jueves, 3 de septiembre de 2020

El culebrón del muro

Recoge el diccionario que culebrón es una historia real con caracteres de esas telenovelas sumamente largas y de acentuado tinte melodramático, es decir, una secuencia insólita, lacrimógena y dilatada en el tiempo. Y lo del muro de La Montaña ya se pasa de castaño oscuro. Más que ganas de llorar, que también, provoca náuseas, vómitos y otras repugnancias varias. Ayuntamiento y Cabildo parecen jugadores de pimpón y la pelota va de un lado a otro de la red, mientras los usuarios contemplamos atónitos que el partido parece no tener fin.

El jueves de la pasada semana, en una de esas recaladas de Manuel Domínguez por el pueblo del que alega seguir siendo su alcalde, tuvo la feliz ocurrencia de irse al lugar de marras con el concejal de aquella zona (Fillo, para los amigos) y grabar unas imágenes –bien les gusta una foto, un vídeo y un cartel– para denunciar el posible derrumbe del susodicho, culpando a la malvada institución insular por la paralización de la obra.

No es mi intención remontarme a hechos pretéritos de cuando la propiedad privada (El Monasterio) dio comienzo a la reconstrucción, ni si contaba con los permisos pertinentes, ni de si se iniciaron con el beneplácito de los organismos implicados. Porque creo que la ciudadanía se merece toda nuestra consideración y respeto. Algo que Manolo y Arriaga (vicepresidente del Cabildo) parecen no tener en cuenta. Y si se trata de la pataleta del PP tinerfeño porque Ciudadanos optó por aliarse con el PSOE, que el pluriempleado lo manifieste abiertamente y se deje de machangadas. Porque si tiene dedicación exclusiva en el Parlamento de Canarias, le habrán sobrado minutos para acercarse al Palacio Insular a platicar –hablando se entiende la gente– todo lo que menester fuere para desenredar la madeja. En el caso de haber ido, como a la vista está el que no han llegado a un acuerdo, tocará seguir dialogando. ¿O judicializamos el asunto y esperamos diez o veinte años más? Y si no le interesa por aquello de los réditos políticos y del bien quedar en la Villa de Viera, máxime ahora que los besos y arrumacos están vetados, que lo diga igualmente. Aunque me da que ese arranque de valentía y honradez seguirá durmiendo el sueño de los justos. Lo digo por las reiteradas chinitas que continúa poniendo Domínguez en el camino con sus vídeos y postureos.

El día anterior, a saber, miércoles 26 de agosto, el señor José Andrés Pérez Abrante (el anteriormente mencionado Fillo), concejal delegado de Seguridad y Emergencias, estuvo presente en la visita que Arriaga efectuó a las recién iniciadas obras del tramo comprendido entre los Polígonos de San Jerónimo y La Gañanía. ¿O era un doble de parecido asombroso? Lo mismo alegó ser directivo de la Asociación de Vecinos y dejó el cargo de concejal en una gaveta de su casa. ¿Padecerá de algún desdoble de personalidad? Y como entiendo que debió ocupar ese lugar el propio alcalde o, en su defecto, un concejal con responsabilidades más directas en esta materia, a lo peor se le olvidó preguntar cómo se encajaría en el proyecto la problemática del dichoso muro. Porque si lo hizo, no se entiende qué pintaba el jueves siguiente, apenas 24 horas después, luciendo palmito con ‘el ausente’ repitiendo el código del manual de instrucciones.

Me da que alguien mea por fuera de la bacinilla. Y de hacerlo, insisto, pensando más en postureos y quedar bien ante los vecinos con el fácil recurso de ver pajas en ojos ajenos y no vigas en el propio, mal asunto. Si tan valiente se fue cuando el otro derrumbe en La Grimona y no se dudó en cerrar Doctor González por una jodida (con perdón) alcantarilla, que, por cierto, llevaba armando música  desde cuando Franco era cabo, poniendo en jaque a todos los habitantes desde San Juan de la Rambla hasta Buenavista, si tan seguro está el mandamás popular (más inflado aún por su ascenso orgánico nacional) en tener razón en sus quejas, organice una manifestación y corte la vía al tráfico durante un par de horas. Ya lo hicieron los vecinos de Puldón Natero, con las notables ausencias del PP realejero, y se colocó el semáforo. Mientras, los atónitos usuarios de la TF-333 estamos hasta los mismísimos de pasar del rojo al verde y a la viceversa.

Y libres son, válgame la Santísima Trinidad, los correveidiles de turno para escribir las estupideces de rigor en Facebook cuando este artículo se publique en dicha red social. Porque leyendo algunos comentarios cuando Domínguez sale echándose flores, no me queda más remedio que argumentar aquello de que la ignorancia es muy atrevida.

Termino con el ruego a Enrique Arriaga, consejero de Movilidad y Carreteras (amén de vicepresidente, como antes se dejó consignado) y a Tomás Félix García Pérez, director insular, para que me señalen qué se contempla con respecto al tristemente famoso muro en la obra de acondicionamiento y refuerzo del firme de la carretera insular TF-333. Canales para enviarme el recado poseen unos cuantos. Gracias. Lo mismo la respuesta vale, asimismo, para Manolo y Fillo.

Con esto, y la explicación que puse en Facebook este pasado domingo y que tanto interés suscitó, hasta más ver. Porque me temo que retomaremos este particular del muro.

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