Me niego a opinar de las cláusulas suelo. Se ha escrito
tanto, se ha discutido tanto, se ha celebrado tanto que emborronar la cuartilla
de rigor puede ser trabajo baldío. Ahora bien, si me dispensan, o si cuento con
la venia, una aclaración. Eso de que los bancos tienen que devolver el dinero
(se habla de bastantes miles de millones) debe ser idea a desechar. Una entidad
de esas características, y en el particular de este tipo de operación
financiera estaban todas pringadas hasta el mismísimo cogote, jamás devuelve un
duro. Ya buscará la fórmula para que al final apoquinen otros. Y en ese otros
debemos incluir a los depositarios, a los que ponen los cuartos para que ellos jueguen
siempre con las cartas marcadas, y en segundo lugar a todo aquel que con sus
impuestos contribuye a llenar esa bolsa denominada presupuestos generales del
estado. Hoy lo escribí todo en minúscula. No le des más vueltas ni te rompas el
coco. Y al final siempre aparecerá Montoro para convencernos de que Europa nos
exige, nos requiere, nos reclama, nos demanda.
Descartada la idea me fui a La Orotava, al centro médico. A
repetir, que se dice. Porque alcanzada cierta edad, los medicamentos pasan a
ser parte consustancial de tu alimentación. Y cuando me hicieron las recetas, y
como el coche estaba aparcado casi en el quinto pino (espacio donde celebran
cada año la feria de ganado), caminé un poco. El traumatólogo me había indicado
el día anterior que sin pasarme. Y es verdad, cuando corresponde bajar, la
flojera se nota todavía.
Como antes había tenido tiempo para la ojeada rápida a redes
y digitales, tras la hora de la piscina (cómo cunde el tiempo cuando el horario
no está sujeto a demasiadas restricciones), me acordé de que hubo al menos dos
razones para mostrar una cara más optimista. Vamos con ellas:
Aquel reportaje de la Sexta (los telepredicadores) sigue
siendo motivo de conversas y opiniones. Y como mi preocupación ha ido siempre
dirigida hacia cierto medio de comunicación público (radio municipal), y en tal
sentido han sido varios los artículos publicados en estos últimos años, tanto
en prensa como el blog, comprobar que se levantan más voces que sostienen que
con el dinero de los contribuyentes no se puede dar manga ancha a quienes no
son capaces de respetar las más elementales normas de convivencia, constituye
todo un aldabonazo a mis planteamientos. No podemos ceñirnos a esa tele cuya línea
editorial (católica, apostólica y romana) consiste en divulgar todo aquello que
sale de los mismísimos cataplines de sus propietarios (sí, en plural, que
solemos olvidarnos; y si uno es enfermedad, el otro (el remedio), epidemia peor
que la gripe), sino que existe otra pata en mi pueblo, al menos tan dañina como
la portuense. Y como los protectores populares se creen legitimados para
apostar por un supuesto derecho al insulto, toma perras para que sigas con la
gracia. Animo, pues, a esos concejales de la oposición, tanto de aquí como de
allí, a que denuncien las tropelías que se cometen con una falta de rigor
periodístico que raya el insulto a toda persona que se guíe por el sentido
común.
Javier Dóniz Páez sabe muchísimo de volcanes. He tenido la
oportunidad de escucharle en dos charlas y es de esas personas que sienten,
viven lo que manifiestan. Y su amor por lavas, cráteres, erupciones y
piroclastos varios queda fuera de toda duda. Solo falta que en esta isla se
produzca un fenómeno magmático para poder verlo disfrutar como un chico el día
de Reyes. Porque entiende que el vivir en estas peñas no solo es un privilegio
sino que no hemos sido capaces de vender este potencial a los numerosos
visitantes que cada año transitan esta región atlántica. Al contrario, lo
tomamos normalmente como un posible enemigo que espantará al foráneo. Para ello
nos pone ejemplos de otros territorios que han sabido aprovechar estos dones de
la naturaleza.
De su último trabajo, divulgado con compañeros de la Universidad
de Castilla-La Mancha, destaco: “El geoturismo urbano es un producto de turismo
muy novedoso que consiste en explotar turísticamente el relieve presente dentro
de las ciudades, tanto en afloramientos naturales como en los diferentes
elementos del patrimonio cultural tangible”. Siendo la base espacial de la idea
el casco de Garachico, con una ruta (2 kilómetros) que recorre catorce
atractivos recursos durante unas tres horas, aproximadamente.
Lo dicho, amigo, felicidades y a esperar que la suerte nos
acompañe y seamos testigos, ambos dos, de la próxima erupción volcánica en
Canarias. Para la que, con los adelantos de la ciencia, no será necesario sacar
en procesión a virgen o santo alguno para que frene el avance la colada. Ya se
parará cuando ella crea conveniente. Aunque sí acudirán ciertos entendidos para
sacarse la foto. Yo pensaba en algunos alcaldes, ¿y tú? Que vayan y se acerquen
bastante. Lo mismo alguno se chamusca.
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