En uno de los pocos ratos libres
que columbré en mi muy apretada agenda (¿o no se expresan así lo actuales
políticos profesionales?), me dio por repasar artículos de tiempo atrás. Y
cuando finalizaba el año de 2014 (más concretamente el 30 de diciembre, tal día
como el de hoy), tenía la oportunidad de dar un tirón de orejas a esta nueva
hornada de (no tan) jóvenes (no tan) sobradamente preparados, a pesar de que
las apariencias parezcan demostrar lo contrario. Porque con una alegría digna de
enmarcar, y ya han transcurrido otros dos años desde aquel entonces, persisten
en su total ceguera al considerar que el municipalismo y otros afanes
asociativos se deben a ellos y de aquí hacia atrás, la prehistoria. Estos niños
bonitos que nacieron cuando ya las vacas estaban bien hermosas. Pero, sin más
preámbulo, copio casi íntegramente aquel comentario:
“Me produce verdadera lástima
escuchar, o leer, declaraciones de concejales que forman parte de corporaciones
de ahora mismo en las que prima el titular fácil. Como el que da pie al
presente comentario: No había nada. Es decir, cuando ellos iniciaron su
travesía en 2011 (el otro día) se percataron de que los anteriores grupos de
gobierno municipales se habían pasado los cuatro años rascándose los
mismísimos. Y a lo peor, los propios comentaristas pertenecen a formaciones
políticas que ya en un pasado reciente habían tenido responsabilidades en la
gestión local.
Qué difícil es poner la marcha
atrás al reloj. O trasladarnos en una máquina del tiempo siquiera a 1979.
Porque aquellos que comenzaron a regir los destinos democráticos en los
ayuntamientos españoles (puede que el caso de Canarias mucho más agravado por
la lejanía, la insularidad y otros condicionantes) sí que pueden seguir
gritando a los cuatro vientos que no había nada. Pero nada de nada. Y
cimentaron, vaya que sí, el edificio del que bien disfrutan los profesionales
de la cosa pública. Para que ahora, bien aupados al machito del sueldo fácil
vengan con estas monsergas. Ustedes no llegan ni al tobillo de aquellos que
construyeron este estado del bienestar (con todo el cúmulo de inconvenientes y
deficiencias que habrá de seguir corrigiéndose), sin cobrar un duro, simultaneando
este quehacer a base de echarle horas con el trabajo que le suministraba los
garbanzos para el sustento diario. Tengan vergüenza y cállense, que están más
guapos.
No había nada. Como yo no soy
imparcial, hagan una reunión con los funcionarios (alguno queda aún) que han
sido testigos directos de la transformación habida. Que les cuenten las
penurias en cualquier sector de la administración pública en la década de los
ochenta. Y de cómo el político de aquel entonces se fajaba a trabajar, codo con
codo, no limitándose jamás a la rutina de comisiones informativas o de
gobierno, amén de las sesiones plenarias.
Si nos ceñimos al ayuntamiento
realejero, y dado el importante sustento gráfico de su archivo histórico,
pienso si no sería conveniente publicar la historia del asociacionismo. O la de
la construcción de colegios. O la de las obras acometidas en aquellos
ejercicios económicos de la denominada Comarca de Acción Especial que sacó a
Los Altos del ostracismo más inmundo. Cuán flaca es la memoria de los que
actualmente cobran bien por estar, eso dicen, al frente de chiringuitos con
escasas responsabilidades porque las funciones que supuestamente desarrollan se
diluyen a través de las empresas municipales, cuando no de la privatización.
Ya está bien de seguir echando
culpas sobre hombros más cascados que los suyos. Miren al frente que les va a
dar tortícolis. Porque no iban a hablar de herencias. ¿No lo recuerdan? Y el PP
realejero no es un rara avis ni un verso suelto. No nos vendan bondades, pues
el partido en el que militan, y en puestos de no escasa representatividad, solo
ha sabido hacer todo lo contrario de lo que prometieron. Promesas por las que
ganaron mayoritariamente unas elecciones y que han incumplido hasta tal extremo
que ya ni se sonrojan.
