Porque uno debe aclarar, es nuestra obligación, aquellos
aspectos informativos que rulan por los medios y que acaban por degenerar,
sobre todo en las redes sociales (más dadas a la falta de rigor), vayan dos
desmentidos previos a la cita de hoy miércoles.
Me confirman desde La Gomera que el conductor del vehículo
requisado por la Guardia Civil en el puerto de San Sebastián con quesos,
huevos, gofio, vinos, miel de palma, unas botellas de fairy y un perro no era
Casimiro Curbelo, como se ha comentado en los mentideros políticos de aquella
isla; escasos, pero bien distribuidos.
Desde círculos bien cercanos al PP realejero me trasladan la
disposición adicional cuarta del argumentario de la presente semana: la
sentencia de la rama valenciana del caso Gürtel, conocida este pasado lunes
cuando se hallaba reunida la cúpula nacional, nada tiene que ver con la
organización; es un nuevo caso aislado (y van…). A la fuente, digna de todo
crédito, le sugerí que descartaran a Feijóo para la sucesión pues no me huelen
bien ciertos pasajes; vamos, que no acabo de esnifarlo.
Y sin más, vámonos a Vecindario (Santa Lucía de Tirajana).
Donde hasta el Hotel Avenida se trasladó la diputada Noemí Santana Perera (Podemos)
para compartir una jornada laboral con las camareras de pisos. A conocer de
cerca el duro trabajo de este sector que tiempo atrás expuso la problemática
por la que atraviesa el colectivo al entonces presidente del Gobierno, Mariano
Rajoy, merced a la intermediación de otra Santana, la senadora (Nueva Canarias)
María José López. Quien se limitó a realizar la labor política encomendada por
sus votantes sin necesidad de recurrir a teatrillos ni circos.
Del despliegue de medios y abundancia de fotos y vídeos al
respecto adquieran ustedes constancia en esta mínima muestra. Ni que decir
tiene que a sus compañeros de viaje les ha parecido esta pantomima una acción
digna de elogio. Y han invitado a otros líderes políticos a que se sumen a la
fiesta en vez de ir a tanta romería. Cada cual entiende la feria, por lo que se
ve, a su conveniencia.
Deduzco que la empresa hotelera estaba al tanto del
espectáculo. Me imagino que habrá contratado temporalmente a la aprendiz para
tener aseguradas las posibles contingencias. Porque bien pudo atragantársele
una funda a la novicia, sobre todo porque es tremendamente peligroso hacer
esfuerzos con esa sonrisa de oreja a oreja. Más que mostrar solidaridad con las
sufridoras, da la impresión de que fue más cómoda la experiencia que cualquier
debate de la nacionalidad.
Claro que son importantes los gestos en política. Pero no
las montadas de tal guisa. Si doña Noemí pretendía su minuto de gloria, a fe
que lo ha conseguido. Lo malo es que no ha diferido su proceder de los
aprovechamientos mediáticos que tanto critica su formación de la otrora casta.
Porque al final acaban por darle la razón a los que opinan que son todos
iguales. Menos mal que El Baifo Ilustrado ha sabido sacar la chispa oportuna,
que define de manera certera cómo se desvirtúan las nobles causas por mor de
una mercadotecnia vergonzosa.
Aunque los realejeros estamos curados de estos sustos
gracias a la inestimable ayuda de nuestro ilustrísimo señor alcalde, nos
desencantamos con quienes venían a darle la vuelta a la tortilla. No me extraña
lo más mínimo que los compañeros de Izquierda Unida de estos contornos no
comulguen con tales piedras de molino. Y se muestren reacios ante desaguisados
tales. Cómo van los de aquí a poner en solfa los postureos del gobierno popular,
si a la vuelta de la esquina se reproducen los esquemas, máxime cuando ayer
mismo se proponía más hacer y menos lucir.
Cuando toque zafarranchos de vendimias, de coger papas, de
abrir pa´istierco en las escasas
plataneras que nos quedan, de bajar cisco del monte y otros tantos quehaceres
de doblar el espinazo, ahí los quiero ver guataca o sacho en mano. Sin móviles
ni cámaras. Sin micros ni tecnologías de nuevo cuño. De sol a sol. Un día y
otro. Una hora para comer y vuelta al tajo.
Claro, por supuesto, lo mío es demagogia. Cuánta desilusión.
Esas composturas solo aspiran al consabido puñado de votos (más de lo mismo), y
a ese mercadeo lo llamo, directamente, enriquecimiento torticero.
De nada. Para eso estamos. A mis años, ya vengo de vuelta.
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