz, un icodense de pro, el
recuerdo de quienes por aquí seguimos en la brega cotidiana. Porque cuando nos
traslademos al estadio de la eternidad, a buen seguro que ya tendrá preparado,
junto a los compañeros que también abandonaron esta dimensión, el lugar donde
fijaremos la sede perpetua de las citas.
Guardo de él siete relatos breves, que me remitió hace unos
años, pues pensaba que los podía insertar en mi blog. Cuando le indiqué que
solo lo había abierto para desahogo personal, me rogó que los guardara. Y eso
hice. Ahora se los remitiré a Humberto (quien sigue al pie del cañón en la
Facultad de Ciencias Políticas, Sociales y de la Comunicación, en la sección de
Periodismo) para que les eche una visual. En ellos vislumbré la especial
sensibilidad y la vena artística que siempre demostró José Luis. Ignoro si
alguna vez los llegó a publicar en cualquier medio. Sus familiares nos sacarán
de la duda.
Fue, como lo ha venido siendo desde que celebramos las bodas
de plata, un momento –qué digo, osado de mí, mil de ellos– para echar la vista
atrás y sacar a colación avatares de la vieja Normal, de cientos de anécdotas
que quedaron grabadas en nuestras retinas, de las andanzas posteriores por
escuelas, colegios e institutos de estas islas…
Y cómo se llamaba aquella, sí, hombre, que estaba en la
clase de … y se sentaba con…; vaya, se me fue el santo al cielo… No importa, me
acordaré. ¿Por qué esbozas esa maliciosa sonrisa? ¿Acaso no te ha ocurrido algo
semejante?
Tuvimos la oportunidad de congratularnos por el premio Viera
y Clavijo concedido a Carlos Casanova de Ayala, quien desde el curso 2008-2009
se halla al frente de la Inspección Educativa en la isla de La Gomera. Uno de
los reducidos ejemplos activos, como antes señalé, y cuyo galardón viene a
significar el reconocimiento a un quehacer con el que nos sentimos
identificados. Así que, amigo, con tu venia, lo hacemos nuestro. Y como la
distinción lleva el nombre de tan ilustre realejero, sabes que somos muchos los
de este pueblo que impartimos magisterio por estas peñas atlánticas. Complacencia
doble, pues.
Alguna jaqueca, pequeños achaques, contadas intervenciones
quirúrgicas, visitas periódicas para revisiones… Como cualquier coche que se precie
y que cuente con varios años a sus espaldas. Pero lo narramos. Y disfrutamos.
Comemos y bebemos. Luego, en la soledad del hogar, tiempo habrá para las
pastillas, pócimas y brebajes. Esos aspectos colaterales quedan en la intimidad
de cada cual.
A los postres, y a indicación de Miguel Delgado, uno de los
organizadores del evento, junto a Chicha, correspondía elegir mediante sorteo
el nombre de al menos dos afortunados que se encargaran de la preparación de la
próxima convocatoria. Salvo que cualquier voluntario asumiera dicha tarea. Y
hete aquí que el conejero Cándido Armas nos propone que el primer fin de semana
del mes de junio del año 2018 nos fuésemos para Lanzarote. Y aprobada por
mayoría cualificada quedó la propuesta. Con la advertencia de que, con casi
toda probabilidad, no vayamos a disponer de suficiente espacio temporal con un
día.
Amigos y compañeros,
con los encuentros sigamos,
síntoma es de que aquí estamos
felices, dicharacheros.
Que nos guíen los senderos
con lucidez y armonía,
destaque la bonhomía
de grupo bien avenido,
pongamos coto al olvido,
haya siempre
sintonía.
Adelante, y hasta la próxima. Que a la vuelta de la esquina
se halla.
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