Cuando la economía me lo permite (no tengo casa allá y la
pensión da para lo que da) me doy un salto a La Gomera. Me pierdo en la
inmensidad de El Cedro y me recreo en sus parajes. Ya saben de mi debilidad
desde 1962. Solo han transcurrido 55 años (y algunos meses) desde que recalé
por vez primera en el correíllo La Palma. La vuelta en el León y Castillo. Los
negros, sí. Sustituidos luego por los Santas. Cáscaras de nuez los unos y también
los otros. En viajes de muchas horas desde la capital tinerfeña.
Hablo con sus gentes y me cuentan historias. Pero existe
desconfianza y, mientras lo hacen, observan atentamente por si alguien pueda
tener la antena puesta. Sí, no te extrañe, eso acontece aún en aquellos
predios. Los de Casimiro, el todopoderoso. El papi, se atreven los más osados.
Cuyo nombre no hace juego con sus andanzas políticas. Porque él todo lo ve,
todo lo escucha, todo lo sabe. Para ti es fácil, me apuntan por lo bajini, que
vives en Tenerife, expresar pensamientos y opiniones en voz alta. O
escribirlas. Aquí quedas proscrito. Pero los pueblos despiertan. Puede que unos
madruguen más. Al final todos acabarán saltando de la cama. Pónganle el cuño.
Curbelo nos sorprende cada semana con un artículo de opinión
que, como ocurre en la inmensa mayoría de políticos, alguien le escribe. El
negro, o la negra, se adapta rápidamente y calca a la perfección lo que al jefe
le gustaría leer. Y lo borda, claro. En todos ellos prima la defensa a ultranza
del gomero como víctima de un sistema perverso que lo margina en relación al
resto de canarios, sobre todo los de Tenerife y Gran Canaria. Somos los
malvados de todas las películas en las que el protagonista siempre reclama más
fondos económicos para invertir, y a los hechos me remito, en obras de dudosa
finalidad, muchas de las cuales duermen el sueño de los olvidos durante años y
se deterioran con el paso del tiempo. Cuando no son derribadas sin débito pecuniario
alguno. Sin más, por delirios de grandeza. Nadie rechista abandonos porque
peligra el contrato temporal con el que se asegura el voto cautivo. Se asfaltan
carreteras cuyo firme se halla en mejores condiciones que cualquier vía,
incluyan autopistas, de Tenerife. Se construyen rotondas sin sentido con cuyo
importe podrían solventarse esas necesidades más perentorias que se esgrimen,
qué incongruencia, en cada encíclica dominical.
Y en la última de 2017, el no va más. Utilizar el símil de
la familia, con siete hermanos (mejor hubiese quedado hermanas, ya que de islas
tratamos) desamparados y necesitados de inyecciones económicas según la
enfermedad a sanar, no fue de lo más afortunado. Porque en La Gomera se sabe
que no es oro todo lo que reluce en determinados círculos. También familiares,
sí. De haber estado un servidor en el pellejo de quien pone el nombre, y, por
ende, se responsabiliza de los renglones escritos, hubiese guardado especial
reserva y habría recurrido a otra comparación. No sea que se desmorone el
edificio y me caigan las tejas encima.
Demanda de los dirigentes –él, por lo visto, pasaba por
allí, y cuando despertó…– “la oportunidad de llevar a cabo políticas diferentes
para situaciones diferentes”. Ve a la Wikipedia y observarás que la estrella de
todas las películas que se rueden en La Colombina se afilió al PSOE en 1982. Y
en 1983 subió al coche oficial, del que no se ha bajado. En más de 34 años
dirigiendo el cotarro desde la Torre del Conde ha acumulado un patrimonio sobre
el que se ciernen demasiadas tinieblas. Tras su afer madrileño (resuelto por un
acuerdo con la Fiscalía, lo que supone aceptar los hechos que se le imputaban)
se monta en otro carro: ASG. Con el que nos quiere vender que acaba de llegar.
Solo así se explica la petición de ‘políticas diferentes’.
Cuando casi alcanza siete lustros en la cosa pública, y
habiendo agrandado la brecha hasta extremos impensables entre ‘su’ bienestar
personal y ese otro que ahora reclama para quienes padecen dificultades
económicas, pontifica: “Invitamos a que vean Canarias como una familia con
siete hijos. […] y que imaginen que dos de los siete hijos avanzan más y mejor
que el resto”. Son, deben ser, las ‘situaciones diferentes’.
Si mi parecer estuviese fechado unas décadas atrás, te
hubiese espetado aquello de échate un
higo, que durante una buena temporada se llevó. Pero ahora se me ocurre
invitarte a que te mires en un espejo. Porque si esos gomeros marginados, según
la visión de ‘tu’ realidad, hubiesen corrido igual suerte que la tuya, no
habría familia alguna postergada. Ninguna, incluso la de ámbitos bien cercanos.
No, esto no es una invectiva. Es una realidad que, cual
incógnita matemática, se despejará más pronto que tarde. Los cálculos, los
procedimientos y las operaciones son más dificultosas, pero todo lo que sube
acaba por bajar.
¡Ah!, puedes aprovechar el expediente que me van a abrir en
mi pueblo para declararme persona non grata y con una fotocopia, ya sabes. Por
cierto, qué bonito te quedó el discurso de fin de año en Las Mimbreras. ¿Por
qué no te pusiste corbata? Como no llevabas ropa de montañero. No, los de Casa
Prudencio aportaban otras energías. Qué te puedo contar yo que tú no sepas de
calorías. Hasta ahora jamás me han trincado en situaciones de equilibrio
vacilante.
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