Fueron primero los bancos. Pero nosotros (Presupuestos
Generales del Estado) no teníamos que pagar un euro. Esos millones de nada no
iban a influir en recortes. Y las prestaciones básicas (educación, sanidad,
pensiones y otras menudencias varias) no se verían afectadas. Como así (no)
fue.
Así debió ser porque el PP volvió a ganar. Por dos veces. Y
menos mal que hubo un medio entendimiento, que si no me crean un conflicto
grave al no disponer de lugar donde colocar tanto dinero. Todos los cochinitos
que hay en casa rebosan que es un gusto contemplarlos. Los veo felices.
Intentaré casar uno de ellos (hembra) con el de Manolo. Tienen que salir unos
lechones preciosos. Coloraditos. Y uno negro. Como en toda familia que se
precie (por lo del garbanzo).
Ahora nos hemos tropezado con un nuevo inconveniente. Que no
es rescate. Más bien, nacionalización. Porque cuando las grandes constructoras
vendieron a los gobiernos de turno la panacea de las autopistas de peaje
(radiales, las denominan asimismo), aseguraron su futuro con una cláusula por
la que en caso de producirse pérdidas sería el Estado el que asumiría su
gestión.
Y en ello estamos. Porque como dijo la anterior ministra de
Fomento, Ana Pastor, en tales vías solo entran los equivocados. Y no deja de
ser verdad. Yo soy uno de ellos. He metido la pata en varias ocasiones. Lo malo
es que la señora, ahora presidenta del Congreso de los Diputados (en este país
cuando más errores cometas, más méritos para los ascensos), no nos contó la
otra parte de la película. Que sí conocían, y de qué manera, las empresas
adjudicatarias. Por lo que les interesaba declararse en quiebra y ahí te dejo
el paquete.
Cada uno de nosotros bien quisiera montar un negocio y si
nos va mal, que los respectivos ayuntamientos se hagan cargo de pagar deudas,
asumir nuestras equivocaciones y poner en plantilla a los empleados. Así me
hago rico hasta yo, que soy un negado para las finanzas.
El gobierno estima que serían unos 2.100 millones de euros.
Mientras, la asociación de grandes constructoras (lo mismo está Florentino en
el ajo) sube la cifra hasta los 5.000 millones. Como a ellos no se les va a
tocar el bolsillo, venga rayas para el tigre. Porque, eso intentan justificar,
las expropiaciones de los terrenos
incrementaron los precios de manera desorbitada. Vamos, como cualquier
obra que se licita y al final el presupuesto se multiplica hasta límites
insospechados. Y ejemplos a cientos en las obras públicas. Desde al auditorio
capitalino hasta el mal denominado hospital del Sur.
No podía quedar al margen la cantinela de siempre. Cuando
los unos señalan a Aznar como el autor material del desaguisado para contentar
a sus amiguetes, los otros no olvidan que Zapatero, diana sempiterna de cuanto
dardo se ha perdido en el territorio patrio, también puede soportar otra carga
más. Y ahora que ha vuelto para demostrar su apoyo a Susana Díaz, bueno está
para nuevas andanadas.
Estos hechos son los que han conducido a Cristina, la mujer
de Iñaki y hermana de Felipe, a declarar solemnemente que se va de España para
siempre jamás. Puede que a Andorra o a Luxemburgo. Lo mismo La Caixa le
encuentra acomodo. Y tiene razón porque no nos dejan vivir tranquilos,
evadiendo sin levantar la voz y sin meternos con nadie. Que somos una nación de
cotillas, de marujeos permanentes.
Como el dinero sale de donde sale y no hay más tu tía,
tocaremos a 50 euros por cabeza. A cambio, ni un metro de autopista. Aquí no
funciona la táctica del Padre Antonio cuando nos vendía cachitos de cielo. O
mucho más atrás cuando ‘empichamos’ el polideportivo de La Longuera y cada uno
aportaba los metros cuadrados que buenamente pudo (en pesetas). Y mucho menos
podrás circular gratis. Eso es para los coches oficiales.
Menos mal que nos queda el turrón. Y la lotería. Por lo que
yo no me pienso ir a vivir al extranjero. Lo más a La Gomera. Ya te contaré.
No, cuando redacté estas líneas, aún no había salido el Gordo.
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