jueves, 23 de abril de 2020

Décimas del confinamiento (1)

No son todas, claro. Solo una decena a modo de aperitivo. Las más light, que uno también tiene sus prontos. Y las que surgen en momentos hipertensos se dejan en la gaveta. Que tiempos vendrán mejores. Que ya peores tenemos bastantes. Como los dos viajes del Imserso previstos para esta temporada quedaron cancelados por culpa del “conora”, estoy a la espera de la respuesta (manda y ordena don dinero) para embarcarme en lo primero que salga. Ya de encierros voy servido. De ahí las fotos de hoy y mañana. Llámalo añoranza, si te place, y no te quitaré la razón.

En esto llega Casado
bien altivo y arrogante
–un echadito pa´lante–
y suelta con desenfado
cómo Sánchez la ha cagado
por apoyarse en la ciencia,
pues él tiene la creencia
de que al virus se combate
con un  dialéctico ataque
y no con tanta docencia.


Puede que sea mejor
olvidar redes sociales,
para no ver animales
despidiendo mal olor.
Madre mía, cuánto horror
al divulgar disparates,
pero de tantos quilates
que sería conveniente
fumigar de forma urgente
para frenar los embates.


No sé qué será peor,
si el virus o el dislate;
abramos, pues, el debate,
pero pronto, por favor.
Si todo el mundo es doctor
con su mágica receta,
se va al carajo el planeta,
pues cada cual por su lado
nada habrá solucionado
para llegar a la meta.


No es necesario políticos,
para qué las elecciones,
cerremos instituciones…
que nos gobiernen los críticos,
profundamente analíticos,
que por las redes pululan
y cuyas tesis anulan
a conspicuos tratadistas;
al poder, protagonistas,
los que por feisbuc circulan.


Lo saben perfectamente
cómo funciona Muface,
pero mucho más daño hace
el engañar a la gente.
Que algún periodista intente
la polémica avivar,
le permite cultivar
morbos, egos y descréditos,
pues interesan los réditos
mucho más que el informar.


Yo no  sé cómo el Gobierno
no recurre al doctorado
que en las redes ha plasmado
bien clarito su cuaderno.
Y derechito al infierno
que se vaya el comité
de expertos en no sé qué,
peritos en no sé cuántos,
culpable de los espantos
del bicho que no se ve.


Ha surgido un paladín,
a saber, Pablo Casado,
que los mares ha surcado
del uno al otro confín.
Se ha convertido en delfín
de otro ínclito zurriago
–por el que un euro no pago
ni en epidemia viral–
que se apellida Abascal
y cuyo nombre es Santiago.


Leña al mono, que es de goma,
cantaron los populares
y por todos los lugares
a Pedro le han dicho: ¡Toma!
Por una esquina se asoma
también la tropa “voxiana”,
que con cariño se afana
en aplaudir al gobierno,
mandándolo pa´l infierno,
eso sí, de mala gana.


Un Gobierno de emergencia
demandan ciertos sectores
y ante terribles actores:
¡Ay, Señor, danos paciencia!
Ellos tienen la creencia
–el pasado bien añoran–
de que en pandemias afloran
sentimientos encontrados
y esperan confiados
en clientes que fervoran.


Gobierno de salvación
es otra nueva ocurrencia
de aquellos que, con pendencia,
aprovechan la ocasión
para agarrar el bastón
y comenzar la molienda
de palos en la contienda,
que acabe con el poder
para poder ascender
desde su oscura trastienda.

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