viernes, 11 de septiembre de 2020

Decisión errónea

No hay derecho. Qué se van a creer estos negros de mierda. Cuando la situación que les corresponde, y como mucho, es la que muestra la foto hacinados, sin intimidad alguna, que enseñen sus vergüenzas en público porque, aun así, estarán mucho mejor que en el lugar de procedencia─ viene este gobierno indecente (tanto el regional como el nacional) y les brinda la posibilidad de alojarse en un hotel. Y una blanca para que los abanique. A qué niveles descendemos con estas bajadas de pantalones. Así no podemos seguir ni un minuto más. Nos invaden y arriba nos ponemos a su disposición para lo que les haga falta. A ver si hacen lo mismo con nosotros si vamos a sus respectivos países. Nos cuelgan de nuestras partes y nos turran al sol espichados en un palo. Bárbaros, que son unos salvajes.

No, no me he vuelto loco. Solo reproduzco una parte insignificante de los múltiples y sustanciosos contenidos que no solo ya proliferan en las redes sociales, sino que se extienden, peligrosamente, por los medios de comunicación convencionales. Tan indecentes los unos como los otros, pero los poderes públicos están entretenidos en cuestiones de mayor enjundia.

Menos mal que la Historia es cíclica. Y esta ‘moda’ pasará para entretenernos con otra cosa. No obstante, la situación preocupa. Porque estos sesgos son altamente peligrosos. Y ya se levantan voces –muchas en Fuerteventura, isla en la que algún amigo docente me llegó a comentar que en su clase no había ni un alumno majorero de nacimiento─ en contra de la decisión –errónea a todas luces, según los discordantes─ de alojar negros en los hoteles. Porque los llegados en pateras y cayucos no son blancos. Ni amarillos. Y ese tinte oscuro de la piel supone “una auténtica aberración y un durísimo golpe a la imagen de destino seguro y de calidad que queremos ofrecer”. Literal. Tal Cual. De ahí el entrecomillado. Sin anestesia ni protector de estómago. Algo distinto sería –esto lo añado yo─ que el jodido negro trajera muchos euros. Que los hay.

El presidente del Cabildo de Maxorata, el ¿socialista? Blas Acosta, también se subió al carro. Se sumó a la fiesta de los despropósitos. Qué ejemplo de socialismo. Y Onalia Bueno, alcaldesa de Mogán, perteneciente a una formación política que se denomina Ciudadanos para el ¿cambio? (CIUCA), ¿haciendo honor a su apellido? convoca rueda de prensa y pone el grito en el cielo (con minúscula) ante semejante barbaridad. Otra ¿socialista?, Conchi Narváez, alcaldesa de San Bartolomé de Tirajana (Tunte) sigue prendiendo la mecha para ¿más barricadas?

A perdonar la clave interrogatoria del párrafo anterior, pero estoy que echo chispas. ¿A dónde vamos a parar con este elenco de cargos públicos cuya condición humana (añadan cristiana, si les apetece) queda en entredicho con esta verborrea barata? ¿No tenemos ya bastante con telecincos y ahoras como para seguir echando leña al fuego?

Los que tuvimos que estudiar la asignatura de Religión en aquellos largos años de Bachillerato, algo hemos leído de migraciones forzosas. Desde que el creador del mundo (versión clásica) expulsara del paraíso a los que osaron incumplir sus directrices (maldita manzana), pasando por un tal Moisés y finalizando el recorrido en las múltiples muestras actuales, la historia está plagada de una casuística tan dispar como ejemplarizante. Si recurro a los planteamientos simplistas de quienes abogan por cortar por lo sano, colijo que ha sido ese ser todopoderoso, al que acuden solícitos cada domingo a exigir la parte alícuota del alimento divino, el culpable de esta maldita cadena.

Termino con una dedicatoria que viene a ser una metáfora, porque, quizás, alguien puede sentirse aludido y me denuncia por cruel y malvado:

¿Qué intentas justificar / con lo de “no soy racista”? / No solo corto de vista / sino, además, un lunar, / que deberías cuidar, / so pena de que se extienda / y te arme la tremenda / con carcinoma incluido, / porque estando así jodido / quizás se caiga la venda.

Tengan un feliz fin de semana.

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