En
Rambla de Castro, lo que vemos desde el Mirador de San Pedro, se halla
invertido mucho capital. Desde la época en que José Vicente llevaba las riendas
municipales. Campañas de siembras de palmeras y dragos, fundamentalmente,
plantas que no medraron por falta de atendimiento. Luego se realizó el sendero,
que se bautizó como el del agua. ¿Y cómo está? Pregunta a los que van a pescar
a Los Pejerreyes, que ellos saben bastante de derrumbes. O podemos charlar de
los accesos a las playas. Todas, desde un costado al otro. Nada digamos de los
atrevidos que osan hacerlo en lo que otrora fue el Charco de las lisas. Y no me
olvido de lo que los jóvenes de algunas décadas atrás conocimos como la Cueva
del mármol. En fin, si yo te contara, pues mi primer trabajo remunerado fue la
de bajar aceite para los motores de Gordejuela en los primeros años de los
sesenta. Y de cómo venía a comer a La Gorvorana (luego volvía por la tarde) por
un sendero que existía en una cota inferior al actual, que sirve, y hay que
reconocerlo abiertamente, de cagadero de perros, por lo que debemos transitarlo
no a salto de mata, sino a salto de lo otro.
Menos
mal que coincides en que hay que mejorarlo. Como tampoco te parece mala la idea
de reconvertir las ruinas de la elevación (publicados tengo varios artículos de
sus orígenes) en un centro de interpretación del agua. Aunque vista tu
preocupación por el patrimonio histórico –verbigracia, La Gorvorana, casa natal
de Viera, la de la familia de Agustín Espinosa…–, no sé, tengo mis dudas. Pero
que se disiparán hablando, seguro.
En
la Casona de Castro se han llevado a cabo obras de restauración. Pero salvo
esporádicas actividades –la última, la presentación de un libro, Mujeres
canarias, donde hemos descubierto a la científica María de Betancourt y Molina,
apenas conocida por unas referencias de su hermano Agustín; que no quede todo
en la foto y la placa– dentro del marco del Aula de la Naturaleza, escaso
bagaje para rememorar un poso histórico de enorme calado.
En fin, Manolo,
siento decirte que eres otro alcalde más de los muchos de secano que hemos
tenido en el pueblo. De los que han olvidado que la cultura ha llegado a estos
peñascos por la mar. Y mucho hay que contar, y conservar, de “tajeas abajo”.
Fíjate tú que hasta un grupo entusiasta de maestros y alumnos del colegio
Mencey Bentor (La Cruz Santa) elaboraron, allá por los ochenta, un magnífico
cuadernillo de trabajo de Ciencias Naturales del entorno de Los Roques.
Te opones al
machaqueo que se sugiere para recuperar las preciosas calas de estos parajes.
Como no conociste cómo se ponía en los veranos la playa de Los Roques –de arena hasta el rozo, decíamos– y de cómo la construcción de los complejos del
Maritim y Acapulco entulló el encantador lugar de convivencia veraniega de las
gentes de El Toscal y La Longuera, convoca una reunión en el barrio y pon sobre
el tapete la posibilidad de machacar las montañas de callao que han posibilitado
que hasta el Charco de las mujeres sea solo hoy un vago recuerdo de los que ya
superamos unos cuantos años a nuestras espaldas.
¿Cómo me atrevo a
demandarte tal sugerencia si todavía Carmelo, y el Club que representa, siguen
esperando una conversa que vaya más allá de unas declaraciones periodísticas,
probablemente surgidas desde un gabinete de prensa?
Dialoguemos, que
luego tu mayoría absoluta te posibilitará hacer lo que creas conveniente. Pero
ábrete a escuchar. Ten, sobre todo, una deferencia hacia un grupo de gentes que
con carácter altruista quiere sumar esfuerzos en un campo que bien conocen. Que
podrían quedarse en casa, o viajando, para disfrutar de su bien merecida
jubilación y que, no obstante, desean seguir activos porque ven las orejas al
lobo y temen que la principal fuente de ingresos pueda resquebrajarse.
Con tu actitud de
cerrazón, Manolo, viene a ponerse bien patente que Los Realejos necesita con
urgencia un alcalde full y no un
parlamentario que pasea de vez en cuando en ambientes festivos y en sesiones
fotográficas y que no deja tomar decisiones, porque a la vista está el escaso
recorrido de las delegaciones que has conferido a tus subordinados. Se ha
quedado corta la sentencia de Alfonso Guerra: el que se mueva…
Gracias, Carmelo,
por darme a conocer esas inquietudes. Salvo lo del funicular y el campo de
golf, entiendo que todas las peticiones contenidas en el dosier son perfectamente
factibles. Hará falta dinero. Mucho. ¿Y para qué no? De producirse la reunión –no
perdamos la esperanza– me juego 50 céntimos a
que surge la tramitación del Plan General de Ordenación Urbana. Puedes, con
total tranquilidad, reprocharle a Domínguez que si con varios concejales
delegados y tras unos cuantos mandatos (que incluya el del pacto con Oswaldo),
entiende que la culpa, como siempre, es de otros, si no es otra prueba de la
mucha ineficacia cuando de gestionar asuntos de enjundia se trata. Lo malo es
que cuando se arregosta uno a vender humo, si se le atraviesa una nube, se
pierde el norte con harta facilidad. Y creo que eso es lo que ha pasado: hemos
perdido el Norte. Y así nos va. Mientras, los del Sur, todos a una.
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