viernes, 6 de marzo de 2020

Rambla de Castro (y 2)

En Rambla de Castro, lo que vemos desde el Mirador de San Pedro, se halla invertido mucho capital. Desde la época en que José Vicente llevaba las riendas municipales. Campañas de siembras de palmeras y dragos, fundamentalmente, plantas que no medraron por falta de atendimiento. Luego se realizó el sendero, que se bautizó como el del agua. ¿Y cómo está? Pregunta a los que van a pescar a Los Pejerreyes, que ellos saben bastante de derrumbes. O podemos charlar de los accesos a las playas. Todas, desde un costado al otro. Nada digamos de los atrevidos que osan hacerlo en lo que otrora fue el Charco de las lisas. Y no me olvido de lo que los jóvenes de algunas décadas atrás conocimos como la Cueva del mármol. En fin, si yo te contara, pues mi primer trabajo remunerado fue la de bajar aceite para los motores de Gordejuela en los primeros años de los sesenta. Y de cómo venía a comer a La Gorvorana (luego volvía por la tarde) por un sendero que existía en una cota inferior al actual, que sirve, y hay que reconocerlo abiertamente, de cagadero de perros, por lo que debemos transitarlo no a salto de mata, sino a salto de lo otro.

Menos mal que coincides en que hay que mejorarlo. Como tampoco te parece mala la idea de reconvertir las ruinas de la elevación (publicados tengo varios artículos de sus orígenes) en un centro de interpretación del agua. Aunque vista tu preocupación por el patrimonio histórico –verbigracia, La Gorvorana, casa natal de Viera, la de la familia de Agustín Espinosa…–, no sé, tengo mis dudas. Pero que se disiparán hablando, seguro.

En la Casona de Castro se han llevado a cabo obras de restauración. Pero salvo esporádicas actividades –la última, la presentación de un libro, Mujeres canarias, donde hemos descubierto a la científica María de Betancourt y Molina, apenas conocida por unas referencias de su hermano Agustín; que no quede todo en la foto y la placa– dentro del marco del Aula de la Naturaleza, escaso bagaje para rememorar un poso histórico de enorme calado.

En fin, Manolo, siento decirte que eres otro alcalde más de los muchos de secano que hemos tenido en el pueblo. De los que han olvidado que la cultura ha llegado a estos peñascos por la mar. Y mucho hay que contar, y conservar, de “tajeas abajo”. Fíjate tú que hasta un grupo entusiasta de maestros y alumnos del colegio Mencey Bentor (La Cruz Santa) elaboraron, allá por los ochenta, un magnífico cuadernillo de trabajo de Ciencias Naturales del entorno de Los Roques.

Te opones al machaqueo que se sugiere para recuperar las preciosas calas de estos parajes. Como no conociste cómo se ponía en los veranos la playa de Los Roques –de arena hasta el rozo, decíamos– y de cómo la construcción de los complejos del Maritim y Acapulco entulló el encantador lugar de convivencia veraniega de las gentes de El Toscal y La Longuera, convoca una reunión en el barrio y pon sobre el tapete la posibilidad de machacar las montañas de callao que han posibilitado que hasta el Charco de las mujeres sea solo hoy un vago recuerdo de los que ya superamos unos cuantos años a nuestras espaldas.

¿Cómo me atrevo a demandarte tal sugerencia si todavía Carmelo, y el Club que representa, siguen esperando una conversa que vaya más allá de unas declaraciones periodísticas, probablemente surgidas desde un gabinete de prensa?

Dialoguemos, que luego tu mayoría absoluta te posibilitará hacer lo que creas conveniente. Pero ábrete a escuchar. Ten, sobre todo, una deferencia hacia un grupo de gentes que con carácter altruista quiere sumar esfuerzos en un campo que bien conocen. Que podrían quedarse en casa, o viajando, para disfrutar de su bien merecida jubilación y que, no obstante, desean seguir activos porque ven las orejas al lobo y temen que la principal fuente de ingresos pueda resquebrajarse.

Con tu actitud de cerrazón, Manolo, viene a ponerse bien patente que Los Realejos necesita con urgencia un alcalde full y no un parlamentario que pasea de vez en cuando en ambientes festivos y en sesiones fotográficas y que no deja tomar decisiones, porque a la vista está el escaso recorrido de las delegaciones que has conferido a tus subordinados. Se ha quedado corta la sentencia de Alfonso Guerra: el que se mueva…

Gracias, Carmelo, por darme a conocer esas inquietudes. Salvo lo del funicular y el campo de golf, entiendo que todas las peticiones contenidas en el dosier son perfectamente factibles. Hará falta dinero. Mucho. ¿Y para qué no? De producirse la reunión –no perdamos la esperanza– me juego 50 céntimos a que surge la tramitación del Plan General de Ordenación Urbana. Puedes, con total tranquilidad, reprocharle a Domínguez que si con varios concejales delegados y tras unos cuantos mandatos (que incluya el del pacto con Oswaldo), entiende que la culpa, como siempre, es de otros, si no es otra prueba de la mucha ineficacia cuando de gestionar asuntos de enjundia se trata. Lo malo es que cuando se arregosta uno a vender humo, si se le atraviesa una nube, se pierde el norte con harta facilidad. Y creo que eso es lo que ha pasado: hemos perdido el Norte. Y así nos va. Mientras, los del Sur, todos a una.

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