Mis más sinceras disculpas por la ausencia, pero otras
obligaciones impidieron la subida a La Corona en estos primeros días de junio.
Debo confesar que entre un viaje y el tecleo –confieso mis debilidades– me
inclino por el garbeo. Y a fe que los dos sancochos que me zampé en tierras
conejeras bien valieron el sacrificio. Los compañeros de la promoción de
Magisterio fueron testigos de que Cándido se comportó como un magnífico
anfitrión. El presidente de la Academia Canaria de la Lengua y el inminente
Diputado del Común (mañana, creo, accederá al cargo) podrán levantar acta de lo
que manifestado queda.
Sentencia de la Gürtel (primera de ellas), moción de
censura, presidencia de Pedro Sánchez, nuevo gobierno… Cuántos acontecimientos
en tan corto periodo de tiempo. A renglón seguido, la guerra ha dado comienzo.
Ni los cien días de gracia ni leche machanga. Cargadas las escopetas y bien
guarnecidas las cartucheras, los silbidos de las balas no han cesado. El manual
de instrucciones lo especifica nítidamente: leña al mono.
No iba a quedar al margen el presidente del PP tinerfeño y
otrora alcalde de Los Realejos, la bella villa norteña, la de Viera (el
polifacético), que me viera (de ver) nacer ha bastante. Parece que al señor
Domínguez le encanta el juego. Y se ha subido al carro de los despropósitos.
Por eso he elegido la fotografía que ilustra este post. Obsérvala bien. ¿Solaz,
retozo, travesura con quien se oculta detrás?
Pues sí, estimados convecinos. Don Manuel nos sigue tomando
el pelo (a ustedes más que a mí por razones de escasez evidente) al derecho y
al revés. Mucho más al derecho, por supuesto. Ya no se le ve por el pueblo
–salvo los escasos instantes de las sesiones fotográficas, las mismas que pone
en solfa a sus adversarios políticos, verbigracia, Carlos Alonso– porque las
responsabilidades orgánicas no le dejan resquicios para atender a las
obligaciones por las que percibe generoso sueldo. Desconozco si disfruta,
además, de otras asignaciones de su formación política. Pero como realejero me
duele enormemente que se lleve casi cinco mil euros, limpios de polvo y paja,
por un cargo que tiene abandonado, en un ejercicio de impúdica desfachatez. Y
ya está bien de semejante caradura. Es más, ni se recata un ápice cuando no
duda en hacer acto de presencia en los medios de comunicación en horas que
debería estar atendiendo a los problemas de los contribuyentes que pagan
religiosamente sus impuestos para que él, como contrapartida, pasee y se dé
tono. Es que va a buscar dinero para el municipio, me espetó cierta concejala
tiempo atrás en mi barrio de Toscal-Longuera. Pues no se nota, estimada, porque
si no fuera por las inyecciones del Cabildo, dígame qué infraestructuras de
relevancia –no me incluya, por favor, el mantenimiento de los servicios a los
que el ayuntamiento está obligado legalmente– se han llevado a cabo en Los
Realejos en los muchos años de mandato del bien pagado.
Y ahora, después del desalojo de Rajoy (merced a un
mecanismo constitucional y no por un asalto bélico a La Moncloa), se ha sumado
nuestro alcalde time sharing al
bombardeo estilo Hernando. Nos deleitó, días atrás, en las redes sociales con
un montaje fotográfico en el que solo le faltó la metralleta al nuevo
presidente del Gobierno. El mal perder democrático madrileño se extiende por el
territorio patrio. Y mi pueblo no puede quedar al margen por mucho que este
equipo de gobierno pretenda establecer diferencias. No son otros los de aquí,
son los mismos, con idénticos tics, con espasmos similares. Y a los perfiles
sociales me remito. Disfraces del bien quedar que enseñan más de una patita. Nada
de dóciles corderitos sino abundancia de lobos con caretas.
Del periodista Esteban Hernández (El Confidencial): “La
táctica discursiva que subraya cómo un presidente legítimo ha sido torticeramente
expulsado de un Gobierno ganado en las urnas por gente muy ambiciosa que se
apoya en amigos de los terroristas, comunistas, provenezolanos,
independentistas y traidores sin palabra será lugar común en los medios afines
al PP”. Y añado que el argumentario popular no difiere un milímetro. Es más,
los periodistas contratados para echar leña al fuego en tertulias televisivas y
radiofónicas (¿pongo nombres?) no descansarán en esta cruzada a la que Sánchez
se enfrenta. Legítimo es, faltaría más, que cada medio tome partido por lo que
estime menester. En ello consiste el sistema democrático. Y harto sabido es que
los poderes económicos juegan un papel fundamental en las derivas. Mas el
peligro se encuentra en los mecanismos.
Y mi alcalde (al menos en el papel) no ha dudado en rellenar
la inscripción para jugar. Lo malo es que hace trampas. De aquellas muchas más
de 24 horas al día que iba a destinar a regir los destinos municipales, apenas
queda nada. Un suspiro, si acaso. Sus ambiciones políticas han posibilitado una
transformación radical. Este opinador barato, sujeto también a la disparidad de
criterios de cada cual, y que ha sido puesto a caer de un burro en algún medio de
titularidad pública con su aquiescencia (como muchos políticos cuyo único
pecado es no ser de su cuerda), le exige un
mínimo de dignidad y le demanda que renuncie a un sueldo que no se
merece. Usted, que es tan defensor de la empresa privada, ¿cree acaso que
permitiría estas ausencias reiteradas en empleados de negocios familiares?
En su acepción cuarta, el DRAE nos indica que corrupción es
“en las organizaciones, especialmente en las públicas, práctica consistente en
la utilización de las funciones y medios
de aquellas en provecho, económico o
de otra índole, de sus gestores”. La negrita es mía, por supuesto. Yo también
hablo con la gente aunque no esté dando besos a mansalva. Y cada vez palpo que
somos más los que nos sentimos burlados. Y sisados. Hurtados, vamos. Robados,
para mejor entendernos. ¿O lo denominaría usted de otra manera, señor
Domínguez?
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