Anteayer se aplaudió a rabiar la aprobación del nuevo
Estatuto de Autonomía. El palco de invitados del Senado casi no da abasto para
alojar a tanto viajero canario. Incluso CC y ASG se sumaron a los parabienes. A
este escéptico de la política de altos vuelos le surge la siguiente pregunta: ¿Tú
quieres ver cómo estas dos formaciones (las que hoy rigen los destinos de estas
islas, mucho más Casimiro que Fernando) pondrán todas las trabas posibles para
que la reforma electoral no entre en vigor en la próxima convocatoria de mayo
de 2019? Ya verás que en cuanto sea publicada la normativa en el BOE darán
comienzo los escarceos y el mareo de todas las perdices que pululan por
nuestros montes. Y es que la posibilidad de tener que soltar la teta se antoja
difícil trago.
El presidente del Tribunal Supremo, Carlos Lesmes, se ha
disculpado públicamente por la mala imagen de este órgano judicial en el
controvertido asunto de la polémica sentencia de las hipotecas, o mejor, a
quién debe corresponder pagar el impuesto de Actos Jurídicos Documentados. Y le
escuché manifestar que el plenario no va, en manera alguna, a revocar la
decisión de la Sala III. Pues menos entiendo la avocación. Puede que hayan
quedado para echarse un cortado. O para usar la moviola. ¿Es de aplicación el
VAR en estos casos? Qué panorama en este poder del Estado, que uno creía serio
y riguroso. Guerras intestinas de un corporativismo atávico. ¿Tendremos también
que manifestarnos ante el evidente chocheo de sus señorías? No estaría mal. Por
una justicia justa.
Pero vamos a lo serio, al asunto que hoy no concita. Leí, y
me imagino que ustedes lo conocen por haber sido suficientemente difundido, que
se investiga a una pareja que fue sorprendida manteniendo sexo mientras el
vehículo circulaba por una autopista segoviana. Y no se hallaban en el sillón
de atrás, como sería lógico presuponer. Dudas razonables de este ingenuo:
¿Quién conducía? ¿Quién ponía, o metía, las marchas? ¿Llegaron
a utilizar en cualquier momento la marcha atrás? ¿Quién pisaba el embrague?
¿Frenaron alguna vez durante el recorrido o aceleraban de continuo?
¿Sobrepasaron el número de revoluciones y alcanzaron la zona roja de
temperatura excesiva? ¿Desviaron la vista de la carretera con frecuencia?
¿Abandonó el copiloto, o copilota, su cómodo asiento para adoptar otras
posiciones cuanto menos dudosas?¿Iban ambos con el mismo cinturón de seguridad?
¿Hubo combustible suficiente? ¿Fue necesario un cambio de aceite urgente?
¿Estaban bien engrasados todos los mecanismos… del automóvil?
Ya lo decía la canción: qué difícil es hacer el amor en un
Simca 1000. Espero que al final de la operación salida no haya tenido que
demandar el uno a la otra, o la una al otro, con devuélveme las llaves de la
moto. Es que si al menos hubiesen parado el fotingo y acomodarse un fisco en
lugar más relajante, podríamos haberles cantado Sleeping in my car, tema del grupo sueco Roxette, que allá por los
noventa del pasado siglo quisieron pasarlo bien en el asiento trasero. O quizás
el Drive my car de los mismísimos
Beatles, cuando una chica que aspiraba a ser estrella de cine encuentra por fin
a quien le conduzca el coche.
Termino con un lamento. Desde que caen cuatro gotas,
entiéndase lloviznas ligeras y beneficiosas para la agricultura, encontramos la
excusa perfecta para demandar suspensiones a troche y moche. Incluso reuniones,
en local cubierto, de adultos bien entrados en años. Ante tanta ñoñería me
cuestiono el hecho de cómo aquellos que ya andamos por cierta edad, hemos podido
obrar el milagro de llegar hasta aquí. Echo la vista atrás y rememoro
temporales sufridos en casas de la finca de La Gorvorana y colijo
que ha sido un hecho mágico el que sigamos vivos y coleando. Si alguien deduce
que puedo estar enfadado por algo, contesto afirmativamente. Anoche tenía una
reunión que unos cuantos amigos considerábamos importante. Y fue suspendida. O
aplazada. Sigo sin entenderlo. Mimoserías, las justas. Cuando están en juego
valores de muchos quilates, no se puede seguir perdiendo el tiempo. Porque de
verlas venir no sacaremos nada en positivo. Pues sí, estoy disgustado y lo
pondré en conocimiento de las autoridades competentes. He dicho. Y feliz fin de
semana.
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