Recoge el diccionario que culebrón es una historia real con
caracteres de esas telenovelas sumamente largas y de acentuado tinte melodramático,
es decir, una secuencia insólita, lacrimógena y dilatada en el tiempo. Y lo del
muro de La Montaña ya se pasa de castaño oscuro. Más que ganas de llorar, que
también, provoca náuseas, vómitos y otras repugnancias varias. Ayuntamiento y
Cabildo parecen jugadores de pimpón y la pelota va de un lado a otro de la red,
mientras los usuarios contemplamos atónitos que el partido parece no tener fin.
El jueves de la pasada semana, en una de esas recaladas de
Manuel Domínguez por el pueblo del que alega seguir siendo su alcalde, tuvo la
feliz ocurrencia de irse al lugar de marras con el concejal de aquella zona (Fillo,
para los amigos) y grabar unas imágenes –bien les gusta una foto, un vídeo y un
cartel– para denunciar el posible derrumbe del susodicho, culpando a la malvada
institución insular por la paralización de la obra.
No es mi intención remontarme a hechos pretéritos de cuando
la propiedad privada (El Monasterio) dio comienzo a la reconstrucción, ni si
contaba con los permisos pertinentes, ni de si se iniciaron con el beneplácito
de los organismos implicados. Porque creo que la ciudadanía se merece toda
nuestra consideración y respeto. Algo que Manolo y Arriaga (vicepresidente del
Cabildo) parecen no tener en cuenta. Y si se trata de la pataleta del PP tinerfeño
porque Ciudadanos optó por aliarse con el PSOE, que el pluriempleado lo manifieste
abiertamente y se deje de machangadas. Porque si tiene dedicación exclusiva en
el Parlamento de Canarias, le habrán sobrado minutos para acercarse al Palacio
Insular a platicar –hablando se entiende la gente– todo lo que menester fuere
para desenredar la madeja. En el caso de haber ido, como a la vista está el que no han llegado a un acuerdo, tocará seguir dialogando. ¿O judicializamos el asunto y esperamos diez o veinte años más? Y si no le interesa por aquello de los réditos
políticos y del bien quedar en la Villa de Viera, máxime ahora que los besos y
arrumacos están vetados, que lo diga igualmente. Aunque me da que ese arranque
de valentía y honradez seguirá durmiendo el sueño de los justos. Lo digo por las reiteradas chinitas que continúa poniendo Domínguez en el camino con sus vídeos y postureos.
El día anterior, a saber, miércoles 26 de agosto, el señor
José Andrés Pérez Abrante (el anteriormente mencionado Fillo), concejal
delegado de Seguridad y Emergencias, estuvo presente en la visita que Arriaga
efectuó a las recién iniciadas obras del tramo comprendido entre los Polígonos
de San Jerónimo y La Gañanía. ¿O era un doble de parecido asombroso? Lo mismo alegó ser directivo de la Asociación de Vecinos y dejó el cargo de concejal en una gaveta de su casa. ¿Padecerá de algún desdoble de personalidad? Y como entiendo que debió ocupar ese lugar el
propio alcalde o, en su defecto, un concejal con responsabilidades más directas
en esta materia, a lo peor se le olvidó preguntar cómo se encajaría en el
proyecto la problemática del dichoso muro. Porque si lo hizo, no se entiende
qué pintaba el jueves siguiente, apenas 24 horas después, luciendo palmito con ‘el
ausente’ repitiendo el código del manual de instrucciones.
Me da que alguien mea por fuera de la bacinilla. Y de
hacerlo, insisto, pensando más en postureos y quedar bien ante los vecinos con
el fácil recurso de ver pajas en ojos ajenos y no vigas en el propio, mal asunto.
Si tan valiente se fue cuando el otro derrumbe en La Grimona y no se dudó en
cerrar Doctor González por una jodida (con perdón) alcantarilla, que, por
cierto, llevaba armando música desde
cuando Franco era cabo, poniendo en jaque a todos los habitantes desde San Juan
de la Rambla hasta Buenavista, si tan seguro está el mandamás popular (más
inflado aún por su ascenso orgánico nacional) en tener razón en sus quejas, organice
una manifestación y corte la vía al tráfico durante un par de horas. Ya lo
hicieron los vecinos de Puldón Natero, con las notables ausencias del PP
realejero, y se colocó el semáforo. Mientras, los atónitos usuarios de la
TF-333 estamos hasta los mismísimos de pasar del rojo al verde y a la
viceversa.
Y libres son, válgame la Santísima Trinidad, los correveidiles
de turno para escribir las estupideces de rigor en Facebook cuando este artículo
se publique en dicha red social. Porque leyendo algunos comentarios cuando
Domínguez sale echándose flores, no me queda más remedio que argumentar aquello
de que la ignorancia es muy atrevida.
Termino con el ruego a Enrique Arriaga, consejero de Movilidad
y Carreteras (amén de vicepresidente, como antes se dejó consignado) y a Tomás Félix
García Pérez, director insular, para que me señalen qué se contempla con respecto
al tristemente famoso muro en la obra de acondicionamiento y refuerzo del firme
de la carretera insular TF-333. Canales para enviarme el recado poseen unos
cuantos. Gracias. Lo mismo la respuesta vale, asimismo, para Manolo y Fillo.
Con esto, y la explicación que puse en Facebook este pasado domingo y que tanto interés suscitó, hasta más ver. Porque me temo que retomaremos este particular del muro.
Con esto, y la explicación que puse en Facebook este pasado domingo y que tanto interés suscitó, hasta más ver. Porque me temo que retomaremos este particular del muro.
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