martes, 21 de abril de 2020

Empacho

Y no me refiero a la embostada (de embostar: tomar comida hasta la saciedad) alimenticia de los días de clausura. Hecho al que se vio abocado más de uno de los que acapararon a mansalva (también papel higiénico) antes de que le caducara la atiborrada despensa. Es que semos lo que nos merecemos.

Hago alusión al cúmulo (des)informativo habido durante los días que permanecimos en estado de alarma. Que derivó en todos los medios de comunicación audiovisuales –en los impresos, menos– en un descarado ejercicio de autocomplacencia. Algo que este casi viejito jamás había percibido en estas siete décadas que ya uno lleva a sus espaldas. Tendré que ponerme al día, y cerciorarme bien, para matricularme en esa universidad en la que se incluye en el plan de estudios de periodismo, ese pasaje que señala como auténtico protagonista a quien le corresponde, llana y simplemente, ser el vehículo de transmisión entre el hecho informativo y el receptor del mensaje. A no ser que ahora se haya implantado la moda de que telediarios y “partes” radiofónicos (¿te acuerdas del término, no?) sean una secuencia más de cualquier película o novela, estilo Simplemente María, y que proceda solamente valorar el papel de los actores. Como cuando salíamos del cine dominical en los años mozos y pasábamos toda la semana siguiente contando las peripecias de romanos o los miles de flechas disparadas por los indios sin que ninguna alcanzase al patoso de John Wayne (Juan Vaina, para los amigos).

Estuve confuso durante el confinamiento. Mejor, lo sigo estando. Porque cuando algo tan serio como la crisis sanitaria sufrida se convierte en espectáculo por parte de quienes deben ser espejos de comportamientos, los esquemas se me atrofian. Y es preciso, a pesar de los supuestos avances sociales, no olvidar que “el lo vi por la tele” sigue aún vigente en el día a día de mucha gente. Por lo que se antoja primordial el respeto en lo que se expone y en el cómo se explica.

El empacho se tradujo en la restricción al máximo, a partir de la segunda semana de encierro, de ver teles o escuchar radios. Porque ya no informan. Cansan. Provocan hartazgo. Y te da cierta cosa contemplar una y otra vez, machaconamente, idénticas imágenes. Y como ni siquiera son capaces de advertir que son de archivo la mayoría de las veces, observas cómo dos policías, por ejemplo, recorren la misma calle unas quinientas veces cada dos minutos.

Los más contentos con las prórrogas del estado de alarma son los perros. Aquellos que habían permanecido confinados meses en la azotea de la casa en años anteriores, están que no se lo creen. Aunque, según me contaron, parece que uno murió de la impresión cuando vio a su dueño con la correa en la mano. No debió superar el infarto fulminante.

Y los titulares también se llevaron la palma (y resto de islas). Van unos ejemplos:

Ya hemos superado a Italia. Reducción del número de pensionistas. Del desprecio al ninguneo. Vox tiene razón; el Gobierno se equivocó. Un 75% de los españoles atribuye el elevado número de muertos a 4 errores del Gobierno. El coronavirus no pasa factura a Sánchez y el PSOE volvería a ganar con holgura las elecciones. Los canarios suspenden a Sánchez y a la Consejería de Sanidad. La normalidad se alcanzará el 27 de octubre…

Ya cuando leí, en cierto periódico isleño, el último reseñado no seguí. Porque ya puestos, eché en falta que indicara la hora y minuto exactos de la buena nueva. Manda testículos. Estos portentos del periodismo deberán pertenecer a la hornada de los que se han rebelado contra las comparecencias gubernamentales. Cuando uno escucha el nivel de las preguntas que se dirigen a Sánchez, nada extraña estas pueriles actitudes. Máxime cuando después de que conteste el presidente –da lo mismo el sentido de la respuesta– cada cual escribirá en su medio lo que le dé la realísima gana. O lo que dicten los superiores.

Menos mal que me entretuve sacando algo de chispa a las esperpénticas situaciones vividas. Y plasmadas quedaron en décimas. Ante tanta gilipollez, cada cual se consuela como mejor crea conveniente. Debo tener ya para varios libros. Quizás algún día la cultura no muerda en este pueblo ni se vete a los díscolos. Espero que esta crisis nos deje la moraleja de que no amanece más temprano para el que mucho besuquea. Como muchos no presentaron síntomas, lo mismo alguien contribuyó a la expansión más de lo que te puedes imaginar.

¡Ah!, se me olvidaba. Cuando en un determinado día se producen casi el mismo número de altas que de contagios, otro medio de estos contornos basa su titular en los cinco nuevos muertos. ¿Cómo me puede extrañar tal hecho cuando el nivel de las preguntas en las comparecencias de los responsables políticos y técnicos –jamás en la historia tantas como ahora– alcanza el más espantoso de los ridículos? Qué altura de periodismo. Y de periodistas.

Salud, ánimo y a viajar, que son dos días.

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