Diversos anunciantes han vetado a Telecinco. Algunos de los
que promocionaban sus empresas en ‘Gran Hermano’ –esa bazofia (cosa soez, sucia
y despreciable) con la que Mediaset entretiene en una amplísima franja horaria–
se han mandado a mudar después de que el grupo de comunicación encubriera un
caso de abusos a una de las concursantes del didáctico –por lo que enseña–
programa.
Esa es la medida que más duele. Cuando la mente se obnubila
hasta el punto de creer correcto este proceder abyecto, nada mejor que tocar el
bolsillo. Está por ver el alcance de este paso y la capacidad de copia y pega
que pudiese derivarse. El contagio, a veces, suele causar graves desperfectos.
Ojalá sea el primer paso para poner coto ante tanto desmán.
No es la primera vez que propongo algo semejante para otro
antro (local de mala reputación) más cercano. Pero como las empresas
anunciantes no van a mover un dedo porque, por lo visto, están muy encantadas
de nadar en la porquería con facilidad pasmosa, se podría dar la vuelta a la
tortilla y ser nosotros –los que repudiamos programaciones despreciables que
conculcan toda clase de principios– aquellos que dejásemos de adquirir los
productos ofertados. Y ya saben que muerto el perro…
Otros sostienen que a cada cerdo le llega su sanmartín. Y
que solo es cuestión de esperar pacientemente. No lo entiendo así cuando la
solución está en nuestras manos. Máxime cuando la violación de derechos
fundamentales (constitucionalmente consagrados) es tan flagrante, que se requiere
una acción inmediata. Porque las agresiones verbales son de órdago. Ya tenemos bastante con la paciencia de órganos e instituciones
con poder decisorio (aunque, y a la exasperada lentitud me remito), que parecen
correr tupido velo ante decisiones ya adoptadas, pero no ejecutadas.
Soy consciente –debemos serlo– de que hay una ingente masa
de personal amorfo que no está por la labor. Porque los lavados cerebrales no
es algo exclusivo de periodos bélicos. Existen otras batallas, en épocas más
placenteras, que se ganan con algo tan simple como la manipulación. Y nos
tropezamos, desgraciadamente, con verdaderos artistas en el arte de embaucar.
Cuando uno creía en una sociedad más culta, mejor preparada, se encuentra con
verdaderas sorpresas.
Un servidor ya empezó la cruzada. Dejé de acudir a una
tienda de electrónica, sita en las lindes orientales del municipio realejero;
no he pisado jamás un local donde se venden coches de segunda mano en cierto
polígono industrial, cuyo nombre me recuerda las vacas de La Gorvorana; bebo
agua del chorro, en vez de adquirirla en una gran superficie comercial; huyo de
los chanchullos, y mucho más de los chanchulleros; y, por ahora, mis sentadas
ante la caja tonta son cada vez más esporádicas.
Pero la tarea es ardua. Cuando ves a concejales que viven
pendientes del móvil para pinchar en me gusta con alegría incontenida e
ignorancia supina (dejen trabajar a los profesionales), cuando proliferan fotos
del bien quedar –diplomas en ristre– sin saber de qué va la película comentada
(lo del Portal de Transparencia raya el esperpento), cuando escupen los
teléfonos estupideces elevadas al cubo desde los claros de la mañana y se
elevan a los altares los bodrios más insospechados, cuando pican sobremanera
idénticos escozores a los repartidos a mansalva y varios etcéteras más, te dan
ganas de… seguir escribiendo porque la esperanza no debe perderse. Y el lícito
afán de despertar alguna conciencia y soñar en un mundo mejor debe seguir
siendo leitmotiv. Aunque no estaría de más el que justicia y gobierno, o
gobierno y justicia, se pusieran las pilas.
¿Concienciación? ¿Cultura? ¿Educación? ¿Manejos? ¿Falta de
un aguacero, más que de un agüita? Nada debería extrañarte, con estos mimbres,
la espectacular subida de Vox. Incluso entre el sector de los jóvenes
sobradamente… incompetentes. Que habrán empezado su andadura en el PP y que ya
van de la mano, sin recato alguno, en la Comunidad de Madrid.
Que lo de Telecinco sea el inicio. Que cunda el ejemplo. Y un consejo (gratuito, por supuesto) a ciertas autoridades locales que prestan inestimable apoyo a telemaratones solidarios cuando los organizadores se hallan inmersos en conflictos judiciales por deudas a la Seguridad Social. Será que la Navidad corre tupido velo.