Hoy, 28 de diciembre, será le fecha de mi toma de posesión.
Y el próximo 9 de enero retornaré a las aulas. Atrás quedan unos meses de
arduas negociaciones. Debo agradecer el desvelo e interés de la consejera de
Educación del Gobierno de Canarias, doña Soledad Monzón, para que pudiera
hacerse realidad esa petición unánime de todos los sectores de la comunidad
educativa del IES José Aguiar. Centro al que me incorporaré en el inicio del
segundo trimestre del presente curso. Veré así cumplido el viejo deseo de
acabar la andadura docente en la isla de La Gomera. Y creo que fue ese el
principal motivo, que no por los méritos que uno haya podido contraer, que
condujo al claustro del instituto reseñado a solicitar mi reingreso. Hecho que
refrendó luego el Consejo Escolar.
Me iré, pues, a La Villa, a la capital, San Sebastián. Y me
congratula que sea al centro que lleva el nombre del gran pintor agulense, que
aunque nacido en Cuba (Vueltas de Santa Clara), retornó con su familia a los
pocos meses de edad, y cuyos trabajos pueden ser contemplados, a título de
ejemplo, en la Basílica de Candelaria o en el Cabildo Insular de Tenerife.
Los pocos que conocían estas conversaciones para aparcar la
situación de jubilado y volver a las aulas, me señalaban si Casimiro había
puesto mucho de su parte para que dejara de escribir en el blog. Cuán largos
los tentáculos. Entendían que al disponer de menos tiempo libre por la
dedicación plena a los quehaceres docentes, debía aparcar el espíritu crítico
que he volcado en Pepillo y Juanillo, y ahora en Desde La Corona.
Nada más lejos de la realidad. Aunque el hecho me haya hecho
recordar cierto tropiezo –dejémoslo así– con el inspector de zona cuando estaba
en el colegio Toscal-Longuera. El susodicho me espetó que no le parecía bien
que escribiera, en aquel entonces en el periódico El Día, de asuntos
relacionados con la enseñanza, con la educación. Le contesté que como se
atreviera a volver siquiera a insinuarlo, elaboraría un artículo en el que
denunciaría un intento de coaccionar mi libertad de expresión por parte de un
superior jerárquico. Y quedó zanjado el asunto para siempre jamás.
No, no solo no ha tenido nada que ver Curbelo en este
particular, sino que pienso seguir escribiendo. Y como habré de fijar mi
residencia en aquella isla, seguro que, por lógica cercanía, habrá más
conocimiento de causa.
En 1973 tuve la primera gran alegría cuando en este día
nacía mi hija. Ahora, 43 años después, me encuentro igualmente satisfecho. Y
agradezco que mis visitas a La Gomera hayan sido avales para esta nueva
aventura. Prometo que aprenderé el lenguaje silbado y, a cambio, me volcaré en
la encomienda que se me efectúa. Procuraré no defraudar a nadie. Me volcaré
como lo hice en los anteriores lugares de trabajo. Tengo a mi favor el poder
oxigenarme en los vericuetos de El Cedro y mamar naturaleza a raudales. Serán
complementos vitamínicos que compensen el exceso de años. Me lo tomaré como los
nombramientos universitarios de profesores eméritos.
Dentro de las clases de lengua habrá un apartado especial:
el periodismo escolar. Y a buen seguro que un tercer proyecto verá la luz. En ello
confío. Fue el primero El Monturrio, en Toscal-Longuera. La Pizarra, el
segundo, en el IES Mencey Bencomo. Para este próximo aún no hay cabecera. Pero
sobran motivos. La isla los brinda de manera espléndida y existen suficientes
inspiraciones para cuando se produzca el bautizo. Ilusión y ganas sobran. No te
preocupes, te mantendré informado.
Aunque alguno pueda tacharme de loco por este paso de un
estado jubiloso y placentero a otro más caótico y cargado de incertidumbres,
puedo asegurar que me hallo con el deseo de que comience ya este lance. En
sueños he rehecho la maleta en infinidad de ocasiones. Y he pasado horas en las
alturas donde la bruma del alisio se derrama sobre las crestas de las montañas.
Me he sentado en El Machal a contemplar idas y venidas de barcos… Y cuando
despierto, me invade un halo de tranquilidad. Y tarareo unas coplas navideñas:
De Agando la estrella acude, / su luz la gente ya espera, /
en Las Hayas y Chipude / y por toda La Gomera.
Arriba en La Fortaleza / se respira Navidad, / ya se torna
la tristeza / en paz y felicidad.
Eres magia natural, / belleza la isla entera, / toda tú eres
portal, / encantadora Gomera.
Cuánta candidez, qué inocencia. Mucho cuidado con las bromas.
Hasta la próxima.
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