jueves, 5 de marzo de 2020

Rambla de Castro (1)

Te comenté ayer que había hablado un rato con Carmelo Pérez Abreu. Que es uno de los miembros de Calínico, hoteleros x Tenerife, un Grupo de Estudio de Tendencias y Estrategias en Materia Turística, fundado en 2008 y formado por profesionales con dilatada experiencia en la dirección de importantes hoteles de la isla, amén de otros lugares del mundo. Y en Puerto de la Cruz, ciudad pionera por excelencia en el sector turístico, funciona el denominado Club 13, grupo nada supersticioso (se reúne también ese día de cada mes) y que, preocupado por la aparente desidia de las administraciones públicas, eleva propuestas de mejora en aquellos lugares que son susceptibles de embellecimiento por sus especiales condiciones paisajísticas, históricas o de cualquier índole.

El periódico El Día publicó el pasado mes de enero, día 6, un reportaje de Raúl Sánchez Quiles bajo el siguiente titular: Calínico Hoteleros y Club 13 plantean un funicular en la Rambla de Castro. Se trata de la clásica táctica periodística (empresarial) de realzar, quizás, el aspecto más anecdótico del dosier que el colectivo citado había presentado en el ayuntamiento mucho tiempo antes, pero que no había merecido respuesta alguna de la alcaldía. Sí estuvo presto, no obstante, el señor Domínguez en conceder al periodista la réplica oportuna. Incluso con la foto de rigor en San Pedro con dos de sus concejalas. Lo de problemas de agenda y otras excusas parecidas se obviaron rápidamente.

Un servidor ha visto, y estudiado, el contenido completo de la proposición del Club 13. Y debo manifestar, en primer lugar, que lo del posible transporte –funicular como el del Hotel Abama, en Guía de Isora– es el elemento llamativo de todo el conjunto de posibles actuaciones, pero, entiendo, que no condiciona ninguna de ellas y mucho menos debe ser motivo o excusa para que no hayan sido recibidos en el ayuntamiento y, como mínimo, dialogar. Como lo hizo recientemente el alcalde de Santiago del Teide, por ejemplo.

Parece que el viejo dicho de que hablando se entiende la gente no es del agrado del grupo gobernante en el Consistorio de la Villa de Viera. Nada me extraña cuando desde instancias superiores, salvando todas las distancias que fueren menester, practicaron idéntico planteamiento con el problema catalán y así se llegó a la enquistada situación actual.

Si el autor de estos párrafos se hubiese encontrado en el pellejo de autoridad local, esa reunión se habría producido. Porque de la confluencia de opiniones y pareceres, algo en claro se hubiese obtenido. Y da la impresión de que en Los Realejos no quiere practicarse aquello tan simple de que los demás también pueden echar una mano en algo. Cuando se ha gobernando rechazando casi sistemáticamente cualquier idea que viniese de lugar diferente a lo surgido en, y en torno, a la sede del Partido Popular, nada extraña esta cabezonería. Las cerrazones suelen ser malas consejeras porque conducen a visiones estrechas y en la sociedad actual se necesita amplitud de miras.

Rambla de Castro –que no el paraje que como tal conocemos, sino que se amplía por todo el sector costero hasta la playa de Los Roques– es legalmente Paisaje Protegido. Si mal no recuerdo desde los años ochenta del pasado siglo. Un entorno de enorme valor no solo paisajístico, sino con una gran carga histórica a sus espaldas. Baste un repaso a las ilustres crónicas de insignes visitantes.

Escribía días pasados el amigo Salvador García que se imponía una reorientación en la promoción turística. Y aludía a la reunión celebrada este pasado martes del Consejo Canario de Turismo. Porque demasiados factores negativos confluyen como para prestar caso omiso a los inquietantes avisos. A la quiebra de Thomas Cook y la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea, habremos de añadir la suspensión de la ITB, la feria de turismo berlinesa que se erige en uno de los encuentros promocionales de mayor relevancia en el mundo.

Por ello, entiendo, todo lo que se haga será poco. Y de estos puntuales resfriados se puede originar una gripe de imprevisibles consecuencias. Y por si fuésemos pocos, parió la abuela el coronavirus. En torno al cual se ha desatado una (des)información tan enorme como infortunada.

Y en este contexto se requieren mimbres. Aunar esfuerzos, estrujarse los sesos y adoptar medidas que conduzcan, sí o sí, al refuerzo de lo que en la actualidad es el motor económico de estas peñas atlánticas. Procuremos que ese motor no se gripe, porque ni siquiera la vacuna nos surtirá efecto.

Por ello, estimado alcalde, siéntate y dialoga. Tú que dices amar tanto a Puerto de la Cruz –me recuerdas a Isaac Valencia, al que no les costaba mucho meterse en fregados ajenos para chinchar a Marcos Brito– no veas solo el dichoso funicular –yo también le dije a Carmelo que  de todo el conjunto de medidas era la que menos me convencía, aunque él me remitió al aludido del Abama– y piensa que en tus propias declaraciones (las emitidas  a raíz de la información en El Día) reconoces que todas las otras ofertas de mejoras, que luego detallaremos, son dignas de tener en cuenta.

(finalizaremos mañana)

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