Sostiene el presidente autonómico canario que la pobreza
infantil en estas islas no es debida a los gobiernos de Coalición Canaria. Los
proclamados nacionalistas, pero en realidad infelices mendigos madrileños, tras
veinticinco años encaramados en El Teide o el Roque Nublo –a conveniencia y
según gire la veleta–, reparten culpas (o a lo peor ya mentan lo de hostias,
porque todos se pega) a diestro y a siniestro. Estos centristas del acomodo
saltan como los baifos. Qué responsabilidad van a tener ellos de que en
Canarias existan familias (vaya eufemismo lo de pobreza infantil) que las pasan
canutas. Ni saben ni contestan. Pero son curritos. Basta con mirar a la Moncloa
para cargar tintas con los que, al minuto siguiente, serán aplaudidos por
inyecciones millonarias. Y en un cuarto de siglo han visto inquilinos de todos
los gustos. No es despropósito, que ojalá, es impudencia, sin más.
Han visto las orejas al lobo, o presa canario, en todas las
encuestas y sondeos habidos y se proponen acometer la enésima campaña
publicitaria –bien tienen perras para cartelitos– a base de más promesas para
incumplir. Parece que lo del cochinito también se pega. Como contribuyente en
estas ínsulas baratarias me apena sobremanera que, de un lado, se presuma, en
caso de que Mariano logre aprobar los presupuestos del Estado, de ordeñar de la
teta lechera nacional no sé cuántos millones de euros, y, de otro, se vayan a retratar
con supuestas bajadas de impuestos, cuando la sanidad, por ejemplo, continúa
con las carencias de siempre. Y no menciono más insuficiencias, porque lo mismo
se anima algún dirigente popular y se sube a la guagua. Como el aún alcalde de
mi pueblo, quien, junto a la pléyade de liberados y asesores, procederá a la
venta de las primeras diez toneladas de productos agrícolas obtenidos en los flamantes
huertos urbanos de El Toscal el próximo día 15, festividad de San Isidro
Labrador. O el de su homólogo portuense, y también alto jerarca del organigrama
popular, que muestra su preocupación, a mandíbula batiente, por los problemas que
causan las toallitas en la red de alcantarillado. Qué yuntas para la feria de
ganado.
Pero no crean ustedes que a niveles superiores pintan mejor
las ocurrencias. Cuando los enanos ya le alcanzan al gallego los dos metros de
altura, cuando el PP se encamina al mayor estampido electoral de su corta
historia, cuando la esperanza de Cifuentes se teatralizó en agua, azucarillos y
aguardiente, sube Rajoy al estrado y comienza a repartir mandobles al más puro
estilo del Capitán Trueno para colegir que su formación política ni está tan
mal ni es tan corrupta como algunos medios nos quieren vender. Los socialistas,
según él, caen en la irrelevancia, los de Podemos están ‘enrejonados’ perdidos,
los naranjitos pueden morir de éxito, y del resto… ¿qué resto?
Lamentables, esperpénticos, grotescos, estrafalarios,
extravagantes, ridículos, caricaturescos, bufones… Ilógicos, en suma. Ni
manifestaciones contra sentencias judiciales que ponen en entredicho muchos
fundamentos de un estado de derecho, ni masivas protestas de jubilados que
llevan muchos años sufriendo brutales recortes para rescatar bancos, ni ese
largo etcétera que hace posible que Wyoming (El intermedio, La Sexta) siga sacando
partido a ese otro modo de compartir las noticias. Va de largo.
Para este país, para esta región (y si me apuran, para este
pueblo) sí existe solución. Pero hasta que no nos percatemos de que pasa por
nosotros, y no por ellos, continuaremos asistiendo a los consabidos sainetes.
Como el de Muñoz Seca, La casa de la juerga, 1906, donde en la escena primera
del cuadro segundo el autor pone en boca del personaje Antoñito un pasaje
titulado Tengo un borrico canelo. Anda, búscalo tú con la ayuda de San Google,
que siento mucha vergüenza si lo reproduzco aquí. Un siglo después, y sin
variantes, siguen existiendo.
¿Cómo? Y tú más.
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