El Partido Demócrata Europeo Catalán (PDeCAT) se desentiende
de la sentencia condenatoria que la Audiencia de Barcelona ha impuesto a Convergencia
Democrática de Cataluña (CDC) por el célebre problema que ya Pasqual Maragall
les espetara en 2005. Son, alegan, una formación nueva, cuyo primordial
objetivo es el ejercicio de la transparencia (con los mismos caretos, cuánta
desfachatez), que nada tienen que ver con los de las mordidas del 3%, formación
política que ya pagó con su disolución en 2016. Y se quedan tan anchos, y tan
panchos. Eso sí, lamentan profundamente la injusticia de la sentencia, pues
esperaban que no fuera tan dura, por lo que confían en que el Supremo reponga
la honorabilidad… de los cleptómanos (sisadores o ladrones, para mejor
entendernos). Para lo que interesa sí están los altos tribunales. Para lo que
no, ni siquiera son reconocidos como tales. Y me voy a Bélgica a vivir a cuerpo
de rey y demandaré la investidura telemática. Y retornaré a lo Fernando VII, deseado
y felón.
Pero no solo ocurren estas dicotomías en Cataluña. La
semejanza de la postura de los dirigentes independentistas con la sostenida en
estas ínsulas, cada vez más baratarias, por el ínclito Casimiro Curbelo, es más
que notoria y palpable. Cuando creó, a su imagen y semejanza, la Agrupación
Socialista Gomera (ASG; por cierto, qué cantidad de empresas y organismos bajo
tales siglas cuando consultas en Internet), corrió tupido velo a una trayectoria
que ronda las cuatro décadas y su rejuvenecimiento corrió paralelo al de la
nueva formación.
De tal suerte, para que vean los catalanes que su argumento
ya bajaba por barrancos y laderas de La Gomera desde mucho antes, el presidente
del Cabildo, y a la par diputado autonómico de mando en plaza y sartén por el
mango, inicia una desaforada campaña de pedir por todo y para todo. Y como esta
ley electoral que nos rige, y por la que el 99% de los canarios estamos sujetos
(agarrados por aquello) a los procedimientos sablistas de quienes saben que su
voto es de un valor incalculable, no tiene visos de ser modificada –salvo el
aumento del número de diputados, lo que viene a demostrar que se les importa un
pimiento el progreso y bienestar social–, los tinerfeños, verbigracia,
seguiremos en las colas porque las perras se destinan a (re)asfaltados cuasi
innecesarios y obras que denotan megalomanías de personajes ávidos de poder. Y
que entienden la equiparación de las islas no capitalinas (a las que todos
deseamos irnos a vivir para disponer de la tranquilidad que aquí no disfrutamos;
te cambio la casa por una de tus propiedades) como un método por el que La
Gomera pase a tener facultades universitarias, grandes puertos y aeropuertos,
grandes instituciones públicas, sedes de grandes empresas privadas… Exacto, que
se enteren (de) que esto ya se acabó. Y me ratifico en lo expresado un fisco
más pa´rriba: porque los tengo bien cogidos. Y acabo con el arriba parias de la
Tierra: “lucharemos con uñas y dientes por una Canarias donde todos seamos
iguales y tengamos las mismas oportunidades”. Basta con repasar el reparto
desigual del patrimonio en la isla cuyos destinos tutelas desde antes de acabar
Filosofía y Letras.
También es nuevo el PP de mi pueblo. Lo seguirá siendo
mientras el alcalde (edil lo siguen mentando en los comunicados de prensa, como
el que trata de las obras de Movistar para la instalación de la fibra óptica y
que dan pie a la perorata de tres miembros del equipo de gobierno sin que el
ayuntamiento ponga un euro en las zanjas) persista en el trastorno de la
conciencia de la unidad del yo. Ahora se ha sumado a la campaña de la venta de
El Teide, pues el malvado Cabildo (el mismo que acomete las obras de la Avenida
de Canarias y El Castillo) quiere cobrarnos y lo que es peor, privatizar
servicios complementarios en el Parque Nacional. A lo peor tuvo un sueño raro y
se percató de lo mal que funciona en Los Realejos el alumbrado público.
Cuando lo que procede es alegar todo lo que se considere
oportuno en el periodo de reclamaciones al Reglamento del servicio del sistema
integral de uso público, aprobado en sesión plenaria del 4 de diciembre próximo
pasado, y publicado en el BOP número 3, de enero de este año, y al igual que montó en
cólera cuando se comenzó a estudiar la posibilidad de una tele pública insular,
olvida (qué flaca memoria tiene el hombre) lo que sostiene en la Villa de Viera
(y aquí no es novato en los gobiernos municipales) y adopta la táctica catalana
o de Curbelo: del Realejo pa´fuera soy de la categoría de prebenjamines. Vamos,
casi en pañales. El adalid de lo privado, entre La Higuerita y Barranco Ruiz, escupe
hacia lo alto y se chinga todo.
Y por último, otro que es pipiolo en las lides de Seguridad
Integral Canaria es Miguel Ángel Ramírez, quien, y como presidente de la Unión
Deportiva Las Palmas, entiende la vergüenza de los aficionados, pero no muestra
idéntico arrepentimiento con respecto a los trabajadores de su empresa, a los
que adeuda varios haberes sin que el rubor futbolístico haga acto de presencia
cuando a final de mes algunos no vean compensadas sus labores con el montante
económico correspondiente. Los jugadores sí cobran, parece.
En resumen, cuánto liviano hay suelto por ahí. Prestos para
lo que satisfaga sus egos, pero reacios ante otras casuísticas.
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