miércoles, 20 de junio de 2018

Una de cal y otra de arena

¿Y cuál es la buena?, nos preguntamos siempre. En el dicho no se hace mención, necesariamente, a lo negativo o a lo positivo de una situación, sino más bien a lo distinto, a lo diferente. Cuando antiguamente había que recurrir a lo que la naturaleza nos brindaba, y aún el cemento, ni sus efectos colaterales como la aluminosis y otras dolencias varias, no había hecho acto de presencia, se echaba mano de la cal (material más caro) y de la arena (más abundante y menos costosa) para todo tipo de edificaciones. Se dice que los malos constructores intentaban dar más arena que cal, cuando lo correcto sería lo contrario, o cuando menos cantidades parejas: Una de cal y otra de arena hacen la mezcla buena.
La de cal, entonces, para el tocayo Jesús Agomar. Sabe el amigo que no tengo oídos sino orejas. Que de música sé tanto como de física cuántica, es decir, rien de rien. Pero reconocer una labor digna de elogio entra más en los círculos del afecto que del conocimiento. Y a fe que el edificio sonoro que ha ido construyendo en los diferentes ámbitos donde se ha movido se consolida. Buena muestra de su quehacer lo encontramos en los colectivos que ahora dirige: Banda La Esperanza (La Guancha) y Banda Insular de la Federación Tinerfeña. Sí, ya sé que te debo una visita, pero sabes que me enrollo en mil asuntos. Tendré que echarle bemoles. Como tú, sin ir más lejos.
Hace un tiempo, Agomar nos sorprendió con El viajero ilustrado, un rendido homenaje a la figura de Viera y Clavijo. Y ahora, hace apenas unos días, este trabajo ha sido reconocido por The Akademia Music Awards, con sede en Los Ángeles (California) como la mejor obra instrumental clásica. Nos señala el propio autor que en la categoría Best Ambient/Instrumental Song.
Se justifica el galardón, entre otras consideraciones, con esta laudatoria declaración: “Esta composición musical se armoniza cuidadosamente para producir capas sutiles de arte sonoro de un nivel superior”. Y desde la propia academia se viene a señalar: “Significa que usted ha traspasado las puertas de una organización y que puede avanzar significativamente en su carrera como artista”.
Que eras un artista lo tenía claro desde años atrás. Pero este aldabonazo te consagra. Y aunque sabes que no soy muy dado a los halagos y arrumacos (para que no se consienta el personal), sabes que cuentas con todo mi apoyo. Y si fuera político, ya hubiese salido corriendo a sacarme una foto contigo (ironía pura y dura, estimado). Eres un orgullo para esta noble villa realejera y te animo a continuar por la senda que, a buen seguro, te conducirá a nuevos éxitos. Esfuerzo, ganas, tesón, constancia y profundo conocimiento de los vericuetos armoniosos te sobran. Si aderezamos esa teoría con una humanidad encomiable, el cóctel queda servido para brindar por un futuro halagüeño.
Como este rebenque de la platanera no sabe hacer otra cosa, vaya esta décima con todo mi afecto: Son las notas de Agomar / semillas de un pentagrama, / con las que a diario proclama / su aplomo y saber estar. / Como yo no sé cantar, / sino escribir en renglones, / serán diez versos razones / que esgrime otro realejero, / con un abrazo sincero / por premios y galardones.
Y ahora la de arena. Con el enésimo mensaje al director de Radio Realejos, al concejal que lleva las riendas de la emisora, y al señor alcalde, como máximo responsable de la gestión de los dineros públicos. Aunque se halle en la actualidad de vacaciones hasta el día de San Fermín, espero que algún allegado (Adolfo, por ejemplo, quien también ostentó la delegación de dicha empresa PÚBLICA) le haga partícipe de esta nueva denuncia o reclamación.
El tratamiento que uno de sus locutores sigue brindando a la audiencia, con el aplauso de su grupo de chanchulianos de cabecera, teletransportados desde el Barranco de San Felipe, de algunos cargos públicos de este Norte tinerfeño, raya el impudor más ruin y despreciable de todo comunicador que se precie. Y mientras Fidela Velázquez, verbigracia, sufre casi a diario la burla y el escarnio más abominables, nuestro alcalde ejerce con inusitada diligencia su cargo orgánico sin que le quede un resquicio en su apretada agenda para poner algo de orden en un proceder que rompe todos los esquemas de cualquier código ético al uso. Siquiera sea por el debido respeto institucional. ¿Se imagina, señor Domínguez, la situación a la inversa?
Alguien tiene que contar las verdades, me espetaron días atrás. ¿Cuáles? ¿Las sesgadas e interesadas? ¿Las sustentadas en la verborrea barata y en el histrionismo más reprobable? ¿Las que pontifican las cuatro o cinco cuyo espacio vital no va más allá de lo que marca el cable del auricular telefónico y que el aprovechado maneja a su antojo cual marionetas o títeres? Qué ancho le queda el traje de periodista.
Se ha puesto a la alcaldesa del pueblo vecino a caer de un burro por un proceso judicial en el que se halla involucrada. Que tiene más visos de errores administrativos que de delitos contemplados en el código penal. Hechos a los que el PSOE no ha dado la suficiente trascendencia, por lo que no ha estimado oportuno apartarla del cargo. Pero el metomentodo no se conforma. Y da leña un día sí y el otro también. Al tiempo que obvia otros turbios procesos más cercanos. Es el periodismo de garrafón, de los que tantos ejemplos, desgraciadamente, encontramos en el territorio patrio. A este émulo de los Inda, Marhuenda, Losantos y otras glorias nacionales, se le importa bien poco pisotear derechos al honor, imagen, presunción de inocencia, y arremete, puede que al dictado de espurios intereses y con el aplauso de la cohorte de opinadoras que valen para un roto y un descosido, con total impunidad y vileza contra los que no ríen sus gracietas.
En fin, otra décima: No a la violencia verbal, / no al insulto chanchullero, / no a la inyección de dinero / en cierto medio ilegal. / Un periodismo cabal / requiere mejor hechura, / donde sobra el caradura / que actúa con gran inquina, / para aplicar su doctrina / con dosis de calentura.
Si observan que me ausento algún día próximo y dejo de subir a La Corona, no sean tan mal pensados de achacárselo a la depresión que deberé coger ante la avalancha de ‘felicitaciones’ que me espera por esta segunda parte de mi atrevimiento escrito (también en la emisora PÚBLICA, por supuesto, que para eso su libertad de expresión está consagrada en la Constitución con rango superior a la mía), sino a una hernia umbilical producida por el esfuerzo de alzar la voz contra los aprovechamientos obscenos que cuentan con la aquiescencia (beneplácito, refrendo, anuencia, asentimiento, aprobación) de un grupo de gobierno municipal plegado a dudosos intereses, entre los que se puede encuadrar, por razones evidentes de concomitancia, inyecciones económicas publicitarias en un antro televisivo ilegal sobre el que pesa una sanción, amén de orden de cierre, de medio millón de euros sin que autoridad de ningún tipo haya movido un dedo.
Operado quedo. En Bellevue unas horas, según me especificaron y luego a descansar. Cualquier energúmeno diría que se lo merece, pero a un servidor, sin currículum y sin haber dado un palo al agua en su vida (ni en bajada), ni la hora.

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