sábado, 13 de junio de 2020

El problema de las cabras

Como a los pobres animales no se les brindó jamás la oportunidad de  matricularse en una escuela, pública o privada, están de un confuso subido. Saben que tiempo atrás fue dictado un bando municipal por el que se prohibía el tránsito por las vías del pueblo. Porque cuando lo hacían –bueno, siguen en ello– aprovechaban que se pusiera a su alcance cualquier mata para emprender una campaña de mordiscos de padre y muy señor mío.

Y para concluir las reseñas de antaño (130 años atrás), vaya esta carta al director de El Valle de Orotava, 11 de junio de 1890, año III, número 112, página 2, que nos viene a demostrar que no hay nada nuevo bajo el sol, todo se inventó tiempo ha. Con llamamiento, incluso, a la intervención militar. Y como recuerdo haber escuchado de la existencia de una familia apodada los abejones por la zona de la Calle Nueva o San Antonio… En fin, lean ustedes:

“Comunicado

Sr. Director de EL VALLE DE OROTAVA.

Muy señor mio: ha cerca de un año me vi en la necesidad de hacer público, por medio de su ilustrado periódico, los abusos que venían cometiendo algunos cabreros del vecino Puerto de la Cruz, con el fin de que las autoridades civiles ó militares dictasen las órdenes conducentes á evitarlos; pero como quiera que hasta hoy nada de esto se ha conseguido, me voy á permitir formular nueva queja por si esta vez alcanza mejor resultado.

Es el caso que los señores abejones continúan, sin descanso, haciendo suyas todas las heredades situadas en la costa, desde el punto denominado San Amaro, que corresponde á la jurisdicción del citado Puerto, hasta el del Ancon, perteneciente á la de esta Villa, pues sin ningún reparo al derecho de propiedad introducen á pastar en dichas fincas todas sus cabras, que llegan próximamente al número de trescientas, destrozando sembrados é inutilizando árboles y arbustos con los mordiscos de los referidos rumiantes.

Los propietarios ó medianeros que esto observan á cualquier hora del día ó de la noche, ya nada pueden decir á los aludidos señores, porque además de la burla que emplean en sus contestaciones, las amenazas llueven y nadie tiene el valor bastante para embestir á esos cuatro forzudos homes tan temibles como los leones del desierto.

Ahora bien, ¿qué remedio cabe contra esos que con intimidación y contra la voluntad de sus dueños, por no darles el vergonzoso nombre que se merecen, entran en las propiedades particulares con su numeroso ganado, para aprovecharse de lo ageno y hacer los daños que les da la gana? El que desde un principio he propuesto, y es a saber: que como aquí no existe guardia rural para protejer la propiedad de los ataques de ese enjambre tan desastrozo, los Sres. Alcaldes del Puerto y de esta Villa soliciten de la autoridad militar competente que la Guardia provincial de ambos puestos, convenientemente armada, vigile toda la zona donde los referidos abejones hacen sus fechorías y los prenda y entregue al Juzgado correspondiente, para que de una vez cese tan irritante osadía y tan inmoral ejemplo como están ofreciendo al público, y especialmente á sus propios hijos y otros pequeñuelos que les acompañan en la ejecución de tales hechos.

Creo que en esta ocasión no se perderá mi voz en el vacío, como la vez de marras, pues si las autoridades no toman parte activa en semejantes desmanes que pueden revestir los caracteres de delitos, quizá la paciencia de muchos se agote y el crimen sea la ilegal justicia de los actos denunciados.

Suyo aftmo. s. s. q. b. s. m. Un suscritor. S/c Junio 6 de 1890”.

Está claro que 130 años (y dos días) después, el particular no ha sido resuelto. O se le acabó la munición a la guardia civil, o no ha habido entendimiento –¿voluntad?– entre las diferentes administraciones. O que los cabreros sean los más listos de la clase y solventen los inconvenientes con un buen queso fresco. Feliz fin de semana y a perdonar la incursión sabatina.

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