Después de las abundantes décimas que surgieron en los
últimos días de la pasada semana, merced a la inestimable ayuda prestada por la
coherencia en el discurso del señor Iglesias (del dicho al hecho, amén del plebiscito),
he decidido cambiar de tercio y sumergirme en algo más prosaico. Que no es
tampoco la boda de Harry (que no Potter), ni la querella presentada por IUC
contra (in)determinado individuo por presunto delito de odio tipificado en el
artículo 510 del Código Penal.
Como hace un tiempo que no me doy un salto a La Gomera
(virtual, por supuesto), la reforma de la ley electoral sigue dando motivos
para escribir diversos tratados. O sentar las bases de futuras tesis
doctorales. Lo de máster no tiene por ahora buena imagen. Salgamos, pues,
silbando, más que pitando.
Como nadie prestó la más mínima atención a la sugerencia de
reducir el número de diputados en el parlamento canario de sesenta a cincuenta,
que esbocé en un artículo de meses atrás (3 por cada isla y 29 en una lista
regional), y dado que Casimiro Curbelo sigue empeñado en defender lo que él
denomina sistema de equilibrios, y que consiste en que el voto de un tinerfeño
tenga menos valor que un billete de tres euros, cambio de opinión y propongo
ahora un nuevo sistema.
Lo que pretende Curbelo es todo lo contrario a lo que supuestamente
defiende en sus encíclicas dominicales, para lo que debe tener un negro (o
negra) tan especializado que corre el riesgo de volverse blanco con tanto
fregado. El autodenominado profesor, en una reciente sesión plenaria en el Cabildo
cuando replicó una intervención de un consejero de la oposición (se necesita
tener mandanga para cuestiones tales si lleva en política desde antes de terminar
los estudios universitarios), nos hace la cuenta de la vieja para reclamar
igualdad, cuando, sin tapujos, se trata de un sistema de privilegios que lleva
marginando no solo a las mentadas como islas mayores, sino que La Palma,
Fuerteventura y Lanzarote también sufren los cambalaches de unos votos que
abocan a más desequilibrios.
Lo que Casimiro busca es la manera de perpetuarse en el
corte del bacalao y tener siempre cogida la sartén por el mango (por no
escribir cogidos por las protuberancias a los gobiernos de turno) y disponer de
dotaciones presupuestarias con las que empichar a tutiplén, subsidiar a los
pocos que no trabajan directamente en las instituciones insulares e
inmortalizar la isla amordazada de los versos de Pedro García Cabrera. Porque
el miedo habita en cada rincón y los espías cumplen la función encomendada.
Saben mis escasísimos seguidores que no comparto la
propuesta, pendiente de aprobación en el Pleno del Parlamento, de incrementar en
diez el número actual de diputados. Uno más para Fuerteventura y nueve en una
lista regional. Y no porque ya es hora de que una única candidatura sea la que
siente las bases de una Canarias unida (siete, sí, pero sobre un mismo mar). Ya
que dieron un primer paso (PSOE, PP, Podemos y NC), perdieron la magnífica oportunidad
de romper con el actual sistema, insolidario a todas luces por mucho que CC y
ASG nos mareen con la triple paridad, y, aun concediendo un periodo de readaptación
institucional, pongamos que una legislatura, con unas candidaturas insulares
para que cada una parta con un mínimo de representantes, anclar (ya que tanto
les gusta el verbo) el sistema por el que se reconozca que el archipiélago es
un todo y no el paripé de la suma de las voluntades de los caciquillos de turno.
Tan perverso, mentiroso y falso es Curbelo en sus planes que
nos señala que los diez nuevos parlamentarios que se incrementan salen de una
lista regional, obviando que uno de ellos, como antes señalé se asigna a
Maxorata por el incremento poblacional. Te dejo unas líneas de su línea
argumental:
Lamentó que la reforma
electoral se haya diseñado con el propósito de “compensar la llegada de nuevas
formaciones políticas”. Criticó, también, que pretenda aumentar diez diputados
con una lista regional “para debilitar la presencia y la capacidad de decisión
de las islas no capitalinas, rompiendo la solidaridad y el equilibrio de
Canarias”. “Los ciudadanos no quieren más políticos, sino más política”.
Analiza bien el párrafo anterior y llegarás a la conclusión
de que Casimiro Curbelo ha alcanzado la cima de su carrera: conmigo basta. Y
ante el inusitado y frenético arranque de actividad, puede que para compensar
los muchos de años de siestas –y saunas– en el Senado, solo me queda el consejo
siguiente:
Dado tu llamamiento a todos los diputados de las islas no capitalinas para que secunden
tu enfoque (es decir, que nos pleguemos conejeros, majoreros, palmeros,
tinerfeños y grancanarios a lo que un puñado de votos herreños y gomeros
demanden), y para que veas que no soy nada rencoroso a pesar de mi no
dependencia de tipo alguno, ahí va una proposición para que acompañes a tu voto
particular al dictamen de la comisión parlamentaria:
Una cámara regional con 30 diputados (el ahorro se destinará
íntegramente a la puesta en funcionamiento de las decenas de obras que tienes
regadas por la Colombina muertas de risa, por no decir de asco): cuatro por
cada isla (no te quejarás de la solidaridad de las que soportan una población
de cincuenta Gomeras y más de un centenar de Hierros), uno por La Graciosa y el
último de una lista regional (para que nos vayamos habituando). Si puedes darle
tú aspecto de seriedad a tus pretensiones, que no reivindicaciones, ¿por qué
debe estarme vedado el que yo también me cachondee un fisco? De nada, faltaría
más. Después del verano nos vemos. No, a las Fiestas Lustrales no iré pues las
aglomeraciones me pierden. Yo soy como Merkel, más de un paseo sin agobios.
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