miércoles, 22 de abril de 2020

Ser del PSOE

Somos la escoria  universal. Los mayores tarugos (personas de rudo entendimiento) que ha podido parir madre. Feos, deformados, grotescos, en suma, bazofia. Bípedos por azar. Embriones de homínidos abortados en la glaciación anterior al surgimiento del primer australopitecus. Mejunjes de espermatozoides descabezados. Esperpentos sifilíticos y merecedores, a lo sumo, de que nos arrojen por El Penitente. O desde lo alto del Roque Grande. Espantapájaros andrajosos en superficies yermas. Disonancias de inarmónica combinación acústica, a saber, meras cacofonías. Ventosidades y eructos psicodélicos.

Y como me saltes, aún sé algo más. O mucho, según me pinches. Sí, elementos distorsionadores de un gobierno socialcomunista (los de Podemos que lean esto, eleven el conjunto a la enésima; no, al Penitente no vayan ustedes que ya está lleno de mastuerzos), que, aunque nombrado siguiendo los dictados constitucionales, ilegítimo a todas luces. Usurpador, arribista, oportunista, incompetente, mono de feria. Rojo, como la sangre de los miles de muertos. Sembrador de ataúdes. Nulo gestor ante la que se avecinaba. Que yayoloveíavenir. Menos mal que me quedan las décimas.

Por mucho que pueda desgañitarse Bruce Aylward, una eminencia en el campo de la epidemiología y responsable del grupo de emergencia sanitaria de la Organización Mundial de la Salud (OMS), quien califica de respuesta verdaderamente heroica el supuesto español en esta pandemia, seguirán erre que erre aquellos que utilizan el dolor ajeno para hurgar en las heridas con política panfletaria al más puro estilo de regímenes bien señalados en la historia de un pasado todavía reciente. Los que evocan personajes de nefastos recuerdos y que me traen a la memoria pasajes del libro que ahora leo: El dios de la lluvia llora sobre Méjico, del húngaro László Passuth, y que relata las aventuras de Hernán Cortés. No entro a valorar la secuenciación histórica ni el enfoque más o menos sesgado de la que se denominó conquista de aquel país, sino que me centro en cierto pasaje en el que se describe a Moctezuma: el hombre más alto, más excelso, el Único, el Colérico, el Terrible. Aquel que se guiaba por los signos con que se marcaba su existencia. Años felices y preñados de victorias. En los que sus ejércitos regresaban con miles de prisioneros y contribuciones generosas. Donde jamás se apagó la luz en el altar de los dioses porque tomaba más fuerza con cada gota de sangre derramada.

Más tarde, mucho más tarde, casi ayer, todo ello derivó en el volverán banderas victoriosas… Cantado por vez primera en el Cine Europa (qué incongruencias en el devenir histórico) unos meses antes de que comenzara (in)cierto conflicto bélico, que concluyera unos años después con un explícito cautivo y desarmado el Ejército Rojo.

Porque es así es como se afronta la lucha contra el coronavirus (¿o conoravirus, eminencia?) y no con esta táctica pusilánime del okupa monclovita. Váyase, señor Sánchez, y deje paso a quien le corte sus atributos al invasor chino. Tome ejemplo de los dirigentes británico y estadounidense. Quienes han plantado cara al bicho con políticas dignas de enmarcar y que, a buen seguro, pasarán a formar parte de los anales de la historia. No, pensaste mal. Anales nada tiene que ver con la narración de acontecimientos pretéritos y cuya etimología nos conduce al vocablo latino annus. Si vas al diccionario podrás comprobar que un servidor se fue por el otro camino y echó mano de lo perteneciente o relativo al ano. Que va más en consonancia con una extensa retahíla de locuciones en torno a su sinónimo culo, y que por razones de economía lingüística paso a citarte algunas que vienen como anillo al dedo para estos individuos casposos:

El prototipo de semejante ejemplar vendría a ser un ‘culo apretado’ (individuo –el DRAE señala persona, pero me niego a ponerle esa etiqueta– presuntuoso), o ‘culo de mal asiento’, (no requiere traducción), que aprovecha cualquier ‘coge culo’ (alboroto, desorden) y piensa que España es el ‘culo del mundo’. En consecuencia, el interfecto en cuestión ‘aprieta el culo contra el taburete’ (hace o planta cara al meollo) y, ‘confundiendo el culo con las témporas’ (o velocidad con el tocino), suele ‘quedarse con el culo al aire’ (meridianamente claro). El muy ‘tonto del culo’ (no tanto como el que es del PSOE) ‘pierde el culo’ (procurar algo afanosamente), aunque en realidad, y muy en el fondo (del aparato digestivo), no le gusta ‘mojarse el culo’ (comprometerse) y sí ‘lamer el culo’ (suelen ser dóciles y serviles ante el jefe de la manada). Como pretenden ‘darnos por el culo’ (fastidiar) de manera reiterada (para gustos), mejor sería ‘pasarnos por el culo’ (despreciar, desdeñar) sus diatribas o, mejor, que ‘te den… morcilla”. Vale, por donde te apetezca.

Respetuosamente, y siempre prestando la máxima obediencia a los dictados de la Real Academia de la Lengua, vaya para esta caterva de lenguaraces, desde un activo (bueno, medio pasivo) del colectivo que engloba a los reflejados en el titular de este post, un elocuente a tomar por culo. Este último, para variar, sin comillas.

De estos sujetos existe alguna que otra espinela. Tranquilo, a su debido tiempo. Ser del PSOE conlleva retrasos, algo típico en los apocados. Que no todos podemos ser lumbreras ni cabalgar en níveos corceles. En fin, a perdonar el huero discurso de hoy.

Y una apostilla: Qué cruel lo de Hart Island (New York) con enterramientos masivos de cadáveres que nadie reclama. Para mí que eso es ‘ir de culo’. Qué modelo de país.

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