Somos la escoria
universal. Los mayores tarugos (personas de rudo entendimiento) que ha
podido parir madre. Feos, deformados, grotescos, en suma, bazofia. Bípedos por
azar. Embriones de homínidos abortados en la glaciación anterior al surgimiento
del primer australopitecus. Mejunjes de espermatozoides descabezados.
Esperpentos sifilíticos y merecedores, a lo sumo, de que nos arrojen por El
Penitente. O desde lo alto del Roque Grande. Espantapájaros andrajosos en
superficies yermas. Disonancias de inarmónica combinación acústica, a saber,
meras cacofonías. Ventosidades y eructos psicodélicos.
Y como me saltes, aún sé algo más. O mucho, según me
pinches. Sí, elementos distorsionadores de un gobierno socialcomunista (los de
Podemos que lean esto, eleven el conjunto a la enésima; no, al Penitente no
vayan ustedes que ya está lleno de mastuerzos), que, aunque nombrado siguiendo
los dictados constitucionales, ilegítimo a todas luces. Usurpador, arribista,
oportunista, incompetente, mono de feria. Rojo, como la sangre de los miles de
muertos. Sembrador de ataúdes. Nulo gestor ante la que se avecinaba. Que yayoloveíavenir. Menos mal que me quedan
las décimas.
Por mucho que pueda desgañitarse Bruce Aylward, una
eminencia en el campo de la epidemiología y responsable del grupo de emergencia
sanitaria de la Organización Mundial de la Salud (OMS), quien califica de
respuesta verdaderamente heroica el supuesto español en esta pandemia, seguirán
erre que erre aquellos que utilizan el dolor ajeno para hurgar en las heridas
con política panfletaria al más puro estilo de regímenes bien señalados en la
historia de un pasado todavía reciente. Los que evocan personajes de nefastos
recuerdos y que me traen a la memoria pasajes del libro que ahora leo: El dios
de la lluvia llora sobre Méjico, del húngaro László Passuth, y que relata las
aventuras de Hernán Cortés. No entro a valorar la secuenciación histórica ni el
enfoque más o menos sesgado de la que se denominó conquista de aquel país, sino
que me centro en cierto pasaje en el que se describe a Moctezuma: el hombre más
alto, más excelso, el Único, el Colérico, el Terrible. Aquel que se guiaba por
los signos con que se marcaba su existencia. Años felices y preñados de
victorias. En los que sus ejércitos regresaban con miles de prisioneros y
contribuciones generosas. Donde jamás se apagó la luz en el altar de los dioses
porque tomaba más fuerza con cada gota de sangre derramada.
Más tarde, mucho más tarde, casi ayer, todo ello derivó en
el volverán banderas victoriosas… Cantado por vez primera en el Cine Europa
(qué incongruencias en el devenir
histórico) unos meses antes de que comenzara (in)cierto conflicto bélico, que
concluyera unos años después con un explícito cautivo y desarmado el Ejército
Rojo.
Porque es así es como se afronta la lucha contra el
coronavirus (¿o conoravirus,
eminencia?) y no con esta táctica pusilánime del okupa monclovita. Váyase, señor Sánchez, y deje paso a quien le
corte sus atributos al invasor chino. Tome ejemplo de los dirigentes británico
y estadounidense. Quienes han plantado cara al bicho con políticas dignas de
enmarcar y que, a buen seguro, pasarán a formar parte de los anales de la
historia. No, pensaste mal. Anales nada tiene que ver con la narración de
acontecimientos pretéritos y cuya etimología nos conduce al vocablo latino
annus. Si vas al diccionario podrás comprobar que un servidor se fue por el otro
camino y echó mano de lo perteneciente o relativo al ano. Que va más en
consonancia con una extensa retahíla de locuciones en torno a su sinónimo culo,
y que por razones de economía lingüística paso a citarte algunas que vienen
como anillo al dedo para estos individuos casposos:
El prototipo de semejante ejemplar vendría a ser un ‘culo
apretado’ (individuo –el DRAE señala persona, pero me niego a ponerle esa
etiqueta– presuntuoso), o ‘culo de mal asiento’, (no requiere traducción), que
aprovecha cualquier ‘coge culo’ (alboroto, desorden) y piensa que España es el
‘culo del mundo’. En consecuencia, el interfecto en cuestión ‘aprieta el culo
contra el taburete’ (hace o planta cara al meollo) y, ‘confundiendo el culo con
las témporas’ (o velocidad con el tocino), suele ‘quedarse con el culo al aire’
(meridianamente claro). El muy ‘tonto del culo’ (no tanto como el que es del
PSOE) ‘pierde el culo’ (procurar algo afanosamente), aunque en realidad, y muy
en el fondo (del aparato digestivo), no le gusta ‘mojarse el culo’
(comprometerse) y sí ‘lamer el culo’ (suelen ser dóciles y serviles ante el
jefe de la manada). Como pretenden ‘darnos por el culo’ (fastidiar) de manera
reiterada (para gustos), mejor sería ‘pasarnos por el culo’ (despreciar, desdeñar)
sus diatribas o, mejor, que ‘te den… morcilla”. Vale, por donde te apetezca.
Respetuosamente, y siempre prestando la máxima obediencia a
los dictados de la Real Academia de la Lengua, vaya para esta caterva de
lenguaraces, desde un activo (bueno, medio pasivo) del colectivo que engloba a
los reflejados en el titular de este post, un elocuente a tomar por culo. Este
último, para variar, sin comillas.
De estos sujetos existe alguna que otra espinela. Tranquilo,
a su debido tiempo. Ser del PSOE conlleva retrasos, algo típico en los
apocados. Que no todos podemos ser lumbreras ni cabalgar en níveos corceles. En
fin, a perdonar el huero discurso de hoy.
Y una apostilla: Qué cruel lo de Hart Island (New York) con
enterramientos masivos de cadáveres que nadie reclama. Para mí que eso es ‘ir
de culo’. Qué modelo de país.
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