El 28 de diciembre de 1973, a primeras horas de la tarde,
bajaba yo con mi flamante Fiat 128 por la carretera de El Castillo. Un tramo
mucho más estrecho que el que ahora presenta, pero con un firme en mejores
condiciones que el actual. Regresaba de Hoya Fría donde llevaba a cabo los
cuatro meses de prácticas como alférez de complemento tras la realización,
durante dos veranos anteriores, de la formación pertinente en Los Rodeos. Fue
la última promoción de la IPS (Instrucción Premilitar Superior). Luego fue sustituida
por la IMEC (Instrucción Militar Escala de Complemento). Había tenido guardia
el día anterior y el cuerpo me pedía una cama donde poder descansar unas horas.
Recuerdo que le ponía 100 pesetas de gasolina al TF-5236-C y me alcanzaba para
dos viajes de ida y vuelta al recinto cuartelario. Ni que decir tiene que era
el primer fotingo que poseía. Se lo compré a Pepito Siverio (q.e.p.d.), agente
en aquel entonces de Hernández Hermanos, por 120.000 pesetas. Vivíamos, mi
mujer y yo, en casa de mis padres en la calle de La Longuera. Y al llegar,
apenas asomé el hocico por la puerta, mi madre me dice que siga para la
maternidad porque la señora estaba ya de parto. Pensé que era la consabida
broma de tan señalada fecha, pero no. Así que me tragué el almuerzo (cuando se
come deprisa es tragar, ¿no?) y me fui a ser partícipe (de espectador, claro; y
por fuera del paritorio) del feliz acontecimiento. Así que la primogénita
cumple hoy 44. Y como introducción ya vale.
Hoy, 28 de diciembre de 2017, la carretera de El Castillo
presenta un estado lamentable. La principal vía de acceso al populoso núcleo de
Toscal-Longuera desde la autovía, autopista y demás constituye la vergüenza de
las infraestructuras municipales. Porque no debemos olvidar de que se trata de
una competencia exclusiva del ayuntamiento, tras el convenio firmado con el
Cabildo, como se hizo hace un par de años con el tramo que conocemos como
Puerto Franco.
Es conveniente aclarar esta circunstancia porque cuando se
acaba de licitar la obra, cuya ejecución comenzará en el próximo mes de enero,
el presidente insular del PP tinerfeño, y presidente del grupo popular en el
Cabildo, y, asimismo, alcalde de Los Realejos en los ratos que retorna al
pueblo de las reuniones de la Ejecutiva Nacional en Madrid a sacarse las fotografías
que inundarán las redes sociales, sigue con la cantinela de que es la
institución presidida por Carlos Alonso la culpable de los retrasos habidos en
la tramitación del expediente.
No perdió Domínguez la oportunidad en sus últimas
declaraciones al respecto para cargar las tintas nuevamente: “que no tuvo la
celeridad deseada”. Somos ya unos cuantos los que estamos cansados de esta manera
de hacer política. La culpa es del otro, cuando no de los que nos precedieron,
y nosotros somos los chachis de la película. Y este particular no es una broma,
o inocentada, con la que podamos estar haciendo juegos malabares durante todo
el tiempo.
No olvidemos que de los 493.366,33 euros que va a costar la
obra, incluida en el denominado Plan de Cooperación Municipal, el 80% correrá a
cargo del Cabildo. Organismo que debió supervisar el proyecto remitido por el
ayuntamiento y que detectó en principio que no se contemplaba adecuadamente la
recogida de aguas pluviales, por lo que fue devuelto al Consistorio para que se
subsanaran tales defectos. Tal circunstancia fue obviada por el mandatario
municipal en el comunicado de prensa. Eso sí, no pierde la ocasión para echarse
las flores de rigor: “Siempre estuvo entre nuestras prioridades y trabajamos
para su urgente resolución”. Menos mal, que si no debemos aguardar al Día de
los Inocentes del año 2037.
La salida a licitación, y consiguiente adjudicación, es,
desde luego, motivo que debe alegrarnos sobremanera. Pero vuelve a incurrir el
señor alcalde (o sustitutos, porque mandó a Noelia para el posado) en el pecado
de la omisión. Nada que declarar ante el hecho de que bastantes meses atrás
hubo de retirar el anuncio de licitación en el Boletín Oficial de la Provincia
por no sé qué errores administrativos e iniciar de nuevo el procedimiento. La
gente del pueblo se queda con los titulares, no está al cabo del meollo, y nos
basta con difundir a los cuatro vientos que Carlos Alonso es un malvado que
tiene desatendidos los pueblos gobernados por el PP, cuatro nuevas fotos, tres
visitas a los centros de mayores, un par de besos y… mecachis, qué guapo soy.
Menos mal que dentro de diez o quince años ya no tendremos
este problema. Como ya será una calle municipal más y la arreglaremos con
recursos propios, asunto zanjado. Lo malo es que ya no habrá posibilidad de
cargar muertos o endosar el marrón. ¿Qué escribí? ¡Cuánto peligro! Déjalo
estar. Hasta aquí.
Pasen un día agradable. Cuidado con lo que lean o escuchen.
Hay mucho monigote (escoger acepción a conveniencia) por ahí y se cuelga con
facilidad pasmosa.
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