Leo en
un artículo de opinión: “Me contaban en la radio que Asier Antona, por petición
expresa de Manolo Domínguez, se había embarcado en una operación cuya finalidad
era acabar en las próximas elecciones con Antonio Alarcó”. Con todas las
reticencias que un juicio de valor implica, me atrevo a insinuar que no me
extraña la aseveración. Nada me sorprendería de que se estén moviendo hilos en
la dirección indicada. Porque al personaje que ostenta la alcaldía realejera en
modalidad time sharing, le molesta horrores
que algún otro de su entorno –y nada importa la fuerza política a la que
pertenezca el señalado– le haga la más mínima sombra. Ya expresé cuál es su único
pensamiento político hace unas horas: Yo soy yo y no admito circunstancias.
Don
Manuel no puede permitirse el lujo de seguir contando con quien le demostró que
se pueden sacar más votos para el Cabildo que los que él obtuvo en 2015. Esa
pesada losa debe alejarse de manera inmediata. Y la fórmula idónea es que se
vaya relegando su papel –que se conforme con sus actividades profesionales, que
no son pocas– hasta que se quede con un carguito, como mucho. Que para
pluriempleado, él.
Domínguez
tiene que ser el protagonista de todas las películas. Es el fulano (¿te
acuerdas?), y punto. Por ello no dudaría en cargarse, sin preciso fuera, al
mismísimo Adolfo. Y como la hipotética moción de censura en La Laguna debe
pasar por el indispensable protagonismo del doctor, pongan el cuño de que no la
habrá (1). Alarcó está amortizado. Además, ya no da la imagen. La fecha de
caducidad de su envase es patente.
No va,
pues, descarriado el opinante. Nadie puede emitir destellos más brillantes que
los del faro del realejero. Luz que se irradia desde lo más alto del municipio
y que nos guía por el sendero correcto. Agradecidísimos estamos los cortos de
casi todo, porque nos ha llegado ese halo que ha hecho posible que, por fin,
veamos la claridad a la salida del túnel de San Vicente. Estábamos huérfanos y
ahora somos alguien. Ya era hora.
Cuando
el consejero insular Domínguez se enfada muchísimo porque el presidente del
Cabildo no le presta atención a sus magníficas propuestas, y olvida que en
nuestro pueblo paga con idéntica moneda a Jonás y Miguel Agustín, con el
agravante de que pasado un tiempo se apropia de sugerencias ajenas, lo que en
realidad ocurre no es que esté preocupado por las colas de la autopista, sino
porque ve mermadas sus campañas publicitarias con las contrarréplicas del
otrora popular y ahora nacionalista furibundo. Se trata, llana y simplemente,
del ataque de celos de quien se ve apeado del pedestal del autobombo. Y estos
comediantes se creen por arriba del bien y del mal. Viven en su particular
Olimpo pero sin ser capaces de compartir espacios con otros dioses.
No me
asombra, entonces, que los presidentes populares, regional y tinerfeño,
dispongan de su espejito mágico en el que consultan a diario la magnitud de su
guapura. Y ambos, sentados una tarde en uno de los bancos del Camino Largo
lagunero, cayeron en la cuenta de que la sombra de Alarcó era más alargada de
lo que presentían. Y urdieron el plan de reparto.
Mientras,
estimados realejeros, sigamos haciendo el gilipollas. Apoquinemos
religiosamente en la cuenta corriente los cinco mil y pico del ala. Duplica junio
y diciembre. Y dime ahora si en tu trabajo te permiten ausentarte cada vez que
te venga en gana y sin darle cuenta a nadie. Aplaude a rabiar las presencias
fotográficas y cabréate cuando los representantes cabilderos vengan a sacarnos
las castañas del fuego en la Avenida de Canarias, verbigracia. Y si por la
noche te metes un partigazo porque no viste el socavón donde metiste la pata
ante la ausencia de alumbrado público, llama a Manolo para que acuda presto a
tenderte la mano con el fotógrafo al lado.
A pesar
de todo, feliz fin se semana, disfruten de las fiestas navideñas, guarden el
reintegro para el sorteo del Niño y no hace falta que escriban la carta a los
Reyes Magos. Dejen eso de mi cuenta. O de la de mi amigo Manolo. Que si la
tengo cogida con él. No, ríele las gracias.
(1)
Después de redactado el artículo, el Tribunal Constitucional ha dictado
sentencia por la que podría haber moción de censura en La Laguna sin tener que
recurrir a los populares. Ello no resta un ápice al resto del contenido.
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