Estaba dándole vueltas a la cabeza para centrarme en un tema
que fuera objeto del comentario de hoy, cuando vislumbro tres pinceladas que
despertaron mi curiosidad. Las enumero:
En Suiza, más concretamente en Ginebra, se han atascado los
retretes de un banco y de varios restaurantes con tiras de billetes de 500
euros. La policía sospecha de dos españolas que prefirieron tal acción antes
que declararle a Montoro esos buenos fajos. Me recuerda el afer a las
incautaciones de alijos de drogas en alta mar, de los que siempre se ha
escuchado que son el señuelo para que se relaje la vigilancia en otros
pasadizos.
Otro más, y van ni se sabe, al que le queda atrapado el pene
en lugar inadecuado. Esta vez en uno de esos discos que se utilizan para el
levantamiento de pesas. Menos mal que solo fueron 2,5 kilogramos los que debió
soportar el miembro prisionero, por lo que el rescate de los bomberos no
implicó demasiados sacrificios. Y como fue un alemán, queda demostrado que hay
mucha cabeza cuadrada aún suelta. Lo de cabeza va sin los dobles que utilizó
tiempo atrás el director de cierto periódico local, que en paz descanse.
Y en California, cierta camarera antes de servir a un
cliente lo que la comanda señalaba, un perrito caliente, no tuvo mejor
ocurrencia que darle uso previo a la salchicha. Y no sigo para que no caigan
sobre mí maldiciones a porrillo. Pero te juro que la información que yo leí
plasmaba muchos más detalles que un servidor se ahorra. Para que la imaginación
del lector de estas líneas incursione en terrenos prohibidos.
Saltó la chispa e, ipso facto, me fui a Jable, la hemeroteca
digital de la Universidad de Las Palmas. La de La Laguna tiene otra. Puse en el
buscador “Realejo” y acoté la indagación al año 1900. Me entretuve casi toda la
tarde, pero, al final, me quedé con unas cuantas historietas. Que encajan
perfectamente en este post distendido de hoy miércoles. Va el muestrario, del
que respeto la ortografía original:
“Según nos dice un amigo de Realejo Alto, existe en aquel
pueblo una anciana que tiene 120 años de edad y aun puede leer y dedicarse á
las labores propias de su sexo. ¡Bonito catastro, como diría otro amigo
nuestro!” (La Opinión, 9-junio-1900, página 3) No sé a ustedes, pero eso de las
labores propias de su sexo me dejó algo confuso. Aun a sabiendas de la
concepción machista de la época.
“A la avanzada edad de 104 años y 5 meses, falleció ayer en
esta Capital la Sra. Dª. María Hernández Méndez. Era natural de Realejo-alto y
de estado soltera. Descanse en paz la centenaria”. (La Opinión,
4-septiembre-1900, página 3)
Idéntica información (los periódicos de aquel entonces
solían ‘copiar a los colegas’) en Diario de Tenerife, de la misma fecha, aunque
con matices quizás imprudentes: “A la edad de 104 años y 5 meses falleció ayer
en esta Capital una mujer llamada María Hernández Méndez, natural del
Realejo-alto y que, por la cuenta, ya había nacido cuando el ataque de la
escuadra de Nelson en 1797. Era, sin duda, el único ejemplar que quedaba de
aquella generación. DEP”. Me ahorro la posible observación a la parte final. La
dejo a tu criterio.
