jueves, 18 de octubre de 2018

Pueblo chico...

Una aclaración previa, pues de manera involuntaria le eché una mano en el día de ayer al presidente insular del PP, vocal de la Ejecutiva Nacional (o algo así, que no sé bien la denominación exacta), consejero del Cabildo de Tenerife y en los escasos ratos libres que su apretada agenda le permite, alcalde de la Villa de Los Realejos. Que coinciden con aquellos que corresponde sesión de fotos, aunque no haya motivo para ello. Y aclaro que las diez reuniones mensuales que se han inventado para los cuatro concejales no liberados suponen un desembolso de 940 euros. Así que como bien quisiéramos los vecinos del municipio percibir 15.640 pesetas por un rato de charla entre amigos, invite usted, señor Domínguez, a su ahora jefe supremo, Pablo Casado, para que se venga por estos lares a platicar un fisco del Salario Mínimo Interprofesional. Les prometo, estimados lectores, que voy a hacer todo lo posible por no volver a meter la pata en asunto tan delicado como son las perras de nuestros impuestos.
Cuando regresaba este pasado martes de la capital (consulta urológica anual), y en el trayecto desde Los Rodeos hasta la entrada a Tacoronte, me tocó circular detrás de una guagua que portaba un hermoso cartel de transporte escolar, carril izquierdo, a la que no pude adelantar. No sé si el conductor llevaba hambre o tenía retortijones en la tripa. Lo que sí vislumbré es que iba cargada de chiquillos. Menos mal que a mi nieto solo lo llevan desde el colegio al comedor (en La Guancha) y es materialmente imposible alcanzar esas velocidades, porque sería capaz de enfadarme. No generalizo, faltaría más, pero cuidado con el material sensible que se lleva como pasajero.
Y hasta La Rambla, un salto apenas. Donde fueron uña y carne los dos personajes de la foto que ‘robo’ al amigo Narciso para ilustrar este comentario de hoy jueves. Saben ustedes que el señor Reyes, tras huir como un cobarde (palabras de Juan Ramos), ha decidido fundar un nuevo partido político, “San Juan de la Rambla somos todos”, para competir en mayo del próximo año con otra candidatura a las elecciones municipales.
No quedó bien retratado Marco Antonio Abreu en unas declaraciones (El Día) del señor Reyes días pasados. Dejó varios recados en la entrevista que no han sentado nada bien a sus antiguos compañeros en la Agrupación Independiente (o de independientes) de San Juan de la Rambla y estos, en su defensa, argumentan que el exalcalde ya está obsoleto. A saber, antiguo, arcaico, vetusto, añejo, pretérito, rancio, añoso… Viejo, en definitiva. Porque mira que nuestra lengua es rica en sinónimos. Y como se nos dispara la otra lengua, así nos va.
Los rambleros (todos, y no solo los de El Rosario) deberán prepararse concienzudamente para acudir a las urnas dentro de unos meses. Tendrán ante sí una oferta tan amplia que la dispersión de votos podrá causar más de un dolor de cabeza. Y como los supuestos independientes, pero muy dependientes de Coalición Canaria, temen que Manuel les pueda virar, sobre todo en la parte alta, algunos electores y confirmen las horas bajas que los mal denominados nacionalistas padecen en la isla, han saltado como quíqueres. Flaco favor se hacen porque primero debieron rascarse si la picazón era patente.
Tampoco está demostrando sabiduría popular el que rigiera los destinos municipales durante bastantes años, porque tener como eslogan que San Juan de la Rambla somos todos y disparar de esta guisa, estilo cierto medio, o cuarto, medio de comunicación local que bien lo protege, no le augura grandes expectativas. Y si ya huyó en 2011, como le acusan sus excompañeros, no sé dónde se podrá esconder si los resultados no son los previstos. Máxime cuando la competencia en un sector poblacional con un perfil político semejante se antoja entretenida entre tanto aspirante. La mayoría de ellos también huidos, como Reyes. Baste un somero repaso  a la historia reciente del pueblo con vaivenes dignos de enmarcar.
Pueblo chico, infierno grande. Dicho popular que en San Juan de la Rambla se cumple a rajatabla. Nadie soy para dar consejos. Ni siquiera a la familia. Pero toda esta batalla preelectoral podría ser el detonante de una explosión ciudadana a favor de la estabilidad, de ser consecuentes a la hora de acudir con la papeleta y dar tremenda cachetada a quienes entienden la gestión como un intercambio de cromos por mor de pataletas y resentimientos. Quienes llevaron al noble pueblo a un desastre económico de enormes magnitudes no pueden ser premiados con nuevas oportunidades. Se necesita algo más que dimes y diretes. Y me entristece sobremanera que la edad no sea aliado en este caso de la necesaria sensatez que toda acción pública requiere. Me temo, no obstante, que (in)determinados voceros echarán más leña al fuego creyendo que a río revuelto… San Juan de la Rambla no merece actores de tal porte.

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