martes, 15 de mayo de 2018

A tirar los tejos

Harto sabido es el significado de esta expresión. Por lo menos no debe entrañar mayores secretos para los que ya tenemos cierta edad. Porque los jóvenes de ahora se rigen por otros patrones. Pero no va por tales derroteros el asunto que hoy nos concita en el encuentro diario en La Corona.
A un año justo de la próxima cita electoral (por lo pronto, ayuntamientos, cabildos y autonómicas; si no es que cualquier revés imprevisto nos haga cargar con más papeletas), los movimientos se hacen patentes. Con mucha preocupación se afrontan porque sondeos y encuestas no dejan a nadie satisfecho. La tarta se presenta apetitosa y los aspirantes a darse el festín se multiplican. Con lo que el electorado tiene ante sí una muy difícil decisión.
Algunos pueden morir de éxito antes de que se inicie el recuento. Y como a un servidor le preocupa lo cercano, y como conoce a mucho aprovechado que se ha ido acomodando en el echadero que por ahora le da un poco más de calor, teme que salgamos de Guatemala para meternos en Guatepeor. Sé de varios ciudadanos, de los guapitos y del nuevo cuño, escindidos, por descontentos con otras formaciones políticas,  que agüita conque lleguen a tener poder decisorio; mando en plaza, que se dice. Si ya con algunas corporaciones populares nos hemos llevado tremendo chasco porque a poco que les vayas quitando caretas no hallas diferencias (aunque persistan en disimularlas) con los que dirigen el cotarro a nivel nacional y pringados hasta las orejas en componendas de todo tipo, solo nos falta que nuevas hornadas respondan con apetencias mayores.
No se presenta el horizonte muy diáfano para CC en las islas. Demasiadas orejas se asoman en el tortuoso camino. Los mensajes de tender puentes proliferan. Cariños y arrumacos destilan las entrevistas que los medios de comunicación, siempre tan dependientes, lanzan a diario. Las ideas han pasado a mejor vida, la preocupación por el bienestar de la población ya ocupa lugar más que secundario y priman los números, los escaños, las poltronas, los acomodos.
Surgen voces corteses y los llamados a unir fuerzas (¿o intereses?) inundarán nuestras vidas en los próximos doce meses. Es más lo que nos une que lo que nos separa, le susurra al oído Carlos Alonso al mismísimo Antonio Morales. Qué cosas. El de allá, el de la isla de enfrente, siempre en su onda grancanaria, no le concede a Román Rodríguez, ni al pluriempleado Pedro Quevedo, ni siquiera el beneficio de la duda. Tomás Padrón aparece dando vueltas en uno de los molinos de Gorona del Viento. Mario Cabrera rememora andanzas izquierdosas de Asamblea Majorera. Fernando Clavijo, por si acaso, se postula para que Paulino Rivero no siga ostentando el récord de permanencia.
Están nerviosos, sí, y mucho. Y en este Norte, más. En mi pueblo, demasiado. Las órdenes de la superioridad son cumplidas a regañadientes. Máxime cuando el futuro se presenta más negro que los sobacos de un grillo. Es tal el desbarajuste orgánico (¿o inorgánico?) que se puede reproducir la batalla interna de 2015. Ni aun en La Orotava, feudo tradicional, las tienen todas consigo. Ya no les basta con cambiar a los peones jóvenes, que saltan cada cuatro u ocho años como piezas desechables de un lego que se resquebraja hasta en Benijos. En el Puerto, qué contarte, los amores de Sandra y Juan Carlos a la vista están.
Y en tal tesitura se imponen las apañadas. Hay que meter en el redil a todo el ganado sin control. La primera recogida (no creas que es la única barredora) viene de la mano del ínclito José Miguel Bravo de Laguna y su juguete de Unidos por Gran Canaria. Quien muy al estilo de lo que ha mamado (con dobles londinenses) en su dilatada trayectoria se atreve, incluso, a reservar un puesto para su hijo Lucas, que jugará el papel que deba jugar (reminiscencias dialécticas marianiles). Los tejos gomeros ni se escuchan en el ático del profesor Casimiro, el prohombre de las encíclicas dominicales.
Como los realejeros sabemos mogollón de malabarismos (aunque no dispongamos todavía de Mueca: qué gran éxito) no nos extrañan los postureos. Ya forman parte de nuestra vida cotidiana. Este fin de semana, por ejemplo, los dirigentes populares se olvidaron de pasados no tan lejanos en el organigrama gubernamental autonómico (Consejería de Sanidad, verbigracia) y se fueron a Icod de los Vinos para apoyar una justa reivindicación: protestar y reclamar para que se repongan las urgencias pediátricas en el mal denominado Hospital del Norte. En la web oficial de partido cuelgan unas fotos y el siguiente texto: “Si con algo no se puede jugar es con la Salud (así, con mayúscula), y mucho menos si hablamos de la atención sanitaria que se merecen nuestros hijos. El consejero de Sanidad del Gobierno de Canarias, Coalición Canaria en definitiva, nos está tomando el pelo incumpliendo sus promesas en un asunto tan importante para tantas familias norteñas”.
Uno podría echar mano de otros programas electorales, de repasar hemerotecas, de acudir a los fondos audiovisuales de radios y televisiones y, en fin, de restregar en alguna cara capítulos enteros de quebrantos. Pero es tan importante el fondo de la convocatoria icodense que podría conceder el beneficio de la duda. Aunque si se contempla con detenimiento las fotografías que ilustran este artículo, no le queda a uno más remedio que barruntar falsedades a mansalva.
En una, cuando el alcalde de la Ciudad del Drago lee el manifiesto, podemos observar cómo todos los congregados muestran un semblante (la cara es el reflejo del alma, se comenta) acorde con la situación del momento. Mas si nos vamos a la otra, a la que encabeza este post de hoy martes, nuestro gozo en un pozo. Ahí se hallan los miembros del PP en la instantánea del bien quedar. Y esas caras tan sonrientes indican bien a las claras cuán cínico se puede ser. La misma que mostraba unas semanas atrás Lope Afonso cuando, pala en ristre, reía a mandíbula batiente ante el grave problema sanitario de las toallitas en las redes de saneamiento. ¿No pudo el fotógrafo, o el asesor correspondiente, señalarles a estos figurines que ante la complejidad, seriedad y enjundia del objeto del encuentro no se podía expresar alegría alguna, como se vislumbra en el retrato, con carteles incluidos, sino más bien todo lo contrario? ¿O es que, en el fondo, solo se pretendía el minuto de gloria, ya que los medios económicos de los bien pagados permiten desvíos a la sanidad privada de sus vástagos sin problema alguno?
Hipocresías, las justas. No nos quedan tejos que aguantar.

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