No me refiero a ese maravilloso programa de la tele canaria
que… Bueno, me ahorro el comentario porque ustedes saben de mis debilidades con
los dineros inyectados en un medio de comunicación que se puede perfectamente
suprimir, y dedicar esos millones a levantar esta situación de emergencia que esgrimió
este pasado martes la portavoz de Podemos (en temas de esta tierra), doña Meri (Mari,
Mary, yo qué sé) Pita, para votar en contra de la toma en consideración por el
Congreso de los diputados de la reforma del Estatuto de Canarias.
Y valga el primer inciso para solicitarle a los de la nueva
hornada que me expliquen cómo se enmarca esa anomalía momentánea (la
emergencia) en un texto que nos deberá servir de guía durante unas cuantas
décadas. Porque si vamos a estar apretados siempre hasta dentro de cuarenta o
cincuenta años, vaya porvenir les espera a mis nietos. Para mí que esta señora,
o señorita, a quien se le reconoce el mérito de ir descomponiendo su formación
en gran parte del archipiélago, no está
en el mejor momento de su trayectoria política. La noto tensa. Pero como la aplaudieron
Errejón e Iglesias, ellos sabrán.
Tampoco, con este titular, hago alusión a la murga realejera
que tan gratos momentos me hizo pasar en el pasado –hoy no estoy ya para trotes
carnavaleros– con su original espectáculo (show).
Y como ya echaste una visual a la foto, ni son todos los que
estaban, ni están todos los que fueron.
Se ha podido escuchar: Una gran cantidad de invitados, nadie
ha querido perderse este hecho histórico, una nutrida representación canaria. Claro,
viajando y comiendo de gorra, cualquiera. Ninguno tuvo inconveniente alguno
para conseguir billete a la capital del reino. A pesar de las fechas tan
difíciles. Para ellos siempre hay plaza. Aunque te bajen a ti. Tampoco importa
lo que cuesta el pasaje. Pagamos entre todos. No, ellos no se incluyen.
No quería llenar este comentario de instantáneas, pero hasta
mi alcalde se trasladó a Madrid. Él alegará que se lo abona el Partido Popular,
pero el decreto quedó firmado para que Adolfo tripulara otro rato. Y este día, y
otros tantos, no se descuenta del sueldo que los realejeros le ingresamos cada
final de mes. O antes.
Y se trataba de una simple toma en consideración, como aludí
en el primer párrafo. Cuando alcancemos el periodo de tramitación, lo mismo
fijan su residencia en territorios peninsulares. Como los diputados nacionales,
que viven allá tres días a la semana. Si no hay festivos.
Luego los escuchas hablar de crisis. Y esgrimen razones para
recortes, aprietos y más huecos en el cinturón. Mientras, a cuerpo de rey sus
ilustrísimas. Ahí está Casimiro, quien reclama euros para su doble insularidad,
para mitigar el coste de la cesta de la compra. Se pisan los morros, tú.
Estas no son fotos de un día histórico. Yo no entro a
valorar pros y contras. Para eso están los medios de comunicación, impresos o
no, al uso. Quiero erigirme en portavoz de los que lo están pasando mal. Que
estas próximas fiestas deberán acudir a un centro asistencial para calentar el
estómago. Mientras estos impresentables dilapidan presupuestos sin el más
mínimo rubor. Y se van en masa. Para que la tomadura de pelo al pueblo sea aún
más realista.
Se lo estampa en la cara de sus eminentísimas alguien que
también fue cargo público. Pero que, por lo visto, y a los hechos me remito,
vivió una época en la que imperaba la sensatez. Algo que ustedes no conocen y
mucho menos practican. Vaya pandilla de gorrones (parásitos, vividores, sablistas,
abusadores, aprovechados) a cargo de las arcas públicas. No basta con uno que
defendiera el anteproyecto. Que, junto a los que ya forman parte del Congreso,
supone una extensa camada canaria. Y que conste que lo de camada fue aposta
(adrede, con intención deliberada). Porque eso en esta tierra se llama mamar.
Sin más.
Luego debo tragarme un vídeo en Internet, colgado por el
presentador de Noche de taifas, quien fuera candidato de Coalición Canaria para
una institución pública en pasadas elecciones, en el que se queja amargamente
de lo caro que supone cualquier traslado. Y arremetía contra Binter, de manera
expresa. Pues viaja en Armas (¿no promocionas la naviera en el programa?), o
dirige la misiva a tus correligionarios que llevan décadas gobernando en estas
ínsulas sin que hayan solucionado no solo el problema al que aludes, sino otros
tantos que doña Ana Oramas, verbigracia, no ha alcanzado a ver. Y no se trata
solo de una cuestión de estatura.
A todos se les llena la boca con declaraciones tan falsas al
menos como ustedes mismos. Jamás han sido capaces de ponerse en el pellejo de todos
esos que dicen representar. Y cuanta más información, audiovisual o no, me
llegaba desde la gloriosa jornada de este pasado martes, más me enervaba. Menos
mal que a la una de la tarde me quitaron el Holter de tensión arterial. Que si
no, explota el aparato. ¿Pues no voy a ser hipertenso? Porque no pienso callarme
(dejar de escribir) ante tanto descrédito e inmoralidad. Vaya ejemplos. Bonitos
espejos en los que mirarse.
Noveleros, sí, pero impresentables, también. La gira o excursión
rayó la golfería. Y todas las formaciones se subieron al carro. O al avión.
Vámonos, que ahí abajo se quedan los bobos para que se las arreglen con
hacienda. Y, además, dietas. A dieta sí los ponía yo. A pan, gofio y agua una
buena temporada.
Estatuto de autonomía, dicen. Estatuto de autonodeuestedes, los privilegiados. Sí,
estoy caliente, ¿y qué? Y tú, estimado lector: ¿Estás de acuerdo conmigo? Pues
comparte, pincha en me gusta, deja un comentario. A ver si somos más los que
levantamos la voz y logramos que algún iluminado se despierte y tome
conciencia. Lo mismo es que sigo siendo un utópico. Qué semanita llevo.
Mañana es 16, bonito día. Nos volveremos a ver en La Corona.
Hasta entonces.
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