viernes, 8 de septiembre de 2017

Un trío

–Me encuentro de los nervios que me subo por las paredes. Esto es un sinvivir. Agotador y sin mayor beneficio. Y en cada rincón del pueblo crecen los comentarios mientras me conocen como el alcalde decretado.
–Anda que yo, si me arriman un fósforo, ni los fuegos de la Calle El Medio. De Arriba, que hay mucho piojo pegado.
–Cuánta ironía. Como todo se adhiere.
–¡Ah!, ¿Tú también?
–Pues yo le seguiré. Soy la voz que nunca le dirá que no…
–Maldita Nerea.
–¿Cómo?
–No, nada, tarareaba.
–Hola, chicos.
–Ya empezamos.
–Tranquila, Noelia. Sentido genérico, que yo no entro por las diferenciaciones estúpidas. Pasen a mi despacho. [Pausa]. Cierra la puerta, Adolfo. Te noto tenso.
–¿Tenso? ¿Teensoo? ¿Teeensooo? ¿Me vacilas, Manolo? Estoy hasta el surtidor de Benito.
–Qué símil. Qué paralelismo. Te ganaste otra delegación, porque me marcho a otra Ejecutiva Nacional. Mariano necesita todo el apoyo del Partido en estos momentos difíciles en los que la unidad patria se halla en tela de juicio por culpa de unos irresponsables y arbitrarios.
–Se me importa un bledo, por no decir un carajo, lo que ocurra en Cataluña. Ahora mismo me paso al Madrid y que les den… la independencia.
–¡¡¡Adolfo!!! Te conmino a que retires esas palabras, fruto, quizás, de la impericia. Tranquilízate. Te dejaré a ti más tiempo que a Noelia, pues imagino que el enfado vendrá por ahí, ¿no?
–¡Y una mierda! El hecho de aguardarte los dos se debe, precisamente, a todo lo contrario. Se nos ha llenado la cachimba. Tú, la fama, la imagen, el sueldo…
–Bueno, del dinero no habíamos dicho nada –se excusó la segunda teniente de alcalde–, eso lo añades, Adolfo, de tu cosecha.
–¡Ah!, ¿ya te estás echando para atrás? ¿Ahora reculas cuando hace un momento me diste la razón en todo? Falsa, que eres una falsa. Tú lo que quieres es que yo me sitúe a un lado y te deje el puesto cuando este [señala a Domínguez] abandone el pueblo definitivamente.
Una lágrima, solo una, rodó mejilla abajo por el rostro de la concejala de Realejo Alto. El alcalde se frotó las manos, esbozó irónica sonrisilla y cuando se disponía a intervenir…
–¿Y saben una cosa? Me marcho. Pediré el alta en el PSOE y cumpliré aquel deseo de mis años mozos cuando a punto estuve de seguir los sabios consejos de Vicente, el rizo. He abierto los ojos, por fin. Gracias, Virgen del Carmen, por liberarme de esta cruz.
Dicho y hecho. Con el estampido que le dio a la puerta vibraron los mismísimos cimientos del edificio inteligente. El alcalde se levantó e hizo ademán de salir en pos del prófugo.
–Déjalo –casi suplicó la edila–. No vale la pena. Quise yo convencerlo, y por eso me presté al juego de esta pantomima, pero fracasé en el intento. Sabes que puedes contar conmigo. Te seguiré siendo fiel hasta el infinito y más allá. Además, delega en mí cuantas veces entiendas conveniente. Asumiré con responsabilidad ese inmenso honor y para qué negarlo: me encanta ejercer de alcaldesa, Manolo. Me siento tan realizada cultivando lo de primera dama…
–Vale, pero baja de la higuera; perdón, de la nube, despierta, coño. Ve al baño y refréscate la cara, que estás muy colorada. Luego convoca una reunión urgente del grupo para la una y media. Llama también al siguiente de la lista.
–Siempre a tus órdenes.
Cuando ya en su despacho cumplía a rajatabla las instrucciones del jefe, se asomó a la ventana que da para la Avenida de Canarias y vio cómo Adolfo corría calle abajo rumbo a San Agustín. Tras él, y sudando la gota gorda, un descompuesto Marrón que, sin soltar el teléfono móvil de la oreja (derecha, of course), le hacía señas ostensibles para que se parara o, al menos, disminuyera la loca carrera. Pero González Pérez-Siverio, levantando el puño y con una rosa roja en la mano (izquierda), y a mucho más de 40 km/h, caso omiso. De ahí la persecución el jefe de seguridad. Y por no hallarse un policía disponible, que todo hay que decirlo. Tanto se alongó la telefonista para no perderle la pista a la altura de la fuente de Correos, que casi pierde el equilibrio. Menos mal que no fue así y no se le sumó al presidente insular del PP un nuevo conflicto…
Por la villa se escuchan comentarios de que no es oro todo lo que reluce. Frase que acuñó meses atrás un desencantado popular de un barrio ‘alto’. Hecho que yo me permito edulcorar con un fisquito de humor. O, a lo peor, no. ¿Mareas del Pino? No, persiste la mar de fondo.

Si pensaste otra cosa cuando leíste el título (aunque la foto delataba), siento haberte defraudado. No pensaba en Los Panchos ni en Las Azores. Mucho menos en ese otro para el que ya no tengo edad (Gigliola Cinquetti). Me paso. Pero es que mi Realejos norteño (Tigaray) continúa dando mucho juego. Tengan todos un muy feliz fin de semana. Y sigan siendo fieles. Si el aplauso es el alimento de los artistas, las numerosas visitas al blog me animan a seguir al pie del cañón. Tres dígitos de manera permanente, con picos de cuatro, reconocidísimo.

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