lunes, 22 de enero de 2018

Sociedad Valle de Taoro

Estuve ayer domingo, tras una ausencia de unos veinte años, en el Casino de La Dehesa, en la Sociedad Valle de Taoro, fundada el 8 de abril de 1922, por lo que a la vuelta de la esquina nos encontraremos celebrando el centenario, desde que aquellos entusiastas deheseros (expresión de unos de sus mentores, Florencio Sosa) hicieran realidad este proyecto para un barrio portuense en el que comenzaban a bullir las inquietudes ciudadanas.
Me llevé una muy desagradable impresión. Las instalaciones están de pena, cayéndose a trozos, vamos. Pero, como contrapartida, tropecé con un entusiasta grupo de personas –la mayoría socios desencantados que fueron abandonando el barco a medida que se hundía– que se enfrentaba a la situación (o cogía el toro por los cuernos, que se menta) y decidía reflotar la nave. La tarea que hay por delante se antoja dura.
Todos –me incluyo– nos preguntábamos cómo era posible que los dirigentes de estos últimos años hubiesen dejado de la mano lo que tanto sacrificio supuso durante décadas para mantener viva la llama de la cultura y el entretenimiento. La oficina que guardaba la documentación presenta un estado lamentable. La suciedad impera y se extendió el temor de que hubiesen desaparecido libros contables y de actas. Cristóbal Díaz Tena y un servidor, secretarios en épocas pasadas, nos tirábamos de los cada vez más escasos pelos ante tanta desidia. A medida de que se vayan abriendo armarios, ayer cerrados a cal y canto sin que se supiese dónde demonios estaban las llaves, quisiera pensar que vayan apareciendo las anotaciones que configuran la historia de este núcleo de población.
Se cuantificaron, a vuelapluma, las deudas que el Casino tiene contraídas en la actualidad. La mayoría en gastos corrientes, como luz, agua, teléfono, la contribución (IBI) y otros. Y se arbitraron fórmulas para ir enjugando estos compromisos más perentorios, antes de que los cortes supongan mayores inconvenientes. Para luego pasar a reparar los daños, más que patentes, que el edificio presenta.
Mucho ánimo y grandes dosis de compromiso se necesitan. Por ello, la comisión gestora, desde ayer por la mañana constituida en nueva junta directiva de la entidad por el voto unánime de los presentes en la reunión que se cita, tiene ante sí una ardua tarea. Y se recurrió a la medida que tanto ha caracterizado a esta sociedad en su ya larga trayectoria y que no es otra que apelar a la generosidad de los socios para que abonaran por anticipado y en un solo pago la cuota anual. Fue la versión moderna de lo que en los inicios se denominó empréstito y que fue la base para adquirir la sede social.
Por mi parte, y dado que en el mueble que alberga los libros donados vislumbré un buen puñado –calculo que algo más de cuarenta ejemplares– de “75 años en la historia de un barrio: El Casino de Las Dehesas”, publicación que salió adelante en el año 2000 gracias a la colaboración, entre otros, de tres empresas, cuyos responsables se hallaban presentes en la mañana dominguera, a saber, Rubén Cabrera, Elicio Díaz y Ernesto Martín, quedó brindado el ofrecimiento para que dejen un par de ejemplares para la biblioteca y vendan el resto, que al menos unos euros aliviarán cualquiera de las deudas existentes. Al menos en esa compilación se halla la constancia de los aconteceres habidos en los tres primeros cuartos de siglo (1922-1997).
Como no hay señales de vida del registro de socios, esta nueva singladura arranca con casi setenta nuevas altas. Por denominarlo de alguna manera, pues la mayoría son –somos– tripulantes de antaño que bajamos a dar una vuelta.  Y visto el sentir de los presentes es probable que el número se incremente de manera satisfactoria. Entiendo que bastaría recuperar a mucho desencantado. Si en una de las primeras reuniones (19 de abril de 1922) se acordó solicitar a los socios un préstamo de 150 pesetas para cubrir los gastos de instalación (legalización del Reglamento, alquiler del local, 17 kilos de carburo, algunos muebles…), ahora no va a ser menos. Se saldrá adelante, porque ni en los peores tiempos de la guerra hubo hecho alguno que cerrara las puertas. Mi humilde colaboración la tienen.
Concluyo con dos notas históricas: la relación de prestamistas de esa primera derrama social y la de los socios fundadores. Si ellos lo hicieron posible en 1922, cómo nos vamos a quedar detrás. Cerremos estos últimos años de negra etapa, corramos tupido velo y miremos el futuro con optimismo.
Prestamistas (entre paréntesis la cantidad, en pesetas, aportada): Marcelino Sosa (10), Antonio Pérez (10), Cristóbal García (10), Florencio Sosa (10), José Afonso (10), Peregrino Cabrera (10), Ángel Hernández (5), Antonio Hernández (5), Agustín Marrero (5), Andrés Alvarado (5), Cristóbal Medina (5), Domingo Yanes (5), Diego Suárez (5), Francisco Pérez (5), Francisco Hernández (5), Isidro Díaz (5), José Hernández (5), José Rodríguez (5), José Yanes (5), Luis García (5), Pedro Cabrera (5), Pedro Rodríguez (5), Vicente Monterrey (5), Narciso Cabrera (3), Antonio García (1) y Domingo Hernández (1).
Socios fundadores (ordenaban alfabéticamente por nombre, y no siempre bien, y no por apellidos): Antonio Pérez Correa, Ángel Hernández Hernández, Antonio Rodríguez Ramón, Antonio García Rodríguez, Agustín Marrero Cabrera, Antonio Felipe Ruiz, Benito Luis Yanes, Cristóbal García Cabrera, Domingo Yanes García, Elicio Díaz González, Felipe García Bravo, Francisco Hernández Díaz, Florencio Sosa Acevedo, Francisco Hernández García, Isidoro Díaz García, José Afonso Pérez, José García Cabrera, José Yanes Barreto, José Hernández Martín, Juan Suárez Sánchez, José Rodríguez Acevedo, Manuel Delgado Ramón, Manuel Fernández Fuentes, Manuel García Acevedo, Miguel García Acevedo, Marcelino Sosa Acevedo (primer presidente), Peregrino Cabrera González, Pedro Rodríguez Acevedo, Santiago Sosa Acevedo, Tomás Martín García y Vicente Monterrey.
Como hoy, 22, es día de fiesta en mi pueblo, me permití la licencia de darme un salto y cruzar La Frontera (así se llamaba donde actualmente se ubica una gran superficie comercial). Pedro Sosa sabe algo de eso.

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