viernes, 23 de diciembre de 2016

La aventura de La Hucha

La Hucha es un supermercado ubicado en el polígono industrial de La Gañanía. La Gañanía es un espacio o lugar realejero situado a mitad de camino entre Realejo Alto y la Cruz Santa, yendo por la carretera nueva. La carretera nueva, que habría que cambiarle el nombre, es insular y está llena de hoyos y baches. Los baches son esos agujeros, o socavones (depende de la dimensión), que rompen la suspensión de tu coche. Mi coche es de la marca Hyundai y este pasado martes, en horas de la tarde, estaba aparcado en el estacionamiento del establecimiento comercial citado al principio de este relato. Este relato se debe a las vicisitudes que pasa uno para ir a comprar la verdura con la que hacer el potaje para los nietos que vienen  a comer a casa, con sus respectivos padres (mis hijos),  todos los miércoles de cada semana. Esta semana ha estado el tráfico en el pueblo medio sublevado y las compras navideñas no deberán pasar por su mejor momento. Momento este en el que me estoy acordando del sueldo de nuestro alcalde y del jefe supremo de la seguridad y follones varios. Varios fueron los minutos que este pasado martes, como te iba contando, eché en falta policías para que ordenaran la enorme cantidad de vehículos que transitaban por las calles de mi pueblo. Mi pueblo es Los Realejos, pero pienso que la gente se va con sus autos, y de ahí los atascos y retenciones, a las grandes superficies de San Jerónimo o más lejos. Lejos tuve que ir a dar vueltas como un trompo porque la calle de El Medio de Arriba (antes Blas Pérez, en los tiempos que el Cine Viera funcionaba y Telégrafos se encontraba en la confluencia con la carretera de Icod el Alto, Travesía del Pino), que no iba a ser cerrada, salvo en momentos puntuales, según don Manuel, el retratado (para diferenciarlo de don Manuel, el fotógrafo, de La Carrera), la debían estar asfaltando (empichando, en canario) y poniendo guapa. Guapa la vuelta que di en ambos sentidos esa tarde loca que te vengo comentando. Comentando en voz alta me pegué desde que bajé por Los Cuartos rumbo a la rotonda del Alteza, donde todos los que salíamos del pueblo pudimos contemplar un arco iris precioso que se dibujaba entre el mar y La Montaña, más o menos. Menos de una hora pero más de media y casi tres cuartos, para subir por San Vicente hasta que toda aquella caravana tuvo que girar 180º por  mor de un accidente a la altura de El Cantillo, por donde todavía los crocantes (colocantes, en versión de boda antigua) hacen acto de presencia. Presencia escasa de policías (el sueldo es para el jefe) en momentos de tanta complicación y cuando volví a bajar para tomar la actual C-320 (anterior C-820) hacia Puerto Franco, los coches seguían subiendo porque a nadie se le ocurrió poner señalización alguna o que uno de los municipales que atendían en el accidente se trasladara a la entrada para no dejar circular en dirección a Realejo Bajo. Bajo de moral enfilé el camino de Siete Fuentes (calle es mucho pedir), por la zona del drago y entrar por San Agustín a tomar la calle La Alhóndiga, tan estrecha por Las Tenerías y salida de la calle La Unión, que mejor no contarte cómo se desplazaba aquella marabunta de vehículos. Vehículos salían como hormigas (de ahí lo de marabunta) de todos los rincones habidos y por haber. Haber, lo que se dice haber, no había sino toletes quemando combustible, porque tuvieron la infeliz ocurrencia de intentar volver a casa. Casa de la Parra (o de los Lagares) y ya atisbé a todos los que bajaban por Camino Nuevo a encontrarse con el enorme tapón que se les venía encima. Encima, pensé, Domínguez estará resolviendo asuntos partidarios (de reunión en el Sur con los empresarios o con los cazadores de conejos), mientras en el pueblo, su pueblo, mi pueblo, nos moríamos de asco al pensar para qué demonios queremos tanto concejal liberado si en realidad lo que nos hace falta son más guindillas. Guindillas no tenía a mano (solo había comprado lechugas y zanahorias), que si no meto un par dentro de un sobre y se las remito, vía Correos, a quienes ustedes ya se pueden imaginar. Imaginar quisiera a otros políticos de menos poses y más pasos. Pasos urgentes para buscar una solución inmediata al caos circulatorio que se viene padeciendo de forma casi continuada, ante lo que la ineptitud de los que viven al día, con una total falta de previsión, de miras cortas y réditos inmediatos, poco ha hecho y menos ha realizado. Realizado no puede sentirse el culpable de estos desaguisados que nos ponen de los nervios. Nervios de acero se necesitan para aguantar la caradura de quien protesta por las colas de la autopista y no es capaz de echar una mirada a su alrededor. Alrededor de una hora estuve para llegar de La Hucha a Los Príncipes, a mi domicilio, porque por Realejo Alto no existía alternativa. Alternativa (política) demando al pueblo realejero porque esta mayoría absoluta, producto de la debacle municipal de Coalición Canaria, solo ha venido a demostrar que con hacer el paripé fotográfico diario no vamos bien encaminados. Encaminados, sí, pero al abandono, aunque nos vendan humo perfumado en frascos pequeños. Pequeños horizontes de expectativas tenemos antes nosotros. Nosotros, los culpables de la situación, podemos y debemos buscar remedios. Remedios y no apariencias.
A pesar de los pesares, feliz fin de semana y Feliz Navidad. Y el lunes, si la censura no lo impide, aquí, o en La Corona, estaremos. Y no se hinchen, que luego vienen quejas y médicos.

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