Parece ser que el problemático asunto de las microalgas –no
las que ayer tuvieron un accidente en la carretera de El Castillo y acabaron
malparadas por Los Lavaderos– ha servido para que en la isla se tome conciencia
de que el agua, en todas sus vertientes, constituye un gravísimo problema.
El Cabildo de Tenerife ha aportado unos datos que se
debieran analizar detenidamente por los responsables de los gobiernos
municipales. Y no lanzándose dardos dialécticos a través de las redes sociales,
que es el estilo del alcalde de mi pueblo, siempre y cuando los emoticonos
risueños constituyan mayoría absoluta. Aunque Carlos Alonso le tiene cogida la
medida y suele contestarle de manera rápida y contundente (en moderno parece
llamarse zasca). Ya que los pobres no tienen nada mejor para entretenerse, qué
remedio.
Como el 84% del agua de consumo es de origen subterráneo
(galerías y pozos), mucho debería preocuparnos el tema de los vertidos. Porque
sigue siendo normal el que llenemos garrafas en fuentes que se hallan en cotas
inferiores a núcleos poblacionales cuya manera de recogida de aguas fecales es
el pozo absorbente de toda la vida. Y en los que se continuará con este
procedimiento para siempre jamás, aunque hoy se ponga un poco más de atención
en el requisito previo de la fosa séptica, porque es completamente inviable una
red de saneamiento para tanto caserío disperso por la geografía insular.
Recuerdo cuando bebíamos, y qué fresquita estaba, del agua
de unos chorros instalados en las playas de El Socorro y Los Roques. Y qué
contarte de La Fajana (o Gordejuela). Aunque los que nos criamos entre
plataneras sabemos bastante de acudir al canal (o la tajea honda) con una
garapa. Y aquí estamos. Bien es verdad que éramos menos y procurábamos evacuar
en medio de los rolos: abono natural, con nitritos y nitratos.
Se ha firmado un convenio con 12 municipios de menos de
20.000 habitantes para mejorar la red de abastecimiento, pues las pérdidas
actuales pueden rondar sobre los 3 millones de euros. Pero es que en toda la
isla esta cantidad podría ascender hasta la friolera de 24 millones, con mermas
en algunas localidades que alcanzan hasta el 57%. Es decir que más de la mitad
del agua que compra el consistorio se desperdicia. Hagan cuentas y podemos
estar pagando el doble, o más, de lo que realmente deberíamos abonar por metro cúbico.
Recapitulo y me hago cruces, a pesar de mi agnosticismo
galopante. Porque en la década de los ochenta los ayuntamientos ya habían
iniciado esta batalla. Y si todavía se persiste en la particular reconquista,
algo, o mucho, debe estar fallando. O prima el interés de los suministradores
para que las ventas sigan en aumento o la gestión de los cargos públicos con
responsabilidades de gobierno deja mucho que desear. O la suma de ambas
casuísticas, me temo.
El capítulo de buenas intenciones –ojalá se cumpla– que se
dio a conocer señala que para 2020 el 100% del agua vertida al mar estará
depurada. En la actualidad, solo el 39%. Y como para las promesas políticas soy
algo escéptico, creo que el plazo de tres años se me antoja corto. Porque las
cosas de palacio suelen ir despacio. Y en 2019 hay convocatoria electoral.
Otro buen caudal de aguas residuales, el 21%, va al océano
sin tratamiento alguno. Y si no entendí mal –porque el medio señalaba la
cantidad en “litros cúbicos”, y yo no sé qué es eso–, ello supone unos 80
millones de metros cúbicos. Que me corrijan las autoridades cabilderas si en
vez de metros cúbicos (1000 litros) son simplemente litros, porque la fuente
informativa me confundió con el concepto anteriormente entrecomillado. Y como
el equipo que conforma la redacción de este blog se halla algo corto de
plantilla en estos postreros días veraniegos, si me lee Yeyo y atisba cualquier
fallo, palos a la madriguera porque el conejo no va a esperar sentado.
El 40% restante se vierte al subsuelo. Otro buen puñado de
metros cúbicos que contaminan a mansalva. Queda, pues, trabajo por hacer.
Bastante. Hemos escuchado la expresión ‘ponerse las pilas’ hasta la saciedad.
Pero da la impresión de que muchas se desgastaron. Y existe demasiado
desbarajuste. Te cuento:
En Los Realejos ocurren circunstancias que no acabo de
comprender. En la zona donde vivía antes, Toscal-Longuera, se cobra la oportuna
tasa de alcantarillado (puede que ahora
reciba otro nombre). Pero la mayoría de casas siguen utilizando el pozo de
siempre y no se han conectado a la red correspondiente. Ni siquiera lo
obligaron aprovechando la obra de remodelación de la calle principal. Cuando
cambié de domicilio, y vine a residir a la Urbanización Los Príncipes, donde sí
existe red (y no tuvimos que hacer el pozo), solicité el suministro de agua
potable y darme de alta, asimismo, en los servicios de alcantarillado y basura
(así se contemplan en la instancia que rellené en aquel entonces). El propio
funcionario que recogió el documento (registro de entrada) tachó al apartado
del alcantarillado porque no se cobraba aún. Llevo casi quince años utilizando
el servicio (por cierto, ignoro el camino por el que discurren esos líquidos
olorosos, y algo pastosos) y sigo (como todos los vecinos del lugar) sin pagar
un euro. No lo entiendo. A lo mejor me lo compensan por el descuento que he
reclamado en otras ocasiones a los que tenemos domiciliados nuestros recibos, y
que ya brindan otros consistorios.
¿Tú quieres ver cómo esta vez sí me lee el concejal de
hacienda? Y a ustedes, infinitas gracias porque los centenares de visitas al
blog demuestran una lealtad a prueba de eso que se estila en Corea del Norte.
En resumen, un mundo de locos.
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