miércoles, 6 de septiembre de 2017

Aguas residuales

Parece ser que el problemático asunto de las microalgas –no las que ayer tuvieron un accidente en la carretera de El Castillo y acabaron malparadas por Los Lavaderos– ha servido para que en la isla se tome conciencia de que el agua, en todas sus vertientes, constituye un gravísimo problema.
El Cabildo de Tenerife ha aportado unos datos que se debieran analizar detenidamente por los responsables de los gobiernos municipales. Y no lanzándose dardos dialécticos a través de las redes sociales, que es el estilo del alcalde de mi pueblo, siempre y cuando los emoticonos risueños constituyan mayoría absoluta. Aunque Carlos Alonso le tiene cogida la medida y suele contestarle de manera rápida y contundente (en moderno parece llamarse zasca). Ya que los pobres no tienen nada mejor para entretenerse, qué remedio.
Como el 84% del agua de consumo es de origen subterráneo (galerías y pozos), mucho debería preocuparnos el tema de los vertidos. Porque sigue siendo normal el que llenemos garrafas en fuentes que se hallan en cotas inferiores a núcleos poblacionales cuya manera de recogida de aguas fecales es el pozo absorbente de toda la vida. Y en los que se continuará con este procedimiento para siempre jamás, aunque hoy se ponga un poco más de atención en el requisito previo de la fosa séptica, porque es completamente inviable una red de saneamiento para tanto caserío disperso por la geografía insular.
Recuerdo cuando bebíamos, y qué fresquita estaba, del agua de unos chorros instalados en las playas de El Socorro y Los Roques. Y qué contarte de La Fajana (o Gordejuela). Aunque los que nos criamos entre plataneras sabemos bastante de acudir al canal (o la tajea honda) con una garapa. Y aquí estamos. Bien es verdad que éramos menos y procurábamos evacuar en medio de los rolos: abono natural, con nitritos y nitratos.
Se ha firmado un convenio con 12 municipios de menos de 20.000 habitantes para mejorar la red de abastecimiento, pues las pérdidas actuales pueden rondar sobre los 3 millones de euros. Pero es que en toda la isla esta cantidad podría ascender hasta la friolera de 24 millones, con mermas en algunas localidades que alcanzan hasta el 57%. Es decir que más de la mitad del agua que compra el consistorio se desperdicia. Hagan cuentas y podemos estar pagando el doble, o más, de lo que realmente deberíamos abonar por metro cúbico.
Recapitulo y me hago cruces, a pesar de mi agnosticismo galopante. Porque en la década de los ochenta los ayuntamientos ya habían iniciado esta batalla. Y si todavía se persiste en la particular reconquista, algo, o mucho, debe estar fallando. O prima el interés de los suministradores para que las ventas sigan en aumento o la gestión de los cargos públicos con responsabilidades de gobierno deja mucho que desear. O la suma de ambas casuísticas, me temo.
El capítulo de buenas intenciones –ojalá se cumpla– que se dio a conocer señala que para 2020 el 100% del agua vertida al mar estará depurada. En la actualidad, solo el 39%. Y como para las promesas políticas soy algo escéptico, creo que el plazo de tres años se me antoja corto. Porque las cosas de palacio suelen ir despacio. Y en 2019 hay convocatoria electoral.
Otro buen caudal de aguas residuales, el 21%, va al océano sin tratamiento alguno. Y si no entendí mal –porque el medio señalaba la cantidad en “litros cúbicos”, y yo no sé qué es eso–, ello supone unos 80 millones de metros cúbicos. Que me corrijan las autoridades cabilderas si en vez de metros cúbicos (1000 litros) son simplemente litros, porque la fuente informativa me confundió con el concepto anteriormente entrecomillado. Y como el equipo que conforma la redacción de este blog se halla algo corto de plantilla en estos postreros días veraniegos, si me lee Yeyo y atisba cualquier fallo, palos a la madriguera porque el conejo no va a esperar sentado.
El 40% restante se vierte al subsuelo. Otro buen puñado de metros cúbicos que contaminan a mansalva. Queda, pues, trabajo por hacer. Bastante. Hemos escuchado la expresión ‘ponerse las pilas’ hasta la saciedad. Pero da la impresión de que muchas se desgastaron. Y existe demasiado desbarajuste. Te cuento:
En Los Realejos ocurren circunstancias que no acabo de comprender. En la zona donde vivía antes, Toscal-Longuera, se cobra la oportuna tasa de alcantarillado (puede que  ahora reciba otro nombre). Pero la mayoría de casas siguen utilizando el pozo de siempre y no se han conectado a la red correspondiente. Ni siquiera lo obligaron aprovechando la obra de remodelación de la calle principal. Cuando cambié de domicilio, y vine a residir a la Urbanización Los Príncipes, donde sí existe red (y no tuvimos que hacer el pozo), solicité el suministro de agua potable y darme de alta, asimismo, en los servicios de alcantarillado y basura (así se contemplan en la instancia que rellené en aquel entonces). El propio funcionario que recogió el documento (registro de entrada) tachó al apartado del alcantarillado porque no se cobraba aún. Llevo casi quince años utilizando el servicio (por cierto, ignoro el camino por el que discurren esos líquidos olorosos, y algo pastosos) y sigo (como todos los vecinos del lugar) sin pagar un euro. No lo entiendo. A lo mejor me lo compensan por el descuento que he reclamado en otras ocasiones a los que tenemos domiciliados nuestros recibos, y que ya brindan otros consistorios.
¿Tú quieres ver cómo esta vez sí me lee el concejal de hacienda? Y a ustedes, infinitas gracias porque los centenares de visitas al blog demuestran una lealtad a prueba de eso que se estila en Corea del Norte. En resumen, un mundo de locos.

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