Quizás fue en aquella lejana ocasión, cuando uno era joven y
se iba a hacer campismo por tierras peninsulares en épocas veraniegas, que le
comenzó la matraquilla de realizar algún día la denominada Ruta de la Plata. Y
así, hace unos meses, convinimos, mi mujer y yo, que como un servidor aún se
halla con las facultades suficientes y necesarias para hacer muchos más kilómetros
de los que la isla nos puede brindar, no podíamos esperar a que los achaques
propios de la edad imposibilitaran el proyecto.
Tras contactar, vía Internet, con la Asociación que promueve
el conocimiento y potenciación de los pueblos adheridos (veintiséis), me remite
el carné, o pasaporte, en el que se deberán ir sellando las presencias del
viajero en los citados lugares.
Parece conveniente esbozar una pequeña reseña histórica,
aunque en su página web podrás encontrar cuanta información desees ampliar.
Desde la antigüedad más remota existía una ruta, un corredor natural, que
articulaba el occidente de la Península Ibérica, lo que permitió comerciar al
pueblo tartesio con el norte de la meseta en el siglo VII a. de C. Ruta que
utilizaron las tropas romanas para avanzar hacia el norte. En las épocas de
Augusto, Trajano y Adriano ya se configura como una calzada que unía en sus
inicios Emerita Augusta (Mérida) con Asturica Augusta (Astorga) y que
continuaba por la XXIII, Iter ab Ostio Fluminis Anae Emeritam Usque (hasta
Sevilla) y por la Vía Carisa (hasta Gijón); esta última impulsada por el
general Publio Carisio y cuyo objetivo era unir los asentamientos militares de
tierras leonesas con el mar Cantábrico. Se seguirá usando a través de los
siglos, desempeñando un importante papel en la red de comunicaciones. La
riqueza del pasado histórico de la Ruta de la Plata (deriva del árabe balat:
camino empedrado) se pone de manifiesto en los innumerables vestigios que
jalonan se recorrido. Uno, modestamente, cargó con la cámara fotográfica y se
trajo varios centenares de instantáneas. Los abuelos somos así y a los nietos
actuales no les basta con las exposiciones verbales. Y tú, ¿a qué esperas?
Con tales antecedentes elaboro un bosquejo de planificación
para las tres semanas previstas, que presento a Rosi Toste (Rosi Travel), quien
se encarga de dar forma al viaje: billetes de avión, alquiler del coche y
estancias. Y a fe que consiguió el que se cumpliera, y con creces, el fin
previsto. Ya hablaremos.
Así, el 23 de septiembre volamos a Sevilla para iniciar el
trayecto desde la ciudad hispalense hasta el Principado de Asturias, donde en
Gijón concluiría el periplo. Carmona (Sevilla), Mérida (Badajoz), Plasencia
(Cáceres), Santa Marta de Tormes (Salamanca), Benavente (Zamora) y Mieres
(Asturias), a razón de tres noches en cada hotel, fueron puntos de partida de
dieciocho días en que la fotografía fue dejando constancia de hitos que inmortalizaron
el cumplimiento de un reto cuando uno se halla en puertas de dar los primeros
pasos como septuagenario. Que las vaya publicando o no dependerá del estado de
ánimo que me queda en el cuerpo cuando echo una visual a las excelentes
instantáneas de los meritorios fotógrafos del pueblo. Chacho, que hasta
vergüenza me da.
El camino de regreso, para devolver el Seat León en el punto
de arranque, y tomar el vuelo de regreso a la isla este pasado domingo, en tres
días. Que al guardia civil que me correspondió en el control habido en el
trayecto desde Benavente a Puebla de Sanabria le parecieron muchos. Me confesó
que cuando estuvo destinado en Zaragoza y le concedían algún permiso, se iba a
su tierra (Badajoz) en un solo día (algo más de 700 kilómetros). Aunque en la
charla le hice ver que los canarios no solemos llevarnos por las prisas, entre
otras cosas, como diría Manolo Vieira, porque nos caemos al mar.
¿Ventajas del jubilado? Seguro. ¿Ilusión? A raudales.
¿Atrevimiento? El justo, ni un miligramo más. ¿El costo? Siempre es caro viajar
para el canario, pero en mi familia saben que euro ahorrado, euro dilapidado en
dar garbeos por esos mundos.
Mi pensión debe situarse muy, pero que muy por debajo del
50% de lo que percibe mi alcalde. Y si yo cobrara lo que él, no pararía la
pata. Máxime cuando Manuel Domínguez no ha renunciado a un céntimo del
sustancioso sueldo, uno de los más altos del escalafón, que los realejeros le
ingresamos en su cuenta corriente, bajo el epígrafe de dedicación exclusiva,
cuando harto sabido es en el pueblo que si acaso destina el 25% de su jornada
laboral al cargo que prometió entregarse en cuerpo y alma. Vamos, como en el
matrimonio. Aunque ya se sabe que los populares, hasta en este aspecto, se
comportan de una forma de cara a la galería, mientras que en la intimidad
también cometen pecados mortales. En definitiva que los sesenta y pico mil del
ala quedan limpios de polvo y paja, porque con los extras del Cabildo y lo que
cae como presidente insular del PP, todo ello bajo un estricto criterio
empresarial, va cubriendo sus necesidades más perentorias.
Menos mal que ya somos unos cuantos los que elevamos la voz
ante tanto engaño y parafernalia. Solo nos queda que despierten otros tantos. Y
no olviden, estimados lectores, que este grupo de gobierno está formado por
militantes de la formación política que niega la pensión mínima de 900 euros
porque causaría una debacle económica en el país. Para el rescate bancario, del
que no se ha devuelto sino una mezquindad, a pesar de que Rajoy nos dijo que no
nos costaría un duro, salieron los millones de debajo de las piedras. Y a ti,
jubilado, que caes en las redes seductoras de los que te llevan de excursión y
acuden a los centros sociales a seguir vendiendo humo, hazme el favor de utilizar
la voz de la experiencia y actuar en consonancia con la edad que figura en tu
DNI. Ponte en tu lugar y ponlos en su lugar, que ya está bien. Tus derechos no
son dádivas para la pose de turno. Aprende, carajo, de este viejito
contestatario. Cuando quieras, a tu disposición. Se nota que he vuelto, ¿o no?
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