jueves, 21 de diciembre de 2017

La tengo, y mucho

Vuelve la cantinela con la consabida pregunta: ¿Qué necesidad tienes? Hace referencia al mantenimiento del blog (Desde La Corona). Estás perdiendo el tiempo, enfrentándote sin ganar nada a cambio, dedícate a viajar y manda la política para el carajo. Y muchas más, por supuesto.
Pues sí, lo considero necesario. Vital, diría. Porque no me dotó la naturaleza de paciencia suficiente. Y la rebeldía sigue imponiéndose a pesar de los años transcurridos. No me han vuelto, como suele ser normal, conservador. No puedo permanecer de brazos cruzados ante tantas injusticias y negligencias. Pero si tú ya estuviste. Puede que, con más razón, por eso mismo. No me va el borreguismo ni el aceptar dictados de pensamiento único. Y de ello se estila demasiado en Los Realejos. Donde un grupo de gobierno ha implantado un modo de actuar que pasa, inexorablemente, por la alabanza reiterada y aparcar la discrepancia y los otros modos de enfocar la casuística municipal. Yo soy yo y no me rodean circunstancias. Al más puro estilo absolutista.
No suelo dejarme ver por bares y cafeterías. No comparto pareceres en las barras de dichos establecimientos. No arreglo el mundo en la charla entablada con aquellos con los que me tropiezo en fiestas del bien quedar. Es más, tengo el grave problema de que escribo lo que pienso. Y lo publico. Más que para que quede constancia, que también, para intentar despertar alguna conciencia aletargada.
Plasmo opiniones de lo cotidiano. Que suele ser lo más cercano. Y la institución más próxima al ciudadano es el ayuntamiento. Regido en mi pueblo por al Partido Popular. Porque, enésima vez, la debacle electoral de Coalición Canaria, debida a rencillas no disimuladas y aireadas hasta en Los mismísimos Lavaderos de Tigaiga, provocó una permuta de votos de tal calibre hacia las huestes de Domínguez, que la mayoría absoluta (prestada, aunque él presuma con los deméritos ajenos) le produjo un empacho de soberbia que raya la temeridad. Y como su ambición no conoce límites, se le quedó corto el cargo de alcalde.
Si ejerciera solo como tal, puede que se le bajaran los aires, aterrizara en el espacio habilitado para los parapentes, y pasara a formar parte del colectivo de gente normal. Como tú, estimado lector, y yo. Que metemos la pata unas veintiocho veces al día, pero que no vamos de sobrados como si el mundo (el pueblo en nuestro caso) se acabara a la vuelta de la esquina o cada vez que alguien ose rebatir nuestros planteamientos.
En la Villa de Viera, al socaire del macizo, cada vez son más los que despiertan del letargo. Porque se han percatado de que Manolo los ha engañado. Y que vive más pendiente de asuntos que exceden el ámbito municipal, que de dedicarse con plenitud al cargo por el que percibe espléndido y generoso sueldo.
Cuando me levanto cada mañana y echo una visual a los digitales para mantenerme al día, no veas qué contento me pongo cuando observo al presidente del PP tinerfeño de paseo por la isla en horas que yo le pago para que me resuelva los problemas del pueblo. Si se me ocurre ojear el Boletín Oficial de la Provincia y contabilizar los anuncios por los que delega la alcaldía en sus segundos (para que Noelia no se ponga morrúa, que dicen los canariones), el corazón me da un vuelco de alegría, porque el compartir es de buen cristiano. Y no se me olvida que el puesto en la Comisión Ejecutiva Nacional supone, además, varios viajes al mes a Madrid. Es para conseguir cosas, que me espetó cierto edil tiempo atrás. A la vista saltan.
No pienso silenciar tanto desmán. Porque el alcalde realejero nos engaña y nos roba miserablemente. Si tuviera un mínimo de dignidad, ya habría renunciado, como mínimo a la mitad de su salario. Al que habría que sumar deducciones de IRPF y cotizaciones a la Seguridad Social. Y lo mismo se me escapa algún seguro privado. Por ello siento la necesidad de teclear cada día las sensaciones de un contribuyente defraudado. Y si en vez de sermonearme los que me achacan que la tengo cogida con el angelito, se rebelaran para exigirle que cumpla a rajatabla con sus obligaciones, otro gallo nos cantaría. Si es su deseo, o ambición, atender muchos calderos, que lo haga en horas de la noche o los fines de semana. Pero que no se lamente luego de que no tiene tiempo para atender a su familia y vaya soltando frasecitas del bien quedar cuando el montante de adulones no alcanza el cupo previsto.
Observarán que hoy no he tocado el asunto de la aún más peligrosa deriva en el desdoble de personalidad. Del particular ya se encargan otros especialistas de la medicina. El que mucho abarca, poco aprieta. Y el refranero es sabio.
Mañana la lotería. Llegué a tiempo de comprar el décimo que comparto cada año con los compañeros del gremio Pancho, Ángel y Lali. La verdad es que llevo años que en este asunto del juego no siento necesidad alguna. Aunque fuera rico, en el sentido material, seguiría con la imperiosa manía de la escritura. No solo reconforta sino que te hace tomar conciencia. Y necesitados estamos todos de otras implicaciones. Aunque algún destinatario de dardos verbales ponga trabas e intente poner en práctica aquello de que calladito estás mejor. Y por si me despisto: Feliz Navidad.

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