No había nada. Sí, había bastante,
sobre todo ilusión. Y preocupación cada vez que acudía un vecino para demandar
una ayuda, un puesto de trabajo. Al que jamás se nos ocurrió dar la espalda
escudándonos en que eso no era competencia nuestra. Insisto: flacas memorias. Y
gruesas apetencias por la escalada.
Ahora Internet nos brinda caras
bonitas y sonrisas fáciles. Sujetas, incluso, a los retoques de programas
informáticos. Vendemos, a bombo y platillo, la reposición de un muro cuyo
importe no alcanza los dos mil euros. La mitad del sueldo del alcalde. Pero
nada se publicita de los seis mil parados. Ni del altísimo porcentaje de los
mismos que no perciben ni un euro con el que enviar una tarjeta de felicitación
a los concejales. Por favor, no nos den lecciones. Somos muchos (perdón por la
intromisión) los que sí podemos sostener lo de no había nada. Pero ustedes no
están legitimados para ello. Ustedes lo tienen todo. Incluso la desfachatez de
solicitarnos que utilicemos las nuevas tecnologías para poner en su
conocimiento las anomalías que detectemos en nuestros paseos por el pueblo.
Porque ustedes, que van en coches oficiales, abusando de un dinero que bien
podría atender otras urgencias, solo piensan en el próximo posado.
No había nada. Les propongo que
lleven a cabo una comparativa de presupuestos, de liberados, de gabinetes de
prensa, de protocolo, de medios audiovisuales, de redes sociales, de asesores,
de secretarías particulares, de tarjetas bancarias, de vehículos de transporte,
y de todo lo nuevo que se han inventado para comodidades propias. Luego otro
con las inversiones habidas y logros obtenidos. Y establecer un índice de
rentabilidad. Porque, con toda probabilidad, el cociente de varios millones de
euros (obras) entre varios cientos de miles por gastos eminentemente políticos
y de imagen, viene a ser menor que escasos millones de pesetas entre casi un
cero patatero. Que me corrijan los matemáticos, pero una división entre cero
nos da un resultado que tiende a infinito. Aunque como todo avanza, parece que
ahora es una indefinición (o indeterminación) que puede dar lugar a paradojas
matemáticas (o un NaN, Not a Number = No es un número).
No había nada. Sí, ni siquiera una
actualización con fundamento del IBI. Pero para qué seguir si no me van a
entender. Ustedes funcionan por automatismos. Como el de mirar cada fin de mes
(sin retrasos ni excusas) el incremento del saldo. Y en ese preciso instante, a
buen seguro, no se acordarán de que muchísimos realejeros perdieron esa manía
por culpa de una maldita crisis que hizo más ricos a los de siempre. Y no son
los políticos una excepción. Muchísimo menos los del Partido Popular. Que
arriba tienen la desfachatez de erigirse en salvadores de la clase obrera con
sus penosos 3,30 euros. Yo puede que menos, solo consigo el 0,25%.
No había nada. No me insulten la
neurona. Claro que no podía rematar este “fabuloso” año sin cantarles las
cincuenta (cuarenta no me de dan). Y quieren seguir para concluir proyectos.
Todos dicen lo mismo, todos venden lo mismo. Tanto que observo en el perfil de
Facebook del señor alcalde de la Villa de Viera (felicidades –al Ilustre,
claro– con unos días de retraso) que lo es desde junio de 2003. Otros se quitan
años. No había nada. Qué falta de ignorancia”.
Buenos, mis estimados, sean felices
en este fin de semana en que despedimos 2016 y damos la bienvenida a 2017. Y si
nos hay contratiempo alguno, ni nos excedemos en calorías, nos vemos el próximo
lunes, día en el que ya habremos iniciado la cuesta de enero. Que nos sea leve.