Continuamos con otra que al buen amigo Álvaro Hernández Díaz
va a encantar por ese final tan original: “De corrillos y tertulias. Nos
escriben del Realejo-bajo denunciándonos un abuso que, de no evitarse, puede
producir gravísimos perjuicios á la salud pública. Es el caso que desde hace
tiempo existe en aquel pueblo un pozo de gran profundidad, el cual se tiene al
descubierto, arrojándose á él toda clase de animales muertos y, si se ofrece,
hasta vivos, con inminente riesgo del vecindario, por las miasmas que produce
tan terrible foco de infección. Nosotros exitamos el celo del Sr. Gobernador
civil de la provincia á fin de que ponga pronto remedio al mal que denunciamos
y haga saber á ese alcalde cual es su verdadera misión, porque puede ser que le
haya dado por ejercer en el Realejo los oficios de Pedro Botero y el día menos
pensado coloque en el citado pozo un lasciate
ogni speranza”. (Siglo XX, semanario de ciencias, literatura y arte,
21-septiembre-1900, página 10)
Un mes después, 19-octubre-1900, el semanario en cuestión, y
también en su página 10, detalla: “Hemos recibido atenta carta del Sr. Alcalde
del Realejo-bajo en la que nos ruega rectifiquemos, por ser incierta, la
noticia que el número 11 de nuestro semanario dimos denunciando el hecho de
existir en aquel término municipal un pozo en el que se arrojan animales
muertos y vivos con grave riesgo para la salud pública. Como dicha noticia nos fue
comunicada por nuestro amigo Miguel Melo y González y éste nos repite hoy, al
hacerle presente el ruego de dicho Sr. Alcalde, que es muy cierto existe el
mencionado pozo en el llamado barranco Godinez, vulgarmente de la carnicería,
por encima del matadero público de aquella localidad, cumplimos por hoy esta
manifestación”.
Y cerramos la venta, que se suele decir, con un curiosa
crónica del corresponsal de La Opinión en Realejo Alto, el 22 de diciembre de
1900, página 2:
“Desde el Realejo. Señor Director de La Opinión. Muy señor
mío y amigo: Hace ya mucho tiempo que no doy síntomas de vida dirigiéndome al
público por conducto de La Opinión y aunque nada de lisonjero tengo hoy que
decir en materia de agricultura, pues que la sementera por estos contornos está
casi perdida por falta de lluvias, siempre tenemos de que lamentarnos por otros
conceptos, toda vez que el fisco se halla pronto á caer sobre el pobre
contribuyente con tantas gabelas como nos abruma. El no tiene (el fisco)
conmiseración á nadie ni á nada: llueva ó no llueva, haya cosecha ó no, hay que
buscar á fin de cada trimestre las perras grandes ó chicas si no queremos vernos
amenazados con los recargos ó con los embargos por los señores comisionados de
apremio, los que de vez en cuando se dejan ver por aquí con sus almibarados
rostros. El Realejo, señor Director, siempre está lo mismo: en él solo se
disfruta de una tranquilidad y un silencio que no es perturbado nunca por el
ruido de la carretera cuya construcción empezó hace ya seis ó siete años y aun
está por terminar. ¡Oh!, esto es vivir en jauja. El patriotismo en estos
pueblos se desborda; no tiene límites en cuanto á crear obstáculos para la marcha
de las obras públicas. Sin embargo, el clima aquí es inmejorable (noticia que
no es nueva) y su campiña vista desde las vueltas de Icod el alto hace al tourista alabar á Dios. Yo sin ser tourista tuve ocasión un día de
arrodillarme como Humboldt cuando se humilló á tanta grandeza, al descubrir el
valle renombrado de Taoro. Y es porque todos tenemos un rinconcito en nuestro
cuerpo donde se anida ese sentimiento que habla, el alma. En él está el corazón.
He dicho que nada de nuevo hay en este pueblo, pero no he sido exacto: se ha
variado á una calle su nombre y ha resultado por consiguiente una novedad. Por
acuerdo del M. Iltre. Ayuntamiento se ha dado el nombre de Pérez Zamora á la
calle del Sol en memoria del distinguido hijo de esta provincia que en las
cortes nos representó por más de cuarenta años y á quien tantas mejoras debe el
país. Como don Feliciano pasó los mejores años de su vida veraneando en su
niñez en el Realejo alto, este pueblo ha querido conmemorar su nombre, como lo
han hecho otros de la provincia, grabando en mármol las palabras CALLE DE PEREZ
ZAMORA. Tal innovación tuvo efecto el día 15 del actual. No puedo extenderme
más, pues se marcha el Correo. Por lo tanto, se despide hasta otro día El
CORRESPONSAL. Realejo alto 19 de diciembre de 1900”.
A perdonar la extensión, pero creo que la amenidad del
periodismo de hace 117 años la compensa. Y con creces.